Culmina este proceso sinodal de discernimiento y decisión que es el Plan Pastoral; no un papel, sino una experiencia de convergencia a la luz del Sínodo de la Amazonía y de los sueños del Papa Francisco. El resultado es excelente, pero hoy empieza de verdad el reto de cambiar paradigmas, de ensayar, de arriesgarnos, de dar decididos golpes de remo que nos saquen de la zona de confort… de ir plasmando una Iglesia con rostro y shungo (corazón) amazónicos.
Por favor, vengan a quedarse junto a nuestro pueblo lindo, ellos les necesitan y les merecen. Les garantizo que se sentirán felices y plenamente realizados como misioneros. Aprenderán, disfrutarán y servirán, atendiendo al llamado del Papa a soltar amarras y adentrarse en la Amazonía con el corazón abierto de par en par. Ustedes son para nosotros, para el Vicariato San José del Amazonas. ¡Les esperamos!
La responsabilidad final pasa así de los sacerdotes y religiosas a los laicos. Ante la ausencia de misioneros ellos no han dado un paso atrás, sino un paso adelante; no han dicho “yo me voy”, sino “nos vamos a comprometer más”. Lástima que sea por fuerza mayor y no por convicción, pero ya estamos acostumbrados a eso. Y me late que es algo que ya no es posible revertir: el espacio ocupado por los laicos en los organismos de coordinación no puede ser de quita y pon.
Es uno de los grandes misioneros de nuestro Vicariato, un hombre de leyenda. Vicario general en momentos oscuros, de carácter afable y sencillo muy alejado de pamplinas de honores o cargos; un místico de ojos penetrantes, pies ágiles, palabra lúcida y vida auténtica. En Tamshiyacu, río Amazonas, entrega el atardecer de su existencia misionera. Aunque más despacito ahora, sigue logrando acompasar su danza a la de este pueblo.
En ocho años en Perú, es la única asociación de padres y madres de alumnos que veo que funciona; por eso estoy convencido de que merece la pena apostar por esta junta directiva, compuesta íntegramente por mujeres, estar de su lado y arrimar el hombro. Madres capaces (no sólo madres coraje), mujeres inteligentes, honestas, generosas, bravas, hábiles; mujeres extraordinarias. Feliz fiesta del 8 de marzo, y adelante.
Más que una desgracia, es una llamada y una oportunidad. Eso estuvimos descubriendo un grupo de veinticinco personas toda una mañana de retiro junto al Pan expuesto, con silencio, con escucha de la Palabra y compartiendo la oración; tratando de discernir qué significa lo que estamos viviendo, qué quiere decirnos Dios y qué pide a cada uno personalmente. Fue una experiencia nueva y sorprendentemente iluminadora. Los animadores y agentes de pastoral se sintieron interpelados de forma inequívoca a hacerse cargo de la misión, a vivirla como cosa suya con una claridad y fuerza nunca antes percibidas.
Conocer a misioneros que llevan 30, 40 o incluso más de 50 años en estas tierras ha sido impactante: ¡una vida entera entregada hasta el final, como buenos pistoleros! La vocación misionera ad vitam existe, está vigente y se puede contemplar encarnada en estas historias personales.
Soy fidei donum, pero más que “dar la fe”, sentí la llamada a tener fe, a dejarme llevar, porque la misión es cosa del Señor, no mía. No depende de mí; yo pongo todo, lo máximo que puedo, pero Dios sabrá cómo, cuándo y qué conviene.
“No tenemos gente”. Es cierto: hoy día casi nadie (congregación, diócesis, organización) dispone de una comunidad, y a menudo ni siquiera de una persona, para enviar a estas periferias eclesiales.
Creo que el lenguaje onírico metabolizaba la tristeza que me causa el hecho de que a casi nadie le importa la misión. La misión ad gentes sirve para enfatizar lo comprometida que está “la Iglesia” con los más pobres o con la Amazonía. Nos ponen las correspondientes medallas cuando llega el DOMUND, pero no aprecio voluntad decidida por parte de las autoridades de resolver la situación de los vicariatos apostólicos, de ofrecerles fórmulas de estabilidad económica y en personal.
Cada día, tras la adoración, los monjes oran maitines y laudes, y nosotros con ellos. Salvo las lecturas del oficio y del Evangelio, absolutamente todo es cantado: himnos, antífonas, salmos, responsorios… Las melodías son suaves, pausadas, compuestas con gusto, bellísimas, pensadas para la contemplación. No hay prisa, se trata de alabar y agradecer al comienzo del día, con serenidad, delicadeza y amor. Es un encanto.
La he conocido ya difunta, hoy ha sido la primera vez que la he visto. Nunca he hablado con ella, no sé cómo es el tono su voz, ni su gesto, ni la forma de su sonrisa. Pero acá estamos los dos. Noto que hay una presencia en el cuerpo muerto, un potente vestigio de la identidad de la persona que fue; puesto que lo físico nos constituye de raíz cada día de nuestra existencia, el cuerpo es como una bitácora que registra nuestras edades y avatares. Tenemos pues un vínculo Rita y yo, hemos compartido algo de nosotros, algo espiritual. No puedo dejarla sola.
Pocas cosas hay tan explosivas y cómicas como pandillar bajo la umisha; y para mí, pocas satisfacciones se comparan a revolcarme en esta cultura, amar estas gentes, pringarme por este pueblo y sentirme, aunque sea gracias a una capa de barro, un poquito más amazónico.
Contrariamente a lo que con frecuencia constatamos, a veces Dios se sale con la suya y los mejores son escogidos para servicios de responsabilidad en la Iglesia. Personas como Fernando, que no buscan notoriedad, sino que tratan de vivir su vocación, en medio de todas nuestras contradicciones, con fidelidad. ¡Gracias Señor, gracias Fernando, y felicidades a los dos y a los jóvenes!
Alguien comete un error de bulto o toma una mala decisión, sin que pueda haber dudas al respecto. Cuando se le reclama, la persona reconoce que sí, que ha hecho eso; pero no solo no admite su evidente error ni pide disculpas, sino que construye un edificio de justificaciones e incluso se enoja y ataca a quien le cuestiona, y acude a una instancia superior para quejarse del supuesto abuso del que es víctima.
Los jóvenes de nuestros puestos de misión que se marchan a Iquitos a estudiar sufren. Pasan de una vida abierta, libre, rural, afectivamente segura y completa a la gran ciudad, anónima, enorme y peligrosa. De pronto se quedan solos y pierden todas sus referencias. En la facultad encuentran dificultades para hacer amigos; y tampoco tienen ya un ámbito donde vivir la fe.
Esta iniciativa, ideada y hecha por ellos, quiere responder a esa necesidad. No sé por dónde discurrirá esta nueva peripecia. Pero estoy seguro de que proviene de la originalidad y el dinamismo de Dios+los jóvenes, me dejo llevar y me dispongo a disfrutar de cuanto de bueno nos depara, y a aprender lo que en este momento me hace falta.
Hay momentos en que me parece que estoy viviendo dentro de una película, uno de esos westerns con despiadados forajidos que campan a sus anchas con total impunidad por territorios lejanos e inhóspitos, donde las pobres gentes sufren las consecuencias de su codicia y su crueldad: asesinato del sheriff, robos masivos, asalto a la diligencia, falsificaciones de documentos...
Un país en llamas, descompuesto, espantado, pero sobre todo pesaroso y agotado. Cansado de la impunidad de sus políticos, de las mentiras, del imperio de los intereses particulares, de la arbitrariedad y el pelotazo. El Perú necesita una esperanza firme, una luz grande, una promesa. Este país no es estéril, el amanecer está en sus hombres y mujeres, ciertamente capaces de forjar un provenir mejor.
El bebé no sabe hablar, pero es la más elocuente Palabra que Dios grita, y hoy más que nunca, en esta tierra: calma, escucha, diálogo; pero también conciencia, integridad, veracidad; comprensión, encuentro, paz. Pero ante todo justicia.
En general hablamos demasiado. Nos propasamos y quedamos expuestos, desprotegidos y rendidos a lo irremediable. Es esencial para el equilibrio y la felicidad saber callar. Entrenar la sobriedad verbal y la prudencia; practicar la raíz cuadrada a todo lo que pugna por salir por nuestra boca, y que proviene de diferentes regiones de nuestro yo consciente e inconsciente
O catástrofe. O despropósito. O descalabro absoluto. Todos estos sustantivos valen para describir la educación en nuestra querida región Loreto, y acaso en todo el Perú. Este desastre viola groseramente el derecho a la educación, comienza a cerrar puertas a las personas ya desde niños, les cercena oportunidades de desarrollo, los arrincona en los márgenes de la desventura y condena a los pueblos, al país entero, a la mediocridad.
Diría que remonta dentro de mí, como un tenue amanecer lento y lejano, la fascinación por este pueblo y su silencio. Es el lugar del Vicariato donde la inculturación verdaderamente se sustanció, es acá que asoma una Iglesia con shungo indígena. Para mí, la posibilidad de realizar el sueño misionero original: vivir como ellos, hablar como ellos, comer como ellos, ser como ellos.