Silencio, rumiar lo comprendido

Los verdaderos motores del Camino fueron siempre la curiosidad y la fe. La curiosidad impide quedar anclados y la fe da fuerza para echarse al camino y para seguir en momentos de desaliento y zozobra. La peregrinación es un viaje contra el anquilosamiento, contra el inmovilismo físico y espiritual.  El peregrino deja de oírse a si mismo para escuchar a los demás para comprenderse a sí mismo y puede ensanchar su conciencia al vivir nuevas experiencias de acontecimientos, de lugares y de situaciones que le eran ajenos. El peregrinaje es una conversación del peregrino con los otros peregrinos y consigo mismo, entre el peregrino y Dios. El silencio, necesario para rumiar lo comprendido, es una manera de hablar. Si hablar es articular lo comprendido, lo contemplado, lo escuchado, guardar silencio es una manera de hablar. El peregrinaje es una especie de vida a trozos, a la intemperie. A veces la peregrinación introduce orden en el caos y a veces introduce un poco de caos en el orden que asfixiaba al peregrino.

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