De la silla gestatoria a escaparse al baño…

Las palabras y los gestos, al final, manifiestan la personalidad de los seres humanos. Una cosa está clara, el Papa Francisco, es un hombre absolutamente libre. Desde su primera aparición en público decidió como debía vestir, lo que levantaría alguna ampolla en ese momento. El choque con los cancerberos del sistema debió de ser inmediato, pero quiso marcar su diferencias y su personalidad. Y así lo está haciendo, a pesar de las muchas presiones que recibe diariamente. Lo mejor es que se vayan acostumbrado.

En las celebraciones posteriores a su elección, vimos a un Papa absolutamente cercano, dejándose abrazar y besar por la gente sencilla, a las puertas de la Iglesia. No sólo los grandes de la tierra podían estar cerca del Papa, sino también los pobres y sencillos. Hasta se atrevió a lavar los pies en un jueves santo, en la cárcel, a no cristianos y mujeres. ¡Un escándalo para algunos!

El Papa Francisco no ha rehuído selfies y fotos con quien se le ha acercado, jóvenes, inmigrantes y por supuesto, niños y enfermos. Para Francisco, con el debido respeto de los guardianes de su seguridad, el protocolo no es un “corsé”, sino un apoyo necesario, que él respeta. Y, sobre todo ha aceptado vivir en una residencia, en contacto diario con muchas personas, y no en la soledad de los Palacios Apostólicos. Es un gesto, que muchos prelados deberían seguir. Muchos de los Palacios Episcopales son un peso para los Obispos, que pagan el peaje de residir en ellos, y además su imagen se resiente ante los fieles, que les acusan de incoherentes. Me cuentan que un prelado patrio, cuando va de vacaciones a su pueblo, reside en un convento, ya que considera que su casa natal no está a la altura de su dignidad.

Evidentemente la pregunta que muchos se hacen es: ¿Disminuye esta forma de actuar del Papa, el carácter sacro de la figura de su Santidad? ¿Está el Papa Francisco devaluando el Papado? ¿O, más bien, le está devolviendo la sencillez primigenia? Y, sin duda, le gustaría ir mucho más lejos, si no fuera por tantos condicionantes de todo tipo.

El Papa Francisco, por supuesto está actuando conscientemente de acuerdo con su personalidad. Para él, el Papa no deja de ser un ser humano, normal y corriente, que ha sido elegido por Dios, para conducir la barca de Pedro a buen puerto. El Papado no le supone dejar de ser aquel hombre que visitaba las villas miseria, en Buenos Aires, viajando en autobús o en metro. El que, al día siguiente de ser elegido, lo primero que hizo fue ir a pagar la deuda de la residencia donde estuvo alojado. Y, probablemente, haría muchas cosas más, pero no quiere complicarles la vida, ni poner en riesgo a todos aquellos que se encargan de su seguridad. La Santidad se construye desde la humanidad. La llamada santidad papal no es un añadido artificial para distanciarse, sino para acercarse a los hombres. Ese el ejemplo del Papa

Por supuesto que hay muchos que añoran los tiempos de la silla gestatoria, en los que el Papa ni siquiera caminaba como los mortales en los actos públicos. El Papa no podía estar a la altura de los hombres, tenía que estar por encima, más cerca del cielo, y contemplando desde esa perspectiva, las miserias de los hombres, que pululaban incansablemente por el suelo. ¡Qué hermosas ceremonias, exclamarán algunos! ¡El cielo en la tierra! ¡Ahí veíamos a Dios!. Ciertamente, muchas de las personas, que pronuncian estas exclamaciones, están cuanto menos escandalizadas ante el comportamiento del Papa Francisco.

Evidentemente, aquella figura distante del Papa estaba más cerca del Dios del Antiguo Testamento que de Jesús de Nazareth. Esta es la única razón, que le lleva al Papa Francisco a comportarse de esa manera tan atípica e inesperada para muchos. Estoy convencido que cada día se pregunta, como vivir un Papado evangélico, sin dejarse llevar, más de lo necesario, por los condicionamientos. La respuesta no le será fácil, ya que son muchos siglos de historia de una Institución excesivamente fosilizada.

En su reciente visita a un barrio pobre de la periferia de Milán, a pesar de que esas cosas suelen estar previstas, sorprendió a tirios y troyanos. Probablemente la naturaleza le apretaba, y como cualquier ser humano, vio la solución en el urinario público, que apareció ante su mirada. Sus servicios de protocolo y seguridad, se preguntarían: ¿Estará limpio? ¿Quién lo habrá utilizado antes? ¿Y la foto? Su objetivo primero, aliviar la necesidad, como cualquier ser humano. ¿Acaso se nos olvida que lo es? Jesús de Nazareth, también, fue una persona absolutamente normal. ¿Hay algún dogma que prohiba pensar en las cosas habituales de la vida cotidiana en relación con él? Una anécdota del Papa, muy significativa, evocadora de una normalidad incomprensible para muchos.
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