El arzobispo de Madrid invit a dejarse transformar por el Espíritu José Cobo llama a la unidad en Pentecostés: "Donde hay divisiones, el testimonio se debilita"

José Cobo celebra Pentecostés
José Cobo celebra Pentecostés

"Dos mil años después seguimos necesitando paz en medio de la violencia, envío en medio del encierro y perdón donde tantas veces triunfa el rencor"

El arzobispo de Madrid invitó a la diócesis a dejarse transformar por el Espíritu para ser presencia viva del Evangelio en medio del mundo y agradeció la riqueza y pluralidad de la comunidad eclesial madrileña

Paz, envío y perdón: el arzobispo recordó que el Espíritu se comunica en tres palabras que "resumen el Evangelio y definen el cristianismo"

El rojo litúrgico ha vestido el templo como símbolo del fuego del Espíritu, el cumplimiento de la promesa de Jesús: el don del Espíritu Santo

(Archimadrid).- «Dos mil años después hemos seguido necesitando paz en medio de la violencia, envío en medio del encierro y perdón donde tantas veces triunfa el rencor». Con estas palabras, el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, ha comenzado su homilía en la celebración de la fiesta de Pentecostés, este 8 de junio en la catedral de la Almudena.

El arzobispo de Madrid ha invitado a la diócesis a dejarse transformar por el Espíritu para ser presencia viva del Evangelio en medio del mundo. El rojo litúrgico ha vestido el templo como símbolo del fuego del Espíritu, el cumplimiento de la promesa de Jesús: el don del Espíritu Santo.

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Ya en la vigilia celebrada este sábado junto a los Movimientos, Asociaciones y Nuevas Comunidades, el cardenal agradeció la riqueza y pluralidad de la comunidad eclesial madrileña: «Es una alegría estar con vosotros aquí, unidos como los apóstoles en Pentecostés, cada uno con su carisma, con su toque, con su ministerio». Ha subrayado la importancia de la vocación bautismal y la misión laical, que —ha dicho— se ha ido redescubriendo a lo largo de este curso como una aportación imprescindible para la vida de la diócesis.

Así, en la homilía de este domingo, el cardenal ha profundizado en el sentido teológico y existencial de Pentecostés, recordando que el relato de los Hechos comienza diciendo: «Al cumplirse el día de Pentecostés…». Según ha explicado, esta expresión no alude solo a una fecha, sino a un tiempo lleno de significado, «como si todo lo que Jesús había prometido encontrara por fin su plenitud». Ese cumplimiento —ha indicado— implica un antes y un después: una irrupción del Espíritu que transforma la historia, no como un fenómeno superficial, sino como «un terremoto del alma imposible de medir con instrumentos humanos». El arzobispo ha presentado cinco claves esenciales para comprender y acoger hoy el don del Espíritu:

Paz, envío y perdón

El arzobispo ha insistido en que el Espíritu se comunica en tres palabras que «resumen el Evangelio y definen el cristianismo»

– Paz, porque «el miedo paraliza, pero la paz del Resucitado nos vuelve a poner en pie»

– Envío, porque «no se trata de quedarse en la seguridad de la casa, sino de salir, de ir, de arriesgar».

– Perdón, porque «el amor cristiano se mide por la capacidad de perdonar incluso cuando no tiene sentido humano hacerlo».

El Espíritu armoniza las diferencias

Recordando el pasaje de las lenguas de fuego en los Hechos, Cobo ha afirmado que «el Espíritu no anula las diferencias, las armoniza». Ha insistido en que la unidad de la Iglesia no significa uniformidad, sino sinfonía: «La Iglesia, desde Pentecostés, está llamada a ser universal, pero con una sola gramática: la del amor de Dios». Un lenguaje, ha añadido, que comprenden todos: «el africano y la abuela gallega, el joven japonés y la campesina andina».

Cobo, a los movimientos: "Tenemos el reto de continuar unidos en la  comunión de la Iglesia, y así escuchar juntos lo que el Espíritu espera de  la Iglesia"

La unidad frente a la división

En las palabras de san Pablo a los corintios, el cardenal ha recordado que «una Iglesia dividida no deja hueco al Espíritu». Ha denunciado las divisiones internas como un obstáculo grave para el testimonio: «Donde hay divisiones, el testimonio se debilita, el mensaje se desdibuja. Solo el Espíritu de comunión hace creíble el Evangelio».

Abrirse al Espíritu como dulce huésped del alma

De la misma forma, ha pedido que el Espíritu Santo entre hasta lo más profundo de la Iglesia y de cada uno: «Pidamos al dulce huésped del alma que visite los rincones más oscuros y escondidos de su Iglesia». Ha invitado a dejarse sanar por el Espíritu, reconociendo que «no tendremos otro título de vanagloria que nuestra igual dignidad de bautizados, testigos y discípulos misioneros».

Pentecostés como inicio de la misión

Para concluir, ha destacado que Pentecostés marca el fin del tiempo pascual y el inicio de la misión de la Iglesia. «Es el fuego que no destruye, sino que impulsa», ha dicho. Como aliento de Dios, el Espíritu renueva y recrea: «Él ora en nosotros cuando ya no nos salen las palabras. Él hace nuevas todas las cosas, aun cuando creemos que todo está perdido». «Que nuestras vidas, nuestras comunidades, nuestras Iglesias, puedan ser testigos vivos de la paz que reconcilia, del envío que impulsa, y del perdón que libera».

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