La esperanza

Los montes verdes están, a trechos, inundados de la blancura de la hierba seca como un cuerpo desmembrado de luz, que hacen que el viajero camine deslumbrado y aturdido por el sueño de las piedras, como olvidos clavados en la tierra, que llegan hasta el fondo de los ojos como puñales. Al borde del sendero, flores de belleza insospechada como gotas de dolor inmaculado. El chillido de un pájaro, los gritos de un conejo despedazado por el raposo en un recoveco sombrío siembran la sospecha y traen, como máquinas de torturar el tiempo, los recuerdos del terror congelado de los cuentos de la infancia y de momentos que ya no nos pertenecen. La esperanza y la añoranza, gavillas de angustia, son con frecuencia el futuro congelado que entorpece el caminar enterrando los pies en la cal viva del presente palpable.

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