Catorce años de su canonización Madre Teresa de Calcuta…siempre en nuestra memoria

Madre Teresa de Calcuta…siempre en nuestra memoria
Madre Teresa de Calcuta…siempre en nuestra memoria

Teresa de Calcuta empezó a caminar por el sendero de la vida y del dolor, abrumada y doblegada por el sufrimiento que veía a su alrededor

La Madre Teresa no lo tuvo fácil en sus inicios, ni a nivel personal, ni eclesial. Nada que ver con esa imagen repetida de los reconocimientos y las fotos con los grandes de este mundo. Los reconocimientos llegaron más tarde, después de muchos sufrimientos.

Probablemente esta mujer ha llegado a ser santa, como muchos otros santos, sin apercibirse de esa calificación, ni por supuesto pretenderla. Simplemente vivió su vida…y fue una vida santa.

El 4 de septiembre de 2016, en Roma, ante más de 100.000 personas,  tuvo lugar la ceremonia de la canonización de la Madre Teresa. De ese modo, se cerraba un círculo que había empezado el día de su muerte, el 5 de septiembre de 1997. Agnes Gonxha Bojaxhiu, la Madre Teresa, fundó en 1946 la orden de las Misioneras de la Caridad. Por su labor humanitaria ganó el premio Nobel de la Paz en 1979 y fue beatificada en 2003 por el papa Juan Pablo II.

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Además de ser una mujer entregada totalmente a los más pobres, tenía la inteligencia natural de las relaciones públicas. Por eso el Papa Francisco dijo en la homilía de su canonización: "La Madre Teresa hizo sentir su voz ante los poderosos de la tierra para que reconocieran sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos".

Era un acontecimiento muy esperado por los miles y miles de personas asistidas en sus centros por las Misioneras de la Caridad en todo el mundo. La santidad de la Madre Teresa era incuestionable desde hace muchos años, por eso el proceso no se hizo de esperar.

Teresa de Calcuta empezó a caminar por el sendero de la vida y del dolor, abrumada y doblegada por el sufrimiento que veía a su alrededor. Vivió a fondo el conflicto entre la revelación de su vocación religiosa y la realidad que se le imponía en aquella Calcuta, en la que moría gente en las calles y las aceras estaban repletas de miseria y abandono. Esta mujer entró en conversación con Dios, escuchó esa voz de amor, que llama a cada uno por su nombre, que despierta al hombre, y le da fuerza para asumir una misión. Es el coraje de la fe que se enfrenta con la realidad. Así nace la vocación. La respuesta de Teresa de Calcuta a Dios surgió ante las exigencias de la realidad, que se fue desplegando en un proyecto concreto de acción.

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La Madre Teresa no lo tuvo fácil en sus inicios, ni a nivel personal, ni eclesial. Nada que ver con esa imagen repetida de los reconocimientos y las fotos con los grandes de este mundo. Los reconocimientos llegaron más tarde, después de muchos sufrimientos. Ella tuvo que luchar contra viento y marea, parece mentira, para hacer creíble su proyecto, una vez más al interior de la Iglesia. ¿Qué hacía aquella monja por las calles de Calcuta con un “sari"? ¿A quién pretende dar lecciones de evangelio? Esto se preguntaban muchos bien pensantes.

Todavía recuerdo, como si fuera hoy, aquella tarde del mes de julio del año 96. Después de inscribirnos mi mujer y yo como voluntarios, subimos a la capilla de la casa madre de las Misioneras de la Caridad en Calcuta. Allí, pequeñita, arrodillada en el suelo, junto a una silla, la vimos. A su alrededor unas cuantas religiosas y voluntarios. Justamente quedaban dos sillas muy cerca de ella. Pensamos que estaban preparadas para nosotros. Rezamos las vísperas, y al terminar, nos miró con esa profundidad que ella tenía y nos saludó como si nos conociera hace mucho tiempo. Fue un breve diálogo, rodeados de mucha gente, pero nos sentimos singularizados por su mirada. Durante nuestra estancia, en dos ocasiones, pudimos personalmente encontrarnos con ella.

Cuando estaba en Calcuta, a la entrada de la Casa Madre de las hermanas había un letrero muy pequeño que decía Madre Teresa in/out. Les pregunté a las hermanas, la razón de esto. Su respuesta era la más natural: si alguien viene a visitarla, ha de saber si está o no.. Durante nuestra estancia, se ausentó unos días.  Sentimos su ausencia, algo nos faltaba. Todas las mañanas a la oración de la mañana y la Eucaristía  y todas las tardes al rosario y las vísperas acudía a la capilla. Estaba allí, muchas veces de rodillas, sin hacer ruido ruido, pendiente de todas las cosas: ella, en persona, repartía rosarios, o controlaba si todos teníamos las hojas de las oraciones… Si no estaba, todo seguía igual, pero ella no estaba allí. ¿Qué hacía diferente la oración? Todos sabíamos que nos encontrábamos cerca de alguien muy especial. Esa pequeñez, esa humilde mujer irradiaba santidad. Se lo había jugado todo a una carta, la de Dios. Se lo había creído a fondo. Su vida fue una entrega total a los más pobres, a los últimos,  primero de Calcuta, y luego de todo el mundo, porque el carisma de las misioneras de la caridad se extendió muy pronto.  Centenares de jóvenes se unían a su obra, con el riesgo de contraer enfermedades. Sentarse cerca de alguien así te hacía sentir algo muy especial. Su presencia era un mensaje directo de parte de Dios a todos nosotros. Nos mostraba un camino y una meta. Y una esperanza. Algo hacíamos por ese mundo mejor soñado. Una gota en medio del océano, pero una gota.

Las Misioneras de la Caridad celebran los 110 años del nacimiento de la Madre Teresa
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La santidad de la madre Teresa no fue una meta vital, sino el resultado global de una vida, atormentada muchas veces, sintiendo el desgarro y la miseria de tantos hombres en la tierra, y con la duda si eso era lo que Dios pedía de ella.  Probablemente esta mujer ha llegado a ser santa, como muchos otros santos, sin apercibirse de esa calificación, ni por supuesto pretenderla. Simplemente vivió su vida…y fue una vida santa.

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