Lo lamemtaremos siempre

Hemos dicho un adiós multitudinario a Pepe, O Rizo. La gente charlaba casi en silencio a la sombra de los robles centenarios, guardianes de la capilla de San Antonio. Nos contábamos anécdotas vividas con Pepe, el último café juntos, el encuentro fortuito. El nos había contado su vida en Las Canarias, la ilusión con que hicieron la casa, la boda de sus hijos, la llegada de los nietos. A los pocos días de caer enfermo, le pregunté: ¿Qué tal, Pepe? Al menos hasta que los nietos hagan la primera comunión, nada podrá doblegarnos, me respondió. Adoraba a sus nietos y ellos: “Lo primero que hacen cuando llegan a casa es ir a dar un abrazo al abuelo”, me dijeron. Por la mañana, tomando café, me bastaba oírle: ¡Carallo!, para saber cuál era su opinión sobre lo que estábamos oyendo. Nunca se lo he oído exclamar a nadie con tantos y tan diferentes matices. Pepe, hay cosas que lamentaremos siempre no habérnoslas dicho nunca: Siempre te quise mucho

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