Ponencia del arzobispo emérito de Viena en la Urbaniana ante más de 190 neo-obispos Schönborn, a los nuevos obispos: "El pastor pertenece a su rebaño"

El cardenal Christoph Schönborn, arzobispo emérito de Viena, ha dado inicio a su ponencia en el Aula Magna de la Pontificia Universidad Urbaniana ante más de 190 obispos de reciente nombramiento
Procedentes de los cinco continentes, los obispos están siguiendo en Roma los cursos de formación preparados para ellos por los dicasterios de la Curia Romana
Schönborn ha hablado de obispos sorprendentes, como el jesuita alemán Eduard Profittlich, primer arzobispo católico de Tallin, Estonia, quien murió en una prisión soviética por mantenerse junto a su rebaño cuando la Unión Soviética extendió su control en el país
El cardenal dominico, que el pasado mes de enero cumplió 80 años, ha entretejido su ponencia con consideraciones y sugerencias para los nuevos obispos desde su larga experiencia como teólogo, profesor y sucesor de los apóstoles sobre temas como la relación del obispo y sus sacerdotes y seminaristas, la política, las mujeres o los pobres
Schönborn ha hablado de obispos sorprendentes, como el jesuita alemán Eduard Profittlich, primer arzobispo católico de Tallin, Estonia, quien murió en una prisión soviética por mantenerse junto a su rebaño cuando la Unión Soviética extendió su control en el país
El cardenal dominico, que el pasado mes de enero cumplió 80 años, ha entretejido su ponencia con consideraciones y sugerencias para los nuevos obispos desde su larga experiencia como teólogo, profesor y sucesor de los apóstoles sobre temas como la relación del obispo y sus sacerdotes y seminaristas, la política, las mujeres o los pobres
(Agencia Fides).- En 1940, cuando la Unión Soviética extendió su control sobre Estonia y los demás países bálticos, el jesuita alemán Eduard Profittlich, primer arzobispo católico de Tallin, pudo haber regresado a Alemania. Sin embargo, decidió quedarse porque, según él, «el pastor pertenece a su rebaño». Menos de dos años después, murió en una prisión soviética.
El pasado sábado, 6 de septiembre, el arzobispo Profittlich fue proclamado beato. La liturgia de beatificación, celebrada en Tallin, en la Plaza de la Libertad, fue presidida por el cardenal Christoph Schönborn, arzobispo emérito de Viena.
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Dos días después, el lunes 8 de septiembre, el cardenal austriaco partiendo precisamente del martirio de Profittlich ha dado inicio a su ponencia en el Aula Magna de la Pontificia Universidad Urbanianaante más de 190 obispos de reciente nombramiento, procedentes de los cinco continentes, que estos días están siguiendo en Roma los cursos de formación preparados para ellos por los dicasterios de la Curia Romana.

Schönborn ha compartido con los presentes las palabras con las que el arzobispo mártir de Tallin había abrazado hasta el final su vocación, citando una frase de sus escritos: «Cuando finalmente tuve claro que debía quedarme, mi alegría fue tan grande que, movido por la alegría y la gratitud, recé el Te Deum...».
A continuación, el cardenal dominico, que el pasado mes de enero cumplió 80 años, ha entretejido su ponencia con consideraciones y sugerencias para los nuevos obispos desde su larga experiencia como teólogo, profesor y sucesor de los apóstoles.
«No fue fácil para mí, después de 28 años de vida religiosa», ha confesado el cardenal, perteneciente a la Orden de los Frailes Predicadores, «convertirme en obispo, sin la comunidad de hermanos del monasterio. Me alegró – ha añadido inmediatamente- la noticia de que el papa León no desea vivir solo en el Palacio Apostólico, sino que quiere llevar una vita communis, una vida en comunidad con otros tres o cuatro hermanos de su orden agustina».
El cardenal ha citado otros casos de obispos que le sorprendieron por su decisión de ejercer su ministerio favoreciendo un clima de fraternidad y benevolencia. En Lisboa, ha recordado, «en la casa episcopal viven el arzobispo, los obispos auxiliares, el canciller... Viven en una casa, comparten tanto la mesa como la oración». En Awka, Nigeria, «la mesa del obispo estaba abierta a los sacerdotes que pasaban por allí. Era algo muy animado». Mientras que hay «tristeza» cuando una diócesis está dividida y reina un clima de desconfianza.
«Me llevó años», ha confesado el cardenal teólogo, «liberarme de los prejuicios que querían “inyectarme” cuando se utilizan con demasiada precipitación categorías y etiquetas del tipo: izquierda-derecha, tradicionalista-progresista, a favor de mí-en contra de mí... Poco a poco, he conseguido dejar de lado estas “etiquetas” y ver a los hombres, a los sacerdotes, a los demás obispos simplemente como hermanos en Cristo». «¿Cómo puedo», ha añadido, «ser pastor, si yo mismo quiero anticiparme al juicio de Cristo tratando de separar las ovejas de las cabras? El papa Francisco nos lo recordaba tan a menudo: ¡todos, todos, todos! «¿Quién eres tú para juzgar?».
"¿Cómo puedo ser pastor, si yo mismo quiero anticiparme al juicio de Cristo tratando de separar las ovejas de las cabras?"
Cercanía con los sacerdotes y seminaristas
En las diócesis -ha continuado el cardenal- «los sacerdotes deben sentir que el obispo los aprecia, los estima y los ama». No deben «esperar meses» para tener una cita con su obispo, sino que sería útil fijar «un día a la semana para que los sacerdotes se reúnan con el obispo».
En lo que respecta a los sacerdotes, los obispos también están llamados a ejercer su función de jueces y a castigar los abusos cometidos por miembros del clero. «La verdad y la misericordia», ha señalado el cardenal, «van de la mano. Es grave que los obispos simplemente abandonen a sus sacerdotes cuando cometen un delito. También es grave que no los lleven al arrepentimiento, a la expiación o a la disposición a cumplir la pena, o que incluso encubran sus delitos». Y, en cualquier caso, «el hermano que ha cometido un delito sigue siendo mi hermano, precisamente porque se ha equivocado».
Además, si es posible -ha sido otra sugerencia del cardenal-, el obispo debería conocer personalmente a sus seminaristas. «Cada año -ha contado- ofrecía a mis seminaristas la posibilidad de participar en una semana de estudio y vacaciones. Se trataba de una herencia de mi profesión académica. Durante esas semanas leíamos a grandes maestros como Tomás de Aquino o Agustín, John Henry Newman o Ratzinger». Una iniciativa -ha admitido- que se puede proponer mucho más fácilmente «en un seminario como el de Viena que en el Bigard Memorial Seminary de Enugu, en Nigeria, que cuando lo visité tenía más de 900 seminaristas».

Las relaciones con la política
En sus diferentes contextos, los obispos se ven obligados a lidiar con los protagonistas y las dinámicas de la política, ha reconocido el Cardenal Schönborn. Ha contado a los presentes que vivió esta experiencia en uno de los países que en su día se definían como “católicos” y que en las últimas décadas se han visto envueltos en procesos radicales de secularización. «Siempre me ha impresionado», ha añadido el arzobispo emérito de Viena, «cómo el Papa Benedicto, de manera clara y con visión de futuro, podía identificar elementos positivos en este desarrollo. La Iglesia no quiere ni puede crear un Estado político de Dios».
En el ámbito de la política, el cardenal ha aconsejado a los nuevos obispos que «cuiden las buenas relaciones con los parlamentarios creyentes», recordando que «no debemos hacer política, ellos son los representantes del pueblo que los ha votado».
En muchos países, ha añadido, los políticos y parlamentarios de fe católica «se encuentran en posiciones minoritarias» y «no deben sentirse abandonados por sus obispos». Además, siempre conviene buscar convergencias con «fuerzas políticas que no comparten nuestra fe, pero que defienden nuestros principios humanos fundamentales. Por ejemplo, en la lucha contra la eutanasia». Y, cuando sea posible, hay que encontrar «puntos de vista comunes con otras comunidades religiosas», siguiendo el ejemplo dado por el papa Francisco «a través de su amistad con el jeque Al-Tayyeb de la Universidad Al-Azhar de El Cairo».
Las mujeres, los pobres
Entre los jóvenes de las numerosas escuelas que ha visitado, el cardenal Schönborn ha contado haber experimentado una «incomprensión casi total» por el hecho de que «en la Iglesia católica las mujeres no puedan acceder a los ministerios ordenados». Ha añadido que a muchos de los nuevos obispos se les pedirá que «alcen la voz» contra esta práctica. «Creo firmemente», ha aclarado el cardenal, «que la doctrina de la Iglesia sobre este punto es inmutable, como constató el Papa Juan Pablo II, refiriéndose a una tradición bimilenaria y diciendo claramente: 'No tengo ningún poder para cambiarla'».
Ha continuado explicando que esto se debe a que «la elección de los doce por parte de Jesús y la tradición ininterrumpida de que esto representa una disposición vinculante de Jesús seguirá siendo válida también en vuestra generación». Sin embargo, ha señalado que todo ministerio apostólico «se vive en el sentido y en el Espíritu de Jesús, que nunca habría tratado a las mujeres con suficiencia, desprecio o prepotencia. ¡Cuántas veces he experimentado esto entre nosotros, los clérigos!». Por eso, ha ejemplificado el cardenal, «debe haber mujeres en los organismos de nuestras diócesis: ¡en los seminarios sacerdotales! En el Consejo Episcopal, y también al frente de las numerosas pequeñas comunidades». El cardenal ha recordado que la primera comunidad paulina en Europa se reunía «en la hermosa casa de Lidia, en Filipos». Y hoy, ha añadido, «¡cuántos 'recintos' en América Latina están dirigidos por mujeres, sin ningàun tipo de competición con los sacerdotes!».
El cardenal ha concluido su intervención recomendando a los nuevos obispos que se mantengan en comunión con los pobres, no solo para evitar “darles 'discursos piadosos' sin conocer su vida real», sino sobre todo para recibir el apoyo y la orientación de sus testimonios de fe.
«Nunca olvido», ha contado el cardenal, «al musulmán marroquí que vendía pañuelos en las afueras de Roma para poder enviar un poco de dinero a su familia... '¿Cómo va?', le preguntaba siempre. 'Tout va bien', respondía, y señalaba al cielo».

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