Este verano

El final del bullicioso verano va, poco a poco, constituyendo Loureses en un altar y en una niebla de silencio lleno de misterio. Las puertas se cierran, los patios se llenan de vacío y las casas son como mendigos vestidos de harapos. Uno busca inútilmente entre los rojos tomates y los verdes pimientos las huellas de los que ya marcharon y se queda mirando la ausencia. Uno se pregunta ¿qué hacer en la tarde que está siempre muriendo? En la noche se oye y se siente el rumor, quieto y fresco, del Eiroá, de los árboles, de las piedras, como un abrazo, tal vez como una canción trágica, de días, de años, de siglos, de siempre. Pero, como “en esa estancia sencilla y pulcra", todo está en su sitio. “Este verano, unos no vinieron, otros vinieron y no salieron de su casa. Ni fiestas ni reuniones. Todo ha terminado antes de empezar”, dijo alguien.

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