Barcelona, Compostela o Málaga, algunos de los ejemplos Las diócesis rinden cuentas de cara al Día de la Iglesia Diocesana

Cartel del Día de la Iglesia Diocesana
Cartel del Día de la Iglesia Diocesana CEE

Según la memoria anual de actividades, la Iglesia Archidiocesana de Barcelona, junto a la acción tanto de la Cáritas Diocesana de Barcelona como de Manos Unidas Barcelona, ha aumentado hasta 507.846 las personas atendidas en su actividad caritativa y asistencial

Satué denunció el problema de la falta de vivienda en Málaga que afecta a toda la sociedad y especialmente a los más vulnerables, recordando los recursos que la Iglesia, a través de Cáritas, pone a disposición de toda la sociedad para paliar las situaciones más dramáticas de personas sin hogar

Prieto (Compostela) comienza su carta apelando a la necesidad de regresar a las raíces de la fe, a esa esencia que define a la comunidad cristiana y la nutre espiritualmente. “Ser cristiano es una vocación, no una inscripción”, subraya, recordando que todo bautizado está llamado a ser “discípulo y testigo” de Cristo

Con motivo del Día de la Iglesia Diocesana, numerosas diócesis están rindiendo cuentas de su misión ecónomica, social y pastoral en España. Así, la Iglesia Archidiocesana de Barcelona, junto a la acción tanto de la Cáritas Diocesana de Barcelona como de Manos Unidas Barcelona, ha aumentado hasta 507.846 las personas atendidas en su actividad caritativa y asistencial. Esto significa un aumento respecto a 2023 de 56.587 beneficiarios, un 12,5% más.

También han aumentado los centros de atención directa, de los 432 a los 455. En la actualidad, la actividad caritativa y asistencial de la archidiócesis llega a cerca del 19% de su población, que es de 2,7 millones. Cerca de 1 de cada 5 habitantes de la archidiócesis están atendidos por la Iglesia.

Creemos. Crecemos. Contigo

Si se excluye el dinero movilizado por las entidades asistenciales de la diócesis, el presupuesto de la Iglesia Archidiocesana de Barcelona es de 56,4 millones. Sobre este total, 26,5 millones se dedican a la mejora y el mantenimiento de los edificios y de la red parroquial. El gasto de personal (clero y laicos) para atender a toda la Iglesia en la archidiócesis barcelonesa es de 13,2 millones. Finalmente, se ha decidido consolidar la capacidad de financiación hasta los 7,3 millones para poder continuar en un futuro las mejoras iniciadas y, en su caso, afrontar gastos extraordinarios y/o imprevistos.

En cuanto a los ingresos en la archidiócesis las aportaciones de los fieles se acercan a los 19 millones de euros, 16,6 millones son de otros ingresos corrientes, 10 millones de la asignación tributaria y 7,4 millones de ingresos patrimoniales, entre otros.

La Iglesia de Barcelona destina 31,6 millones de euros a la acción social y  pastoral

Por su parte, la Iglesia de Málaga realiza un ejercicio de acción de gracias y de transparencia ofreciendo a los fieles y a la sociedad en general su memoria anual, que incluye la cuenta de resultados del último ejercicio. En la rueda de prensa celebrada este miércoles, el Obispo de Málaga y el delegado para Asuntos Económicos han explicado los principales datos de la labor que llevó a cabo la Diócesis el año pasado y han detallado el origen y el destino de los 36 millones de euros que conforman el presupuesto del último ejercicio.

Las cifras de la labor eclesial se engloban en primer lugar en el apartado de anuncio de la fe; que incluye la actividad pastoral que llevan a cabo 300 sacerdotes, casi 700 religiosas y religiosos, 140 monjas de clausura o 4.500 catequistas; pasando por la actividad educativa, con 30 colegios diocesanos y 45 de otras instituciones religiosas donde estudian en total 37.000 alumnos; hasta la actividad misionera, con 170 misioneros y 19 familias en misión, entre otras.

Satué, en Málaga

En cuanto a la actividad celebrativa, en 2024 se llevaron a cabo en torno a 5.000 bautizos y otras tantas primeras comuniones, 8.500 confirmaciones o 1.000 matrimonios. Unos valores que se mantienen en los mismos términos en los últimos 5 años.

Esta fe vivida tiene, además, una concreción en la actividad caritativa y asistencial que realiza la Iglesia de Málaga, con 175 centros para mitigar la pobreza, 14 casas de ancianos, enfermos crónicos y personas con discapacidad, 5 centros para la promoción de la mujer y para las víctimas de la violencia, entre otros centros para asistencia a migrantes, refugiados y prófugos, centros de menores y jóvenes o de rehabilitación para drogodependientes. En total, casi 52.000 personas atendidas en la diócesis en 209 centros. Un trabajo que se realiza en las parroquias y a través de instituciones como Cáritas, con 1.400 voluntarios. En cuanto a la cooperación al desarrollo en el mundo, destaca la cifra de 100 voluntarios de Manos Unidas que llevan adelante 19 proyectos de cooperación por un importe de 860.000 euros.

En este sentido, el obispo de la Diócesis, José Antonio Satué, en su carta para el Día de la Iglesia Diocesana, titulada "La Iglesia, una gran familia", ha querido dar gracias a Dios «por quienes sois solidarios con vuestros hermanos, por los que trabajáis en Cáritas, Manos Unidas y tantas otras organizaciones, porque sois Iglesia; por los que cuidáis con generosidad nuestros templos y celebraciones y a tantos laicos y laicas comprometidos en la familia, la parroquia, la hermandad, el trabajo, la economía, la política, el pueblo, el barrio y en el cuidado de la casa común en la que vivimos, porque sois Iglesia. Esta gran familia cuenta contigo, porque tú eres Iglesia» –ha afirmado–.

Asimismo, Mons. Satué denunció el problema de la falta de vivienda en Málaga que afecta a toda la sociedad y especialmente a los más vulnerables, recordando los recursos que la Iglesia, a través de Cáritas, pone a disposición de toda la sociedad para paliar las situaciones más dramáticas de personas sin hogar. 

Francisco Prieto

Bajo el lema «Tú también puedes ser santo», la Iglesia celebra este domingo 9 de noviembre el Día de la Iglesia Diocesana. Con motivo de esta jornada, el arzobispo de Santiago, monseñor Francisco José Prieto Fernández, ha dirigido una carta pastoral publicada en la revista Nuestra Iglesia, en la que invita a los fieles a vivir «la sinodalidad de la santidad» desde la vida cotidiana y comunitaria.

En su mensaje, el prelado recuerda que la santidad no es un privilegio reservado a unos pocos, sino una vocación universal que alcanza a cada persona en su realidad concreta: «La santidad es la plenitud de vida cristiana a la que todos estamos llamados, cada uno desde su propia vocación y estado de vida», escribe.

Monseñor Prieto comienza su carta apelando a la necesidad de regresar a las raíces de la fe, a esa esencia que define a la comunidad cristiana y la nutre espiritualmente. “Ser cristiano es una vocación, no una inscripción”, subraya, recordando que todo bautizado está llamado a ser “discípulo y testigo” de Cristo.

Día de la Iglesia Diocesana 2025
Día de la Iglesia Diocesana 2025

Desde esa conciencia, el arzobispo propone vivir una Iglesia “sinodal”, es decir, una comunidad que camina unida, sin exclusiones ni particularismos, compartiendo la misión evangelizadora en todos los ámbitos: parroquias, movimientos, comunidades y familias.

La santidad del día a día

El prelado compostelano insiste en que la santidad no se alcanza en gestos heroicos o experiencias extraordinarias, sino en la fidelidad y el amor con que se vive lo ordinario: el trabajo, los estudios, la familia, las relaciones personales y el compromiso social.

En su carta cita al papa Francisco, quien en su exhortación Gaudete et exsultate habla de “la santidad de la puerta de al lado”, aquella que se refleja en los padres que crían a sus hijos con amor, en los hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo.

Una comunidad acompañada por los santos

El arzobispo pone de relieve que el camino de la Iglesia no es solitario, sino acompañado por una “gran nube de testigos” que han vivido con radicalidad el amor a Dios y al prójimo. Son los santos, los “amigos de Dios”, como los llamaba Benedicto XVI, cuya vida -a menudo marcada por pruebas y sufrimientos- es fuente de inspiración, consuelo y esperanza para los creyentes de hoy.

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