«Muchos movimientos y todos unidos en un mismo sentir, que es Jesucristo». Lo percibía María José, de la Orden Franciscana Seglar, sentada ya en la catedral de la Almudena a la espera del inicio de la Misa Jubilar de los Movimientos, Asociaciones y Nuevas Comunidades, este sábado 7 de junio. Y así resumía lo que en este día habían experimentado los participantes en el jubileo y en la Jornada del Apostolado Seglar, al que estaban invitados más de 60 realidades de Iglesia presentes en la diócesis.
Como decía Ángela (23 años, imagen inferior a la derecha) de la Obra San Juan de Ávila, integrante del coro, «se vive un sentimiento de Iglesia; se agradece ver tantos movimientos unidos, cada uno con su carisma distinto, pero al final formamos todos la Iglesia». Había participantes incluso de otras diócesis, como Carlos, que camina en Fe Católica, de estudio de la Biblia y estaba en el jubileo invitado por un amigo. «La Misa es lo más importante», aseguraba, pero lo que le había impresionado fue la conferencia de la mañana a cargo Juan Carlos Carvajal, vicerrector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, sobre la esperanza.

María, joven de 25 años de Cursillos de Cristiandad, la resumía en que la auténtica esperanza está en «la buena noticia de la Resurrección de Cristo» y en la «participación de la vida eterna, el mayor de todos los dones». Y así es como la fe pasa de «estar puesta en un Dios "máquina expendedora" de necesidades, a una fe estable y madura», contaba la joven.
Igual que a María, que acudía al jubileo respondiendo a la llamada del cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, de «vivir nuestra fe en la Iglesia diocesana», habían ido Susana, Fernando y cuatro de sus cinco hijos, del Movimiento Familiar Cristiano. «Hemos percibido mucho deseo de conocerse entre todas las realidades», y en esto tenía mucho que ver la parte del compartir en grupos, para ellos de mucha intensidad. «Hemos experimentado eso que decía san Pablo, “animaos en la fe”».

«Unidos como los apóstoles en Pentecostés»
El rojo litúrgico anunciaba la gran solemnidad de la Eucaristía, en el día en que la Iglesia universal celebra Pentecostés (este sábado, en forma de vigilia). Una veintena de sacerdotes que acompañan a los movimientos concelebraban junto al cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, además de vicarios episcopales. Asimismo, se encontraba la directora del Secretariado de Apostolado Seglar, Susana Arregui (imagen inferior), y el secretario técnico de la Comisión Episcopal de Laicos, Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Española, Luis Manuel Romero.
A los pies del altar se colocaban los carteles de cada uno de los movimientos presentes, entre ellos Anfe, focolares, Hermandades del Trabajo, Amistad en Cristo con María, Vida Ascendente, Red mundial de Oración del Papa, Movimiento Cultural Cristiano, Movimiento Teresiano Apostólico, Talleres de Oración y Vida, Movimiento Apostólico de Schoenstatt, HOAC, Grupos de oración y amistad…

«Es una alegría estar en esta vigilia con vosotros aquí», comenzaba el cardenal Cobo la homilía, «unidos como los apóstoles en Pentecostés», cada uno con «su carisma, con su toque, con su ministerio». Y destacaba la comunión que se hacía vida en la catedral entre todos, «dispuestos a responder a la misión de dar testimonio de Cristo sin tregua». La comunidad diocesana, observaba, está llena de movimientos y «todos apuntamos a algo» que ya se ha iniciado este curso, «la importancia del descubrimiento de la vocación bautismal, de la vocación laical como una aportación especial» a la diócesis. «Para esta empresa os necesito especialmente».
«Tenemos mucha suerte en nuestra diócesis por tanta riqueza y pluralidad de vida cristiana», reconocía el arzobispo de Madrid. Algo que «es un gozo pero también una gran responsabilidad», porque «tenemos el reto de continuar unidos en la comunión de la Iglesia, y así escuchar juntos lo que el Espíritu espera de la Iglesia de Madrid en el mundo de hoy».

Signos de esperanza
El cardenal Cobo añadía, aludiendo al Año Jubilar, que «estamos llamados a ser signos de esperanza, en vuestros hogares, en medio de vuestros movimientos y comunidades, pero sin encerraros en cada uno de ellos, sino sabiendo que cada realidad eclesial está llamada a ser una puerta que acceda a la totalidad de la Iglesia». Igulamente afirmaba que «en vuestras manos está el que podamos avanzar hacia una Iglesia más pobre [entendido como despegada de poder humano], más humilde y atenta a los signos de los tiempos, más sinodal, mas participativa y menos clerical, y más misionera». Porque los movimientos «estáis llamados» a las periferias del dolor, del pecado, de la miseria, revelaba.
Para concluir, el arzobispo de Madrid hacía «dos subrayados de respuesta a este Pentecostés» para los presentes. El primero, mirar y escuchar la misión «más allá de la mirada de nuestros movimientos». Solo «desde la comunión efectiva y afectiva» con el Papa, el obispo, la Iglesia diocesana, «vuestro apostolado dará fruto». Y en segundo lugar, la complementariedad. En la «gran sinfonía de carismas de la diócesis», manifestaba, «os invito a seguir haciendo todo lo posible para que vuestros carismas permanezcan siempre al servicio de la unidad de la Iglesia».
La celebración concluía con el envío misionero de los laicos «para que seáis testigos del Resucitado que anuncia la paz». El cardenal Cobo agradecía a los movimientos su trabajo por la comunión «y por hacer posible que el rostro de Cristo en la Iglesia siga teniendo estos magníficos colores a través de vosotros».
