"Saldos de usura"

Mientras caminamos nos invade una tristeza que nos empapa como un chaparrón, somos la lluvia y el tejado, y nos va royendo por dentro cuando ya las campanadas, bocanada de candor, que al atardecer quedaban colgadas en las copas de los árboles que coronaban la montaña, ya no suenan. El prestigio de los políticos se ha derrumbado pero el olvido del olvido, “recuerdos yacentes”, como el hacha tenaz del leñador, está ahí y “cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí” (Monterroso) contemplando impávido el paso del mundo que no pasa. Jadeamos de impotencia, empalagados de bellas y mentirosas palabras, nubarrones ramplones, “saldos de usura”, que carcomen nuestro orgullo. No pueden guardar silencio porque no tienen nada que decir. Se olvidan de nuestro territorio y de las autonomías de nuestro corazón. Quieren hacernos creer que le debemos un no sé qué que nos deben ellos a nosotros. Si escarbamos muy hondo dentro de nosotros mismos, a través de silencios oportunos, a pesar de los políticos, podremos llegar a la verdad maltrecha, abismo inefable, de ese país tan lejano por tan cercano.

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