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Le pondrás por nombre Jesús

Después de veinte siglos, los cristianos hemos de aprender a pronunciar el nombre de Jesús de manera nueva

Salvador | 5

Entre los hebreos no se le ponía al recién nacido un nombre cualquiera, de forma arbitraria, pues el «nombre», como en casi todas las culturas antiguas, indica el ser de la persona, su verdadera identidad, lo que se espera de ella.

Por eso el evangelista Mateo tiene tanto interés en explicar desde el comienzo a sus lectores el significado profundo del nombre de quien va a ser el protagonista de su relato. El «nombre» de ese niño que todavía no ha nacido es «Jesús», que significa «Dios salva». Se llamará así porque «salvará a su pueblo de los pecados».

En el año 70, Vespasiano, designado como nuevo emperador mientras estaba sofocando la rebelión judía, marcha hacia Roma, donde es recibido y aclamado con dos nombres: «Salvador» y «Benefactor». El evangelista Mateo quiere dejar las cosas claras. El «salvador» que necesita el mundo no es Vespasiano, sino Jesús.

Mateo

La salvaciónno nos llegará de ningún emperador ni de ninguna victoria de un pueblo sobre otro. La humanidad necesita ser salvada del mal, de las injusticias y de la violencia; necesita ser perdonada y reorientada hacia una vida más digna del ser humano. Esta es la salvación que se nos ofrece en Jesús.

Mateo le asigna además otro nombre: «Emmanuel». Sabe que nadie ha sido llamado así a lo largo de la historia. Es un nombre chocante, absolutamente nuevo, que significa «Dios con nosotros». Un nombre que le atribuimos a Jesús los que creemos que, en él y desde él, Dios nos acompaña, nos bendice y nos salva.

Las primeras generaciones cristianas llevaban el nombre de Jesús grabado en su corazón. Lo repetían una y otra vez. Se bautizaban en su nombre, se reunían a orar en su nombre. Para Mateo, el nombre de Jesús es una síntesis de su fe. Para Pablo, nada hay más grande. Según uno de los primeros himnos cristianos, «ante el nombre de Jesús se ha de doblar toda rodilla» (Filipenses 2,10).

Después de veinte siglos, los cristianos hemos de aprender a pronunciar el nombre de Jesús de manera nueva: con cariño y amor, con fe renovada y en actitud de conversión. Con su nombre en nuestros labios y en nuestro corazón podemos vivir y morir con esperanza.

Fano | Fano

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