Antes y después de vacaciones todo el mundo sale a la palestra a dar consejos. Antes para azuzar a la gente para que las aproiv3cher para divertirse, pasarlo pipa, ser el rey del mambo. Después, para combatir el síndrome posvacacional. Los periodistas abren fuego, los psicólogos hacen el agosto en septiembre. El mundo moderno ha abandonado todo lo que no se puede verificar mediante experiencia metódica lo que lo ha sumido en un profundo desencantamiento que lo ha conducido a una imagen racional de si mismo que deja todo atisbo de mito y de irracionalidad a merced de la crítica. Tal vez para mucha gente, las vacaciones sean la ocasión de reencantar la vida desencantada. El problema viene cuando se olvida que las vacaciones son una parte de la vida normal y que la vuelta al trabajo es la continuación de esa vida norma. Ni en vacaciones se puede echar la casa por la ventana ni la vuelta al trabajo es el fin del mundo. Los días de vacaciones descubren unos aspectos y los de trabajo otros, pero ambos están imbricados de manera inseparable. Tanto los días de vacaciones como los días laborables son estímulos diferentes y ambos son partes integrantes de la vida.