"La eucaristía no es huella de Jesús en la Roca, sino presencia entera en el corazón y camino de sus amigos" Ascensión de Jesús: Pie derecho, pie izquierdo (Ignacio de Loyola)

Josefo Flavio: Aquellos que le habían amado primero le siguieron amando..., de manera que la tribu (filon) de los cristianos, llamados así por él, no ha cesado de crecer hasta este día (cf. Ant XVIII 2,2 = 63-64):
Los compañeros y amigos de Jesús, extendidos por el mundo, queriéndose entre si y dejando la marca de su amor compartido en el polvo de todos los caminos, son su huella... más que la roca del Monte de los Olivos, más que el Sudario de Turín.
Pero a mí me sigue emocionando por su vigorosa ingenuidad la historia firme de Ignacio de Loyola, que quiso distinguir bien el pie derecho del izquierdo y que por eso, entre otras cosas, fundó la compañía de los caminantes de Jesús.
Quizá yo no distinguí tan bien como él los dos pies en la roca del monte, ni los distingo ahora en la llanura. Pero sigo en ello. Buen día de la Ascensión de Jesús a todos.
Pero a mí me sigue emocionando por su vigorosa ingenuidad la historia firme de Ignacio de Loyola, que quiso distinguir bien el pie derecho del izquierdo y que por eso, entre otras cosas, fundó la compañía de los caminantes de Jesús.
Quizá yo no distinguí tan bien como él los dos pies en la roca del monte, ni los distingo ahora en la llanura. Pero sigo en ello. Buen día de la Ascensión de Jesús a todos.
Quiso estar seguro y distinguir la huella del pie derecho y del izquierdo, en la dura roca del suelo, en el Alto del Reino (¡del monte de los Olivos al Cielo!). Pero no logró quedar allí para averiguarlo, pues le obligador a tomar de nuevo el barco, y volver a su tierra: Loiola, Barcelona, Alcalá, Salamanca, Paris, Roma...
De esa manera, como "peregrino de Jesús", dirigido por la Providencia del Evangelio que le iba encendiendo las entrañas, pasando de la obsesión por el pie izquierdo y el derecho, Ignacio acabó fundando una "Compañía" de "socios" de Jesús, al servicio de su gloria (es decir, de su Reino, que es la salvación-liberación de los hombres).
(La eucaristía no es huella de Jesús en la Roca, sino presencia entera en el corazón y camino de sus amigos).

Introducción
El año 1523 (de edad de 32), culminado su camino de "conversión" iniciado en Loyola, su casa, Ignacio sale de Manresa para Jerusalén, donde quiere quedar para siempre, en la tierra de Jesús (como eremita, esperando su venida, como ermitaño en su tierra)
Así lo escribe en su "Autobiografía", uno de lo libros más importantes de la espiritualidad cristiana de todos los tiempos, accesible "on line" en varios lugares,
Pues bien, ya en Jerusalén le impresiona la "roca" de la Ascensión, en el Monte de los Olivos (imagen 1). Según Hch 1, Jesús "subió de allí al cielo". La roca, guardada en un templete (imagen 2) custodiado por un musulmán, tiene unas marcas, con las huellas de los pies de Jesús, el derecho y el izquierdo. Ignacio, el peregrino, quiso asegurarse bien del sentido de esas huellas, conocer bien la derecha, conocer la izquierda, para seguir mejor el camino de Jesús al Cielo...

Quería quedar en Jerusalén, para ascender de allí a la gloria de Dios (igual que Jesús). No necesitaba más compañía que su Señor, en su misma tierra. Pero no le dejó el Provincial Franciscano, que tenía autoridad sobre los católicos latinos. Le hizo volver hacia origen (Barcelona, Alcalá, Salamanca, París, Roma....), y de esa manera Ignacio empezó una nueva vida, fundando la Compañía de Jesús (con la que quiso volver a Jerusalén... pero sin conseguirlo, por causa de guerras y conflictos).
Pues bien, en ese itinerario de Ignacio (y de su Compañía) hasta la actualidad es importante el recuerdo de la "piedra de la Ascensión", con el deseo de distinguir las huellas del Jesús, la izquierda y la derecho.
Así dejo el texto, sin comentario alguno, hoy día de la Ascensión, a los lectores de mi blog (para pasar de los pies a la experiencia de una nueva marcha, un camino, en la iglesia "sinodal" alando al paso de Jesús). La Providencia de Dios no quiso que Ignacio quedara en Jerusalén, sino que le guió hasta fundar la Compañía. Uno de sus seguidores, el Papa Francisco, están buscando en la actualidad la huellas de Jesús en la Iglesia.
Ignacio de Loyola, Autobiografía45. (Quiere quedar en Jerusalén)
Su firme propósito era quedarse en Hierusalem, visitando siempre aquellos lugares santos; y tambíen tenía propósito, ultra desta devoción, de ayudar las ánimas; y para este efecto traía cartas de encomienda para el guardián, las cuales le dió y le dijo su intención de quedar allí por su devoción; mas no la segunda parte, de querer aprovechar las ánimas, porque esto a ninguno lo decía, y la primera había muchas veces publicado. El guardián le respondió que no veía cómo su quedada pudiese ser, porque la casa estaba en tanta necesidad, que no podía mantener los frailes, y por esa causa estaba determinado de mandar con los pelegrinos algunos a estas partes.
Y el peregrino respondió que no quería ninguna cosa de la casa, sino solamente que, cuando algunas veces él viniese a confesarse, le oyesen de confesión. Y con esto el guardián le dijo, que de aquella manera se podría hacer; mas que esperase hasta que viniese el provincial (creo que era el supremo de la orden en aquella tierra), el cual estaba en Belem.
46. (El Superior franciscano no le deja quedar porque el lugar es peligroso)
Con esta promesa se aseguró el pelegrino, y empezó a escribir cartas para Barcelona para personas espirituales. Teniendo ya escrita una y estando escribiendo la otra, víspera de la partida de los pelegrinos, le vienen a llamar de parte del provincial y del guardián porque había llegado; y el provincial le dice con buenas palabras cómo había sabido su buena intención de quedar en aquellos lugares santos; y que había bien pensado en la cosa; y que, por la experiencia que tenía de otros, juzgaba que no convenía. Porque muchos habían tenido aquel deseo, y quién había sido preso, quién muerto; y que después la religión quedaba obligada a rescatar los presos; y por tanto él se aparejase de ir el otro día con los pelegrinos.
El respondió a esto: que él tenía este propósito muy firme, y que juzgaba por ninguna cosa dejarlo de poner en obra; dando honestamente a entender que, aunque al provincial no le paresciese, si no fuese cosa que le obligase a pecado, que él no dejaría su propósito por ningún temor. A esto dijo el provincial que ellos tenían autoridad de la Sede apostólica para hacer ir de allí, o quedar allí, quien les paresciese, y para poder descomulgar a quien no les quisiese obedescer, y que en este caso ellos juzgaban que él no debía de quedar etc.
47. (Quiere ver el lugar tradicional de la Ascensión... Cómo deja Jesús su marca en la piedra, donde queda fijado el pie izquierdo y el derecho...)

Y queriéndole demostrar las bulas, por las cuales le podían descomulgar, él dijo que no era menester verlas; que él creía a sus Reverencias; y pues que ansí juzgaban con la autoridad que tenían, que él les obedescería. Y acabado esto, volviendo donde antes estaba,
le vino grande deseo de tornar a visitar el monte Olivete antes que se partiese, ya que no era voluntad de nuestro Señor que él se quedase en aquellos santos lugares.
En el monte Olivete está una piedra, de la cual subió nuestro Señor a los cielos, y se ven aún agora las pisadas impresas; y esto era lo que él quería tornar a ver. Y así, sin decir ninguna cosa ni tomar guía (porque los que van sin Turco por guía corren grande peligro), se descabulló de los otros, y se fue solo al monte Olivete. Y no lo querían dejar entrar las guardas.
Les dió un cuchillo de las escrivanías que llevaba; y después de haber hecho su oración con harta consolación, le vino deseo de ir a Betphage; y estando allá, se tornó a acordar que no había bien mirado en el monte Olivete a qué parte estaba el pie derecho, o a qué parte el esquierdo; y tornando allá creo que dió las tijeras a las guardas para que le dejasen entrar.
48. (Le obligan a dejar a la fuerza el monte de los Olivos... Vuelta a Roma)
Cuando en el monasterio se supo que él era partido así sin guía, los frailes hicieron diligencias para buscarle; y así, descendiendo él del monte Olivete, topó con un cristiano de la cintura, que sirvía en el monasterio, el cual con un grande bastón y con muestra de grande enojo hacía señas de darle. Y llegando a él trabóle reciamente del brazo, y él se dejó fácilmente llevar. Mas el buen hombre nunca le desasió. Yendo por este camino así asido del cristiano de la cintura, tuvo de nuestro Señor grande consolación, que le parescía que vía Cristo sobre él siempre. Y esto, hasta que allegó al monasterio, duró siempre en grande abundancia.
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