Clausura del Año Jubilar de la Esperanza
El arzobispo de Madrid cierra el año jubilar con una llamada a las familias: "Poneos en pie, cuidad la vida y caminad juntas"
Clausura del Año Jubilar de la Esperanza
(Archimadrid).- La catedral de Santa María la Real de la Almudena ha acogido este domingo, 28 de diciembre, la Eucaristía en la Jornada de la Sagrada Familia, una celebración que este año ha coincidido con la clausura del Año Jubilar de la Esperanza en la archidiócesis de Madrid. Presidida por el cardenal José Cobo Cano, arzobispo de Madrid, acompañado por los obispos auxiliares Juan Antonio Martínez Camino y Vicente Martín Muñoz, vicarios, sacerdotes y delegados episcopales, las numerosas familias y fieles que han acudido al templo, han recibido una clara invitación: «Levántate». Más de dos millones de personas que han pasado en este Año Jubilar por la catedral y más de quinientas mil han participado en celebraciones jubilares, peregrinaciones y encuentros. Un año de gracia marcado por la conversión, la solidaridad y el compromiso social, especialmente con los más pobres, que ha concluido con una acción de gracias por la comunión vivida y el deseo de mantener encendida la llama de la esperanza en la vida personal y comunitaria.
En tiempo de Navidad, la homilía del arzobispo no condujo a una escena amable o idealizada, sino a la noche real del Evangelio: la huida, el peligro, la incertidumbre. Y ahí, en esa noche, Dios no ofrece largas explicaciones. Dice una sola palabra. Y José obedece. El cardenal Cobo situó el centro de su reflexión en el Evangelio de la huida a Egipto. «No una noche romántica o poética —subrayó—, sino la noche en la que hay que salir deprisa, cuando no todo se entiende». En ese contexto, José recibe una orden clara: levántate. Y lo hace sin negociar, sin pedir seguridades. Se pone en camino con María y el Niño. Así comienza la salvación: con alguien que decide fiarse». Ese levántate, explicó el arzobispo, resuena hoy con fuerza al clausurar el Jubileo en la catedral y al celebrarse la fiesta de la Sagrada Familia, «profecía y esperanza para nuestro mundo».
El cardenal describió una sociedad marcada por el ensimismamiento, donde se pierde el rostro del otro, y por una cultura que analiza sin decidir, rica en discursos pero pobre en compromisos. «Hasta cuesta comprometerse en el matrimonio», afirmó. A ello se suma —señaló— la normalización del descarte: migrantes, pobres y personas frágiles convertidas en cifras. Recordando que la familia de Nazaret fue exiliada, sin papeles ni garantías, el arzobispo advirtió cómo se besa al Niño migrante en Navidad, pero se olvidan las iniciativas de regularización o se cuestionan a las familias que hoy huyen para proteger la vida. «Como Herodes, se termina protegiendo el sistema antes que la vida». El resultado de este triple encierro es un cansancio interior que adopta formas diversas —«miedo, comodidad, indiferencia»— y que, al final, nos deja sentados.
Como Herodes, se termina protegiendo el sistema antes que la vida
Frente a esa parálisis, el cardenal subrayó el verbo que ha marcado el Jubileo y el Evangelio: levantarse. «El Jubileo comenzó cuando alguien se pone en pie y deja de vivir a ras de la desesperanza». No ha sido un tiempo para huir de la noche, sino para abrir camino dentro de ella. José —recordó— enseña a pasar del corazón atento a las manos obedientes. La fe auténtica se mueve, protege a los vulnerables y toma decisiones concretas, incluso cuando eso implica precariedad o exilio. «No basta escuchar —afirmó—: llega un momento en que la Palabra pide cuerpo».
Durante su homilía, el cardenal Cobo desgranó algunas claves concretas para vivir esta llamada hoy:
-Levántate del miedo que paraliza.
-Levántate para proteger la vida amenazada.
-Levántate para defender a los pobres y a quienes aún persigue Herodes.
-Levántate para obedecer, aunque no lo entiendas todo.
-Levántate con tus hermanos, escucha y poneros en camino: Dios ya va delante.
Para concluir, el arzobispo hizo balance del Año Jubilar “Peregrinos de la Esperanza”, que ha supuesto un tiempo de profunda renovación espiritual para la diócesis. Más de dos millones de personas han pasado por la catedral de la Almudena a lo largo del año, y más de quinientas mil han participado directamente en celebraciones jubilares, peregrinaciones y encuentros. «No damos gracias por los números —matizó—, sino por los rostros, las historias y los caminos compartidos». El Jubileo, afirmó, ha devuelto a lo esencial de la esperanza: la certeza de que Cristo sigue encarnado y presente en nuestra historia.
No ha sido casual —señaló— que esta clausura coincidiera con la fiesta de la Sagrada Familia. Jesús entra en la historia desde la fragilidad: Belén, el éxodo, la migración. Así se revela el estilo de Dios, que no salva desde el poder, sino desde la fragilidad custodiada. La familia de Nazaret no se encierra: sale, confía y protege la vida con lo poco que tiene. En un mundo que somete a las familias a la prisa, la soledad y la precariedad, la Sagrada Familia recuerda que la familia es lugar de esperanza cuando camina unida. No es santa por ser perfecta, sino por permanecer fiel al camino abierto en Nazaret. El cardenal agradeció de modo especial la labor de la Delegación de Familia y Vida y el trabajo conjunto con Cáritas y otras delegaciones diocesanas en el acompañamiento a las familias.
Para finalizar, mostró a la Iglesia como familia en éxodo, una familia de familias que camina. El Evangelio termina con un regreso, pero no se vuelve igual. Tampoco el Jubileo termina con el cierre de una puerta. «Comienza —dijo— cuando se abren caminos para todos». «Como José, en silencio. Como María, guardando esperanza. Como Jesús, creciendo en lo oculto. Y con una certeza que atraviesa todo el camino: la esperanza no defrauda».
Al finalizar la celebración, los delegados episcopales de Familia y Vida de la archidiócesis, María Bazal y José Barceló, leyeron la monición explicativa sobre el sentido de la entrega de los Iconos de la Sagrada Familia, que fueron bendecidos por el cardenal arzobispo de Madrid. Estos iconos recorrerán las casas de familias representantes de las ocho vicarías territoriales, así como de movimientos y asociaciones familiares, formando una verdadera cadena de oración que se prolongará hasta el Encuentro Diocesano de Niños, previsto para mayo de 2026. Las familias que deseen unirse a esta peregrinación espiritual pueden hacerlo siguiendo el guion de oración familiar disponible en la web de la Delegación de Familia y Vida (www.delfam.es).
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