Mons. Sergio Pérez de Arce, Secretario General del Episcopado En Chile “vivimos un clima de trincheras, donde todos buscan sacar ventajas pequeñas de las situaciones difíciles”

Mons. Sergio Pérez de Arce, secretario general del Episcopado de Chile.
Mons. Sergio Pérez de Arce, secretario general del Episcopado de Chile.

El nuevo asesinato de un policía en un control de tránsito, ocurrido el miércoles santo, pasó a ser el tercer mártir policial en menos de un mes. Esta fue la gota que rebalsó el vaso de la indignación nacional.

El obispo secretario general del Episcopado, monseñor Sergio Pérez de Arce, dice que “la clase política tiene que ser distinta, debe tener una mirada más amplia y buscar lo que ayuda al bien común".

Entre tanto, líderes evangélicos y protestantes emitieron una declaración en la que dicen que “la violencia tiene muchos otros rostros, como la falta equidad escolar, la carencia de justicia y reparación, las garantías de no repetición, la violencia de género, la explotación laboral, entre otros”.

En Chile, en la vida pública del país, esta Semana Santa nada de “santa” tuvo, pues el asesinato a mansalva del cabo de policía Daniel Palma, ocurrido el miércoles 5 de abril, dejó traslucir una vez más los pecados sociales. Esta muerte se suma a los crímenes contra otro carabinero y una carabinera, perpetrados en los últimos 25 días, generando los tres, una gran conmoción nacional.

Los hechos, que las autoridades adjudican a narcotraficantes y crimen organizado, han causado un gran impacto emocional en la ciudadanía y se abrió un debate nacional sobre la violencia, el uso de las armas policiales, la defensa propia privilegiada para la policía, el respeto a los derechos humanos y cómo enfrentar la situación irregular de miles de migrantes.

El diálogo ha tenido tonos de intolerancia en la discusión política y legislativa, en un contexto de campaña por las elecciones de consejeros constituyentes que ocurrirán el próximo mes.

Finalmente, las fuerzas políticas concordaron en el Parlamento una ley que da más facultades y recursos a las policías y fuerzas armadas, mientras el gobierno adelantó un plan, con importantes recursos fiscales, para enfrentar con decisión el crimen organizado y el narcotráfico.

Frente a esta realidad, pastores y líderes evangélicos y protestantes alzaron su voz en una declaración donde manifestaron su “profunda preocupación por los diferentes hechos de violencia que atentan contra la sociedad chilena”, la que ─según señalan─ “tiene muchos otros rostros” y aunque el problema de la seguridad se haya instalado en la opinión pública, “nos parece peligroso e irresponsable que ello se utilice como justificación para aprobar normas que impliquen retrocesos a la institucionalidad que garantiza el respeto a los derechos humanos, justamente en el año que conmemoramos los 50 años del golpe que dio lugar a las más graves violaciones a tales derechos en la historia de Chile”.

Por su parte, la Iglesia católica aún no ha hecho declaración oficial al respecto, aunque en la asamblea plenaria de este mes se espera que sí lo haga. Mientras, consultamos la opinión del secretario general del Episcopado, Sergio Pérez de Arce, obispo de Chillán, quien accedió gentilmente a responder algunas preguntas de Religión Digital:

─ ¿Qué reflexión le generan los recientes hechos delictuales que han conmovido al país y que, además, han ocurrido en plena Semana Santa?

─ Lo primero es que la presencia del delito y la inseguridad está en la vida de los chilenos, y hay miedo y preocupación, y tenemos que actuar con energía y sabiduría como sociedad para controlar este fenómeno, para que no deteriore más nuestra convivencia y no cause más muerte y dolor. Pero hago una reflexión más de fondo: hace tiempo que hemos traspasado los límites en muchos ámbitos de la vida. El crimen traspasa los límites, pero en las calles, en los colegios, en las relaciones humanas, todos traspasamos los límites frecuentemente, creemos que basta un “lo quiero y lo hago”, y pasamos a llevar al otro, la vida humana, sin sujetarnos a principios morales y de convivencia esenciales. Aquí hay algo enfermo entre nosotros, en lo que todos tenemos que mejorar.

─ Sobre el derecho a la seguridad y el respeto a los derechos humanos ¿qué reflexión le suscita la legislación última que da más facultades a las policías?

─ No tengo la experticia para juzgar esa ley en sus elementos precisos, pero es una iniciativa que fue aprobada democráticamente en el Congreso y ya promulgada por el Presidente de la República.

“Es bueno que se haga la discusión entre seguridad y respeto a los derechos humanos y que se tomen los resguardos para que las leyes solucionen problemas y no creen otros nuevos. Pero creo que la necesidad de fortalecer y proteger el ejercicio de la función policial es algo necesario y urgente. Lamentablemente el mundo del crimen es hoy más violento, complejo y sofisticado, y la policía tiene que ser dotada de más herramientas legales, técnicas y materiales para combatirlo".

─ Usted, que es hijo de un exfuncionario de Carabineros, imagino que debe vivir personalmente emociones tan fuertes como las que vive la familia policial hoy en Chile, ¿Qué llamado haría respecto del uso de la violencia especialmente la violencia política?

─ Toda muerte violenta e injusta me impacta y golpea a toda la sociedad. Más aún cuando es gente joven, con familia, con hijos, es un dolor que desgarra. Hemos celebrado misas acá en la catedral de Chillán por los dos últimos carabineros muertos y se percibe el dolor y la tristeza en todos.

“Frente a esto, lo único que cabe de los actores políticos y sociales es actuar en comunión, con diálogo, construyendo acuerdos. Lamentablemente desde hace años venimos viviendo en la política un clima de trincheras, donde unos y otros buscan sacar ventajas pequeñas de las situaciones difíciles que vivimos. En la misma sociedad, en las redes sociales, abunda la descalificación y el simplismo para juzgar los problemas.

“La clase política tiene que ser distinta, debe tener una mirada más amplia y buscar lo que ayuda al bien común. Hay ocasiones en que lo logra, llega a acuerdos, y ese debe ser el camino”.

─ ¿Cómo se compatibiliza este sentimiento nacional de indignación y rabia contra los extranjeros y el llamado evangélico en favor de los migrantes que nos recuerda reiteradamente el papa Francisco?

─ En Chile hay xenofobia, como en otras partes del mundo, pero no me parece que se pueda hablar de un sentimiento nacional de rabia contra los extranjeros. Hay extranjeros que viven plenamente integrados entre nosotros. Claro que hay grupos extremos y muchas ofensas en las redes sociales, pero la gran mayoría vive un trato normal con extranjeros en las escuelas, barrios, trabajos. Ojalá no me equivoque.

“Ahora bien, sí hay un problema migratorio, porque hay zonas sobrecargadas con población migrante, muchos de los cuales no tienen una situación estable de trabajo o vivienda, lo que produce un problema en las comunidades de acogida.

“Hay mucha población migrante irregular, porque la nueva ley migratoria es excesivamente rígida y las tramitaciones lentas y casi imposibles de hacer. Esto es un escándalo y muy pocos están haciendo algo por solucionar el problema. Las normas rígidas, en vez de disminuir la migración irregular, la aumentan. En la medida que se aborden estas y otras cuestiones, la migración no será vista como una amenaza".

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