Requiem por nuestros hermanos coptos

¡Qué triste! Una vez más, la muerte de unos seres humanos, simple y llanamente por ser cristianos. La historia se repite. Ayer los judíos, los gitanos, los armenios…y , hoy, los cristianos en Oriente Medio, en Irak, en Siria, en Egipto. Ser cristiano en esta zona es llevar una condena de muerte latente. Así de claro. El fanatismo no soporta la diferencia. Le da exactamente igual. No es de los míos, por lo tanto sobra en este mundo, me molesta, me estorba para llevar adelante mis planes.

Probablemente la torpeza, durante décadas, de las políticas, particularmente militares, de los países occidentales en Oriente Medio han alimentado a estas bestias depredadoras, cuya única finalidad es alimentarse de sangre inocente. En ningún caso, esto significa una justificación de esas actuaciones incalificables desde el punto de visto humano. Pero Occidente, e incluyo a la América de los Bush, Obama y, por los indicios, a la de Trump, han errado plenamente en la manera de enfocar los conflictos. Es cierto que es un cáncer, que ha crecido muchísimo, y que es difícil de extirpar, pero las grandes potencias tienen los datos suficientes para saber que el diagnóstico no pasa solamente por las soluciones militares. El intercambio de información sobre: quién les adoctrina, quien les vendes armas, quien les financia y, otros muchas cuestiones vitales, es absolutamente necesario. Ni el dinero es invisible, ni las armas viajan solas. Los países todavía son excesivamente ególatras en participar lo que saben, hasta que les toca de cerca.

Lo cierto es que esta vez, y de nuevo, y después de la histórica visita del Papa Francisco a Egipto, han golpeado mortalmente a nuestros hermanos coptos. ¡Cuántas ocasiones he tenido de visitar iglesias copias en el Cairo, y en todo el país! Los maravillosos monasterios de Wadi (valle) Natroun en el Delta del Nilo. La catedral de san Marcos. Una maravillosa capacidad de acogida y de fraternidad les caracteriza. La sencillez y la dulzura egipcia son inigualables. Nos duele la muerte injusta de estos seres humanos, cuyo único delito es llevar tatuada la cruz de Cristo en sus muñecas.

Pero esos fanáticos han matado en nombre de un Dios que no existe más que en sus mentes, y ni siquiera. Ese dios no sería un dios, sino una bestia inmunda. Esos fanáticos nos han asesinado, también a nosotros. En ellos nos están viendo a nosotros. Cuantas más dificultades les pongamos en nuestros países para que actúen, más les atacarán en Oriente Medio. A nosotros nos toca poner todas las dificultades necesarias para que el terrorismo no pueda actuar en nuestras tierras, pero debemos exigir de nuestros gobiernos unas políticas inteligentes para proteger a nuestros hermanos cristianos de Oriente Medio, y particularmente de Egipto. Al menos que pongan los medios para que los barrios cristianos y las iglesias estén protegidos de manera cuantitativa y cualitativa por las autoridades locales. La impunidad les hará cómplices de las masacres.

Desde luego han golpeado en París, en Londres, en Manchester, y donde puedan, pero no olvidemos que en Egipto han golpeado nuestra forma de vida, nuestra libertad, nuestra democracia, y nuestra fe. Por eso no debemos mirar hacia otro lado.

Los cristianos coptos se sienten herederos de generaciones de egipcios que construyeron las pirámides. El cristianismo copto aparece en Egipto desde el siglo I de nuestra era, fruto de la evangelización de san Marcos, 600 años antes que el Islam. Durante siglos han vivido en el respeto y la concordia ambas civilizaciones. En estos tiempos, en pleno siglo XXI, no tienen sentido esos genocidios. Este es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo, que está a la espera de soluciones eficaces y eficientes.
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