La carta

Ella le dijo en la cena: “Estoy enamorada de un hombre mayor que yo pero no sé cómo decírselo”. Él se quedó frío, casi inmóvil. Él la amaba desde el momento que la conoció. Los dos eran profesores en el mismo colegio. Al día siguiente una compañera habló con él y le dijo: El otro eres tú, idiota. Los dos vivieron la pasión bajo la dura tierra del silencio. Él también era organista en su parroquia. El sacerdote le dice, un año después de ella haber cambiado de colegio: hay una boda de campanillas, prepare un buen repertorio. Llegó el día. Estaba sentado al órgano, por la iglesia subía un río de gente, lágrimas de granito que brotaban de las raíces del mundo le caían por las mejillas. Música, grito el párroco. Pulsó la primera tecla que aspergió por el templo una nota acongojada. Se levantó y salió cuando aún vagaba por entre las columnas de la iglesia, ya sin fuerza, la primera nota. Pasó toda la noche vagando por la ciudad sin saber quién era ni qué estaba haciendo ni por qué. Cuando subía al coro, el sacerdote le había dicho: Se casa X [ella] con el científico que trabaja en X. El matrimonio se fue a vivir a donde él trabajaba. Ella, una semana antes de venir sola de vacaciones, le escribió una carta. Pd. Hacía tres años que la había recibido cuando me la enseño. La sabía de memoria.

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