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Que toda comunidad pueda “reunirse, unirse, escucharse, discutir, rezar y decidir”

Las leyes actuales, impuestas por el clero, ponen límites al Espíritu

Democratizar la Iglesia, camino para hacerla más comunión (9)

Esta es una de las denuncias de Francisco al clero despótico: “El clericalismo olvida que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios (cfr. LG 9-14). Y no solo a unos pocos elegidos e iluminados” (Carta al Cardenal M. A. Ouellet. Vaticano, 19 marzo 2016). Lo triste es que la “visibilidad y sacramentalidad” están reservadas por ley al clero. La ley obliga al vestido eclesiástico, a exhibir signos distintivos de sus diversas categorías y a decidir sólo ellos. “Visibilidad-sacramentalidad” se han puesto, no en la vida al modo de Jesús, sino en el hábito y en el poder decisorio, que ostentan por ley “solo unos pocos elegidos e iluminados”. Así se identifica la Iglesia con el clero y afines, por sus atuendos y poder absoluto en sus diversos niveles.

“La visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia” se haría patente que “pertenecen a todo el Pueblo de Dios” si todo el Pueblo de Dios pudiera “reunirse, unirse, escucharse, discutir, rezar y decidir”, como predica el Papa Francisco. Esta doctrina fue expuesta por él en una renombrada homilía en Santa Marta, donde habitualmente celebra la eucaristía. En concreto fue el 28 de abril de 2016, jueves de la 5ª semana de Pascua. El texto base de la homilía era Hechos de los Apóstoles 15,7-21. El centro del comentario era la acción del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia. Homilía profética que provoca a la Iglesia a convertirse al Espíritu en todos los niveles.

Resumo sus principales argumentos:

“El Espíritu Santo es el protagonista:

- Es Él quien desde el primer momento dio la fuerza a los apóstoles para proclamar el Evangelio... El Espíritu lleva a la Iglesia adelante..., con sus problemas... Cuando estalla la persecución es Él quien da la fuerza a los creyentes para permanecer en la fe, en los momentos de resistencias y de encarnizamiento de los doctores de la ley.

- En este caso, hay una doble resistencia a la acción del Espíritu: la de quienes creían que `Jesús había venido sólo para el pueblo elegido´ y la de quienes querían imponer la ley mosaica, incluida la circuncisión, a los paganos convertidos. `Hubo una gran confusión en todo esto´.

- El Espíritu ponía los corazones en un camino nuevo: eran las sorpresas del Espíritu. Y los apóstoles se encontraron en situaciones que nunca habían creído, situaciones nuevas”.

“¿Y cómo gestionar estas nuevas situaciones?

- El pasaje de hoy comienza así: `En esos días, había surgido una gran discusión´... Ellos, por una parte, tenían la fuerza del Espíritu, el protagonista, que les empujaba a ir adelante. Pero el Espíritu les llevaba a ciertas novedades, ciertas cosas que nunca habían hecho. Ni siquiera las habían imaginado. Que los paganos recibieran el Espíritu Santo, por ejemplo.

- Los discípulos `tenían la patata caliente en las manos y no sabían qué hacer´.. Convocan una reunión en Jerusalén, donde cada uno puede contar su experiencia, cómo el Espíritu desciende también sobre los paganos”.

“Y al final se pusieron de acuerdo. Pero antes hay algo hermoso:

- ‘Toda la asamblea calló y escucharon a Bernabé y Pablo, que referían los signos y prodigios que Dios había realizado entre las naciones, por medio de ellos'.

- Escuchar, no tener miedo de escuchar. Cuando uno tiene miedo de escuchar, no tiene el Espíritu en el corazón. Escuchar: ‘¿Tú qué piensas y por qué?'. Escuchar con humildad.

- Tras escuchar, decidieron enviar a las comunidades griegas, es decir, a los cristianos venidos del paganismo, a algunos discípulos para tranquilizarles y decirles: ‘Está bien, seguid así'. Los paganos convertidos no están obligados a la circuncisión.

- Es una decisión comunicada a través de una carta en la que el protagonista es el Espíritu Santo. De hecho, los discípulos afirman: "El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido..”.

“Esta es la vía de la Iglesia ante las novedades, las sorpresas del Espíritu:

- el Espíritu siempre nos sorprende. ¿Y cómo resuelve la Iglesia esto?... Con la reunión, la escucha, la discusión, la oración y la decisión final. Este es camino de la Iglesia hasta hoy. Y cuando el Espíritu nos sorprende con algo que parece nuevo o que ‘nunca se ha hecho así'... Pensad en el Vaticano II, en las resistencias que tuvo”.

“También hoy las resistencias siguen de una forma u otra, y el Espíritu va adelante:

- El camino de la Iglesia es este: reunirse, unirse, escucharse, discutir, rezar y decidir. Esta es la llamada sinodalidad de la Iglesia, en la que se expresa la comunión de la Iglesia. ¿Y quién hace la comunión? ¡Es el Espíritu! Otra vez el protagonista”.

“¿Qué nos pide el Señor?:

- Docilidad al Espíritu... No tener miedo, cuando vemos que es el Espíritu quien nos llama. El Espíritu a veces nos detiene, como hizo con San Pablo, para hacernos ir a otra parte, `no nos deja solos´, nos da valor, nos da la paciencia, nos hace ir seguros por el camino de Jesús, nos ayuda a vencer las resistencias y a ser fuertes en el martirio.

- Pidamos al Señor la gracia de entender cómo avanza la Iglesia..., cómo desde el primer momento afrontó las sorpresas del Espíritu, y también, para cada uno de nosotros, la gracia de la docilidad al Espíritu, para ir por el camino que el Señor Jesús quiere...”.

El clericalismo impide “reunirse, unirse, escucharse, discutir, rezar y decidir”. Las leyes actuales, impuestas por el clero, ponen límites al Espíritu. No puede discutirse lo que el presidente de cada comunidad declara como indiscutible. Tenemos ejemplos.

Necesitamos comunidades adultas, donde su presidente no sea el centro, el “que lo hace todo”. Todos “tienen la misma dignidad y libertad de hijos Dios, el mismo amor de Jesús, la misma pretensión de realizar el Reino” (LG 9). Iguales, corresponsables, fraternales... no pueden ser palabras vacías. Hay que vivir en el Espíritu creador, que ilumina para más y mejor anunciar el Evangelio. Una comunidad no infantilizada participa en la elección de personas preparadas y adecuadas, sin distinción de sexo ni de estado. Está abierta a la voz y al voto en lo posible evangélicamente. “No apaguéis el espíritu... Quedaos con lo bueno” (1Tes 5,19), tendría que poder realizarse en toda comunidad eclesial.

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