Sagrada familia. Quisieroncasar a Jesús, él se negó
Como he mostrado en mi comentario de Marcos, donde explico el caso con cierta extensión, parece que sus familiares, llevando con ellos a su madre, quisieron casarle. Así lo muestra este pasaje:
Sus familiares vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí. 22Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».
Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. 32La gente que tenía sentada alrededor le dice: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». 33Él les pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?». 34Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. 35El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».
-- Introducción: casa-iglesia (Mc 3, 20). En ella está Jesús, rodeado por el pueblo (okhlos) que le busca (3, 20) empezando por la muchedumbre inmensa de la orilla del mar (poly plethos: 3, 7-8). Todo lo que sigue se refiere a esta casa donde él se instala con los suyos, a pesar de la condena de unos (escribas) y el intento de raptarle de otros (familiares). En ella define Jesús su familia como corro de personas que cumplen con él la voluntad de Dios (cf. 3, 34-35) .
-- En los extremos de la escena (Mc 3, 21.31-35) están los familiares (madre y hermanos, no padre) que le toman por loco y pretenden sacarle de esa casa, que no es buena, para llevarle a la suya, la del buen matrimonio. Se sienten postergados por Jesús y se creen con derecho para imponerle su criterio de familia. Posiblemente hay en la escena un recuerdo prepascual. Pero el texto se refiere más directamente al tiempo de la iglesia: los parientes de Jesús han querido controlar y mantener su herencia en la iglesia, en el contexto de Jerusalén y de las tradiciones israelitas.
-- En el centro queda la acusación de los escribas (Mc 3, 22-30), representantes del judaísmo de ley y templo controlado por Jerusalén (de donde bajan: 3, 22). Creen que Jesús ha roto el orden de la casa de Israel y le acusan (a él y a los suyos), diciendo que su acción y grupo nace de Satán. Asumen así el reto de Jesús (que había curado en la sinagoga al hombre con espíritu impuro: 1, 23), acusándole de poseso (3, 22.30); pero Jesús responde defendiéndose y acusando a sus acusadores de pecado contra el Espíritu Santo.
Marcos ha vinculado el rechazo de los familiares (extremos del texto) y la condena de los escribas (centro), insistiendo quizá más en la acusación de los familiares que quieren llevar a Jesús, para que se case como (entre) ellos, pero no pueden condenarle sólo ellos y por eso vinculan su gesto al de los escribas que vienen de Jerusalén (3, 22-30) y acusan a Jesús de estar poseído por Belcebú. Conforme a la visión de Marcos, en la raíz del judeocristianismo de los familiares de Jesús se expresa el judaísmo (no mesiánico) de los escribas de Jerusalén, de forma que su texto nos sitúa ante una disputa a tres bandas entre cristianos de la comunidad de Marcos, familiares judeo-cristianos de Jesús y judíos nacionales con escribas de Jerusalén.
Israel formaba una familia nacional (3, 22-30), un pueblo separado de los restantes pueblos. Los escribas defienden la sacralidad de Israel. Jesús, en cambio, afirma, con su mensaje y con sus exorcismos, que ese pueblo corre el riesgo de caer “endemoniado”, bajo espíritus perversos. Le acusan de expulsar demonios con ayuda de Belcebú, señor perverso, dueño malo de la casa del mundo, para destruir de esa manera el judaísmo, diciendo que, bajo capa de bien (ayuda a unos posesos), entrega al conjunto de Israel en manos del Diablo.
Esa acusación resulta coherente, pues sólo Dios es para ellos el Señor de la Morada Buena, esto es, de las buenas familias. El Diablo en cambio es Señor de la Morada Mala y quiere destruir la obra de Dios por todos los medios a su alcance. Al servicio del Diablo está Jesús: parece bueno lo que hace; como hombre piadoso que ayuda a posesos y enfermos, pero en realidad engaña a los ingenuos, destruyendo al judaísmo y encerrando a todo bajo el reino implacable de Satán. Esta es la sentencia final de unos letrados oficiales que han venido de Jerusalén.
Pues bien, Jesús se opone al argumento de los escribas. Poniéndose al servicio de los excluidos (posesos), pobres y expulsados sociales, Jesús demuestra una autoridad superior a la de los escribas de ley. No se trata de tener a los hombres sometidos por ley, sino de liberarles, por encima de la ley, para la transformación social, para la libertad del Reino.
La ayuda que Jesús ofrece a los proscritos, su forma de acoger a los posesos, pecadores, publicanos, es el fundamento de la Iglesia, entendida como Casa de Dios, lugar de su presencia (en oposición a los escribas que elevan de hecho una casa del Diablo, expulsando y condenando a los enfermos, pecadores y posesos). Para actuar como actúa, liberando a los “posesos de aquella ley”, Jesús debe tener un poder más fuerte que fuerte que el de los escribas, más fuerte que el del diablo El tema no es de “ortodoxia” teórica, en línea de religiosidad separada de la vida, sino de vida y comunión entre los hombres y mujeres en línea palabra y amor. Los escribas necesitan dominar sobre los hombres, para gobernar de esa manera sobre un tipo de “esclavos”. Jesús, en cambio, no quieredominar a esclavos, sino liberarles.
Los escribas acusan a Jesús diciendo que, que al abrir su comunión a los posesos, marginados, pecadores, él destruye la estructura del judaísmo legal, actuando de hecho como ministro de Satán. Pero, Jesús les responde y condena diciendo que son ellos (judíos nacionales) los que construyen una casa de Satán, el Diablo, es decir, de Belzebú mientras que él libera a marginados y enfermos, a pobres y endemoniados oprimidos por el Diablo, abriendo para ellos la puerta del Reino.
En este contexto se sitúa acusación y conducta de los (algunos parientes de Jesús que, tomando como garantes de su conducta a la madre va a Cafarnaúm para “prender a Jesus” y obligarle a volver a su casa (lo que significa casarse y asumir las obligaciones de una buena familia pues ser buen israelita implicaba formar parte de una comunidad de buenas familia, pero, en contra de eso, Jesús estaba formando en Cafarnaúm una familia si arraigo nacional de madre y hermanos:.
2. Casa/familia de Jesús: hermanos, hermanas y madre (3, 31-35). Aquí se repite el esquema anterior, pasando de la familia grande de Israel (defendida por los escribas de Jerusalén, que condenan a Jesús) a la pequeña de los familiares de Jesús, que vienen con su madre y sus hermanos para llevarle a casa, casándose y cumpliendo así el orden familiar de la nación entera. Vienen a “domar” a Jesús, es decir, a encerrarle en un tipo de casa patriarcal, para tener de esa manera sometido como al resto de los familiares.
Al enterarse sus familiares (de que estaba formando una familia distinta en Cafarnáum…), vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí (=loco, endemoniado (Mc 3, 22-30 Y llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, lo mandaron llamar. La gente estaba sentada a su alrededor, y le dijeron: ¡Mira! Tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Respondiendo les dijo: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados a su alrededor, en corro, añadió: He aquí mi madre y mis hermanos. Pues quien cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre (3, 31-35) .
La estructura del texto muestra con claridad que estos “parientes” forman parte de la “nación israelita”, y así quieren que Jesús se someta a la ley social del conjunto de Israel y a la ley familiar de Nazaret, que abandone por tanto sus “exorcismos” (que deje de querer “convertir” a Israel..,), que deje a un lado sus intentos de transformación de de las familias de Nazaret, volviendo al esquema de su casa de origan familiar….
Eso significa que debe volver con sus parientes,aceptando la estructura “sagrada” de las casas de Israel, que se “case” como el resto de sus hermanos, sometiéndose a la ley precedente (sagrada) de la familia de Israel, convirtiéndose en un verdadero “padre de familia” con poder sobre el resto de los familiares, dentro de la estructura israelita, que no busque una familia distinta hecha de enfermos y posesos, de pecadores y marginados, que no intente crear nuevas formas de relación interhumana, formas que se fundan y se centran en la libertad y en la palabra de acogida a expulsados, impuros y endemoniados.
Éste es un pasaje central del mesianismo de Jesús. Su madre y sus hermanos vienen a “casarle”, llevarle a la casa/legal de Israel), para que proclame y funde desde ella su mesianismo. Pero Jesús rechazael mesianismo que le proponen los “hermanos de familia”. Quizá su padre ha muerto…Pero es muy posible que la madre aparezca aquí como “mujer de poder”, en la línea de las reflexiones anteriores
- Los escribas han dictado sentencia negativa contra Jesús, diciendo que está endemoniado y queriendo expulsarle del pueblo israelita. Quieren expulsarle de Israel, pero no pueden condenarle a muerte (apedrearle), pues no hay en Israel una ley estricta y clara que lo permita. En un contexto algo distinto, pero convergente, los sacerdotes de Jerusalén tendrán que acudir más adelante al poder romano de Pilatos para condenarle y ejecutarñe (Mc 15 par).
- Los parientes de Jesús declaran que “está loco” y quieren llevarle a su casa, para que allí se case… y deje de buscar otro tipo de familia. Teóricamente podrían apelar, con el respaldo de la madre, a la “ley de castigo del hijo desobediente” (Dt 21, 18-21). Pero, en aquel contexto, parece que el cumplimiento “físico” de esa ley resultaba complejo… Lo único claro es que Jesús resiste y se independiza de su familia, la rechaza y crea una distinta, con los problemas que eso implica
La gente avisa a Jesús: ¡Tu madre y hermanos están fuera y te buscan (Mc 3, 32). Jeús responde señalando a los que están sentados a su lado y afirma que su familia (madre y hermanos) son los que cumple la voluntad de Dios. la casa de su comunidad, para volver a su familia judeocristiana (cf. 6, 1-6). Por fidelidad a una familia radical de hermanos, Jesús ha roto el nivel de la antigua familia intra-judía, pues su misión desborda los muros de la identidad israelita y así lo indica en palabra deíctica, razonada, instituyente:
-- Palabra deíctica. Jesús mira a su entorno y descubre a la gente que le busca, le escucha y rodea. Permanecen sentados a su lado, en gesto dialogal: no van y vienen, como transeúntes de la vida, sino que se han establecido en una casa, de forma sedentaria, en corro de igualdad. No están unos sobre otros, unos imponiendo, otros sufriendo, sino todos sentados, mirándose y conversando. Jesús les señala con el dedo y dice: ¡Estos son mi madre y mis hermanos! (3, 35). Por ahora no hace nada, se limita a constatar. No está sólo, necesitado de madre y hermanos que le cuiden. Tiene otra familia, está a gusto con ella.
-- PalabraRazonada: ¡Pues quien cumple la voluntad de Dios....! (3, 35a). De esa ella se habla en la oración del huerto (14, 37; cf. Mt 6, 10). Es evidente que los escribas de Jerusalén y los familiares antiguos de Jesús pueden pensar que Dios quiere mantener la estructura y unidad de la familia israelita. Pero Jesús sabe que Dios quiere ayudar a los posesos, leprosos, expulsados, buscando de esa forma el surgimiento de una fraternidad universal con lugar para todos en el corro fraterno.
-- Palabra instituyente (3, 35b). Jesús no se limita a mostrar (estos son...) y a razonar (pues quien...) sino que él mismo crea lo que dice: ¡Estos son mi hermano, mi hermana y mi madre! Así suscita la familia de aquellos que se encuentran a su lado. No ha venido a confirmar lo que ya existe sino a proclamar y realizar lo nuevo (reino de Dios) sobre la tierra (1, 14-15), construyendo la familia mesiánica.
Jesús no está sólo. A su lado hay hombres y mujeres que le buscan, le escuchan y acompañan, compartiendo su camino. Por ellos ha podido decir esta palabra de nuevo nacimiento compartido: ¡Sois mi madre! me hacéis nacer, os agradezco la existencia, añadiendo ¡sois mi hermano y hermana, me acompañáis en el camino. No necesita casarse con ellos al estilo antiguo de la comunidad legal de Israel. Jesús está “formando la casa mesiánica, pues “los que cumplen la voluntad de Dios son mi hermano, mi hermana y mi madre”.
-- Esta es una comunidad de gracia, que surge por el don de Dios y la palabra. Jesús ha ido llamando a los carentes de méritos o status, conforme a la ley o estimación del mundo, para compartir con ellos evangelio. Así se van juntando, como nuevo grupo humano, en la casa de la vida compartida, porque Dios les ama y Jesús les invita a compartir con él el Reino. Ni sangre ni dinero les vinculan; ni poder o autoridad social les unen. Sólo la gracia de Dios, expresada como voluntad de Reino.
-- Es iglesia con lugar para la madre. Madre a las personas que le van acompañando (ayudando) en el camino de la vida, expandiendo de esa forma una experiencia fundadora de familia (cf. 6, 3). Así, lo que en un plano puede parecer rechazo viene a presentarse en otro como reconocimiento de su simbolismo materno de la iglesia, como lugar de la madre/madres de Jesús.
-- Es familia de hermanos y hermanas, sin distinción o jerarquía de sexos. Vienen a buscarle madre y hermanos (en perspectiva judía, sin hermanas). Jesús, en cambio, incluye en la respuesta de su grupo a las hermanas, presentando así su nueva comunidad donde se sientan en corro, a su alrededor, hermanos, hermanas y madres que cumplen la voluntad de Dios. Caben por igual varones y mujeres, en círculo que impide la imposición jerárquica de unos sobre otros. Las mujeres/hermanas quedan incluidas en la familia de Jesús más que los varones (hay mujeres madres, no varones padres)38.
-- Es iglesia sin padres (varones patriarcales), en exclusión significativa que volvemos a encontrar en 10, 28-30. Posiblemente había muerto ya José, a quien los otros evangelios presentan como padre (legal) de Jesús. Pero el problema del texto no es biográfico sino teológico/eclesial: en la nueva familia de Jesús hay hermanos, hermanas y madres... pero no padres en sentido patriarcal antiguo de jefes de familia, presbíteros que imponen tradiciones (cf. 7, 3), sacerdotes y escribas que dictan leyes. Como base de esta familia, llenando el hueco que ha dejado la falta de padre, viene a presentarse Dios, voluntad fundadora que vincula a hermanos, hermanas y madres de Jesús.
-- Tampoco se habla de esposos/as, pues el término hermanos/as puede entenderse en sentido matrimonial (cf. 1 Cor 9, 5). Un tipo de matrimonio, que Marcos no precisa, es importante en su evangelio Marcos, pues el mismo Jesús (que ahora aparece como hijo y hermano de todos) aparecía en Mc 2, 19, al menos veladamente, como esposo de bodas del reino, pero en sentido no patriarcal, ni con autoridad para imponer su voluntad sobre la esposa.
En el camino que lleva de la muchedumbre desarticulada (okhlos de Mc 2, 20) a este pasaje de la familia mesiánica de madres y hermanos se gesta la comunidad eclesial. Quedan fuera los escribas, pues no aceptan el modelo de Jesús.
38 Cf. E. S. Fiorenza, En memoria de ella, DDB, Bilbao 1989, 145-204; J. D. Crossan, Jesús. Vida de un campesino judío, Crítica, Barcelona, 1994, 273-408.