Dom 20. IX.13. Epulonia, una tierra al borde del abismo

Domingo 26. Tiempo ordinario. Ciclo c. Lc 16, 19-31: Parábola de Epulón y Lázaro. Se llama Epulonia, la casa-tierra del hombre rico y de sus cinco hermanos, que viven para su apariencia (¡visten de púrpura!) y para su comida.

Han blindado su casa, se llama Epulonia, y se encierran allí para comer y contar su dinero (el dinero de toda la tierra), con su gente de clan, sus maridos y mujeres, y sus niños marcados ya (si no cambian) para el fuego.


-- Son el cinco por ciento de la tierra y consumen el 95% de sus bienes...; están ya maduros/podridos para el fuego, ellos mismos se consumen y mueren.

-- Mientras tanto, Lázaro, el pobre (95% de la gente), no tiene más remedio que sentarse con los animales callejeros, perros vira-latas, sin otra salida (así parece) que la muerte.


En otro tiempo se hablaba de la "re-volución" y se creía posible. Muchos dicen ahora que ya no hay, Epulonia será para siempre. Pero Jesús supo que no así y contó esta parábola, tomada de la sabiduría hebrea (su tercer protagonista es Abrahán), para mostrar a los epulones su riesgo y para mantener en esperanza a Lázaro (Éste es el "lázaro" de los lazaretos de apestados, de muerte... Éste es el "lázaro", santo de parábola a quien el pueblo sabio dedicó las ermitas del camino, a la entrada de las villas de Galicia y de medio mundo).



Ésta es la parábola. La cuenta Jesús para advertirnos de un peligro inminente:

-- ¡Estamos (están) construyendo Epulonia, casa-caja fuerte de los cinco hermanos, club de la apariencia-derroche-comida... Todo lo comen ellos, mientras Lázaro muere a la puerta.

-- Jesús dice que esa tierra tan rica (Epulonia), que deja a los pobres con hambre en la puerta (con los perros), y sin posibilidad de re-volución, es una tierra para la muerte, Epulonia, la condenada.


Siga leyendo quien quiera. No he querido citar las profecías de destrucción de la tierra de injusticia (Epulonia) que aparecen en casi todos los profetas, desde Amós hasta Zacarías y Malaquías. Puede buscarlas quien quiera en la Biblia.

Aquí me contento con el mensaje de Jesús. Su parábola es más inquietante que todo lo que yo pueda decir... y más esperanza, pues el Dios de Abrahán ama a Lázaro. Buen domingo a todos.


Texto: Lc 16, 19-31

16, 19-21 Primera escena. A la puerta de la casa del rico, en este mundo:

Había un hombre rico (=Epulón) , que se vestía de púrpura y de lino finísimo, y celebraba cada día banquetes espléndidos. Y cierto pobre, llamado Lázaro, estaba echado a su puerta, lleno de llagas, y deseaba saciarse con las migajas que caían de la mesa de Epulón, pero no podía; y los perros venían y le lamían las llagas.

16, 22: Intermedio

Aconteció que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico, y fue sepultado.

16, 23-31. Segunda escena. Epulón y Abrahán

Y estando en el Hades, sufriendo entre tormentos, Epulón alzó sus ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo:

(Primera petición) Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro, a fin de que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.
Pero Abraham dijo:– Hijo, acuérdate que durante tu vida recibiste tus bienes; y de igual manera Lázaro, males. Pero ahora él es consolado aquí, y tú eres atormentado. Además de todo esto, un gran abismo existe entre nosotros y vosotros, para que los que quieran pasar de aquí a vosotros no puedan, ni de allá puedan cruzar para acá.

(Segunda petición) Pero el hombre rico dijo:– Entonces te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre (pues tengo cinco hermanos), de manera que les advierta a ellos, para que no vengan también a este lugar de tormentos. Pero Abraham dijo:– Tienen a Moisés y a los profetas. Que les escuchen a ellos.

(Tercera petición) Entonces él dijo:– No, padre Abraham; pero si alguno va a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Pero Abraham le dijo:– Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán si alguno se levanta de entre los muertos.


1. INTRODUCCIÓN, CONTEXTO Y SENTIDO DEL TEMA.


Lucas nos sigue introduciendo en el tema de ricos y pobres, alcanzando este domingo su altura suprema (¡que es judía antes que cristiana), con esta parábola del juicio y suertes finales, que puede entenderse en paralelo con la de las ovejas y las cabras de Mt 25, 31-46.


Es una parábola clara e inquietante,
que corta la respiración y nos sitúa (desde Dios) en la dinámica de las relaciones humanas.

Una parábola clara, que dice dos cosas:

‒ Lázaro, el pobre, se salva sin más porque es pobre, es decir, porque Dios le ama…
‒ Epulón el rico se condena por sí mismo, ni no ve y ayuda al pobre (es decir, si no le "ve" y hace justicia)


Este es el tema: Un rico cerrado en su riqueza se pudre con ella, es decir, pierde su humanidad y se condena…, no porque haga positivamente cosas males, sino porque no hace cosas buenas.

-- Nuestro mundo se destruye por Epulón (colectivos de personas-instituciones cerradas en su riqueza). Vivimos (y moriremos, si no hay cambio) bajo la gran maldición de Epulón.

-- Pero Lázaro, el mundo pobre, se salva porque hay Dios, porque Dios ama a los pobres (mientras los epulones de empeñan en destruirse a sí mismo)


Una parábola inquietante:

Más de una vez he pesando (más de una vez me han dicho) que es contraria al evangelio, pues condena al rico sin más por ser rico, sin escucharle, ni ver sus intenciones. Más de una vez he protestado, diciendo le falta sin misericordia, pues el Dios de la parábola (que habla por Abrahán, padre de los monoteístas)… no escucha el lamento del condenado que pide solamente unas gotas de agua.

Me han dicho además que esta parábola no es cristiana, pues no habla de la resurrección de Jesús, sino seno de Abraham, sin perdón, sólo con juicio. A veces he querido arrancarla de mi Biblia, para quedar más tranquilo Pero después lo pienso mejor, vuelvo a leer y dejo que ella se explique, que nos hable y que ilumine mi vida y nuestro tiempo.

‒ Es una parábola para mí, y por eso me siento confuso, pues en cierto aspecto me parezco a “Epulón” el rico (tengo bastantes cosas, y a mi puerta hay “lázaros” pobres a quienes no miro y atiendo lo suficiente). Pero también me ve “Lázaro”, deseando las migajas de un mundo de ricos epulones. Posiblemente no he llegado a entender (no he querido entender) lo que me dice.

‒ Es, sin duda, la parábola de nuestra sociedad. Aquí es claro: hay un “Mundo Epulón” que derrocha no sólo los “bienes virtuales”, sino los bienes reales de la vida, mientras a la puerta de la casa (en un mundo pequeño) se amontonan pobres y más pobres.


Una parábola fuerte, que cada una la sienta, la sufra, la goce…Lo primero será leer el texto. Luego podremos ver si podemos aplicarlo.

Segunda imagen: Una visión medieval de la parábola
Tercera imagen: Un libro actual de W. Weren, en el que se explica de un modo formal la parábola


2. ARGUMENTO

Primera escena: Lc 16, 19-21. A la puerta de la casa del rico: Lazaro y Epulón


La primera parte de la narración nos muestra a Epulón, vestido de púrpura y de lino finísimo, celebrando banquetes suntuosos cada día, mientras un mendigo (Lázaro) se hallaba cubierto de harapos y deseaba saciar su hambre con las sobras que cayeran al suelo desde la mesa del hombre rico.

El pobre está fuera de la puerta, rodeado por los perros de la calle, pero sólo a unos pasos de la mesa de Epulón, que malgasta comida en su casa. Epulón está dentro. Sólo les separan unos metros, pero no hay palabra entre ellos, no se produce ninguna forma de comunicación. Están muy cerca, sólo les separa una débil puerta, pero el rico no “ve” al pobre, no le interesa su pobreza, no le mira, no le escucha….

Epulón se vestía de púrpura y de lino finísimo y celebraba banquetes suntuosos cada día. Pero ese no es su pecado. Su pecado en que en su casa sobra comida, mientras Lázaro pena de hambre. Su pecado en que sale a la calle y no mira, no le preocupa Lázaro. No se dice que este Epulón haya robado en el sentido jurídico del término, simplemente se dice que es rico… y que no pone su dinero y casa al servicio del pobre.

Intermedio: Lc 16, 22. Una gran inversión.

Nos sitúa ante un gran cambio de perspectivas. Ambos mueren, la muerte les iguala… de manera que el tema de las riquezas pasa a un segundo plano. Sólo quedan ellos, sus vidas… perdurables, de formas distintas

No se dice que el rico se condene… sino simplemente que fue sepultado (queda simbólicamente en el fondo de una tierra que arde, en lo que suele llamarse infierno).

El pobre es recibido en el “seno de Abrahán”, es decir, en el espacio y camino de la esperanza del patriarca de todos los creyentes.

No se habla aquí de una salvación por Cristo, ni de una resurrección, sino de una experiencia universal, que está descrita en clave judía (seno de Abrahán), pero que se podría describir desde otras perspectivas religiosas.

Segunda parte: 16, 23-31. Tres peticiones

Esta segunda parte está básicamente formada por la conversación entre el rico y Abrahán. El hombre rico no se dirige directamente a Lázaro… ¡no puede hablar con él!, pero habla con Abrahán que es el representante de la vida (de la esperanza de la vida). Fijaos en esto.

Aquí no aparece todavía Jesús, ni la muerte en cruz, ni la resurrección… Está Abrahán, como testigo y representante de Dios para judíos y cristianos (y musulmanes). Así hablan Abrahán y Epulón:

‒ Epulón habla con Abrahán y le pide ayuda en 16, 24.27-28.30
‒ Abrahán responde a Epulón y le habla de su vida anterior 16, 25-26.29.31.


3. TRES PETICIONES

Primera petición, el rico pide ayuda para sí mismo (Lc 16, 24)
El rico (que no ayudó a Lázaro mientras vivía) pide ahora su ayuda, diciendo a Abrahán (que es signo de la religión): “Ten misericordia de mí y envía a Lázaro”. El antes rico, dedicado a “comer” sin fijarse en nadie, siendo ahora necesidad y quiere que venga Lázaro para que refresque su lengua con unas gotas de agua, porque se encuentra atormentado. Lo mismo que Lázaro había estado atormentado antes por el hambre, deseando las migajas que caían de la mesa del rico, ahora es el rico el que sufre atormentado por la sed, deseando un poco de agua fresca que, evidentemente, resulta accesible para Lázaro.

Pero Abrahán rechaza esta petición de ayuda material por dos razones… porque el tiempo de la “ayuda” ya ha pasado, y porque entre Lázaro y Epulón se ha extendido ya un abismo infranqueable que nadie puede pasar. Antes hubiera sido simple: el rico podía ayudar al pobre (pero no lo hizo), ahora es imposible; la distancia se ha vuelto infinita… Éste es el argumento básico, centrado en la “inversión de suertes”, pero no por fatalidad, sino por la acción del mismo rico: «Hijo, acuérdate que durante tu vida recibiste tus bienes; y de igual manera Lázaro, males. Pero ahora él es consolado aquí, y tú eres atormentado».

‒ El pobre se salva porque ha sido simplemente pobre… Se salva por la misericordia de Dios, es decir, por gracia (¡porque Dios es Dios!). Por eso, la salvación es don, pura gracia.
‒ El rico se condena, en cambio, por sí mismo…, porque él lo ha escogido: Porque no ha sido capaz de ver/descubrir/ayudar a los pobres que estaban a su lado. En esa línea, la condena es el rechazo de la gracia de la vida: no haber descubierto al otro.


Segunda petición: El rico pide ayuda para sus “hermanos”:

Epulón pide a Abrahán que confíe otra tarea a Lázaro, que le mande a la tierra a fin de que avise a sus cinco hermanos ricos, para que no acaben cayendo en su misma situación de condena. En este momento, el rico ya no pide una ayuda material.

Pero Abrahán rechaza también esta petición con una referencia, diciéndole que sus hermanos ricos pueden y deben escuchar a Moisés y a los profetas. Esta respuesta nos sitúa ante el mensaje moral del judaísmo (Moisés-profetas), ante el mensaje de las grandes religiones, que han hablado también de justicia, de ayuda mutua, de solidaridad.

Tercera petición.

El rico repite su petición, pero la razona con un argumento especial: si un hombre resucita de los muertos tendrá más poderes de convencimiento que Moisés y los profetas.

Pero Abrahán no acepta tampoco esta argumento: los cinco hermanos tendrán que arreglárselas con aquello que tienen a su disposición… pues un muerto resucitado “externamente” no es nunca una prueba (ni lo es en el caso de Cristo). Los temas de la vida no se pueden resolver desde fuera, sino desde el centro de ella misma.

Abrahán no apela a Cristo (ésta no es una parábola de evangelio pascual, sino de experiencia universal, en línea israelita): los escritos de Moisés y los profetas ofrecen una buena brújula para encontrar la dirección en la vida.


El relato acaba así con un final abierto: no se nos dice si los cinco hermanos van a convertirse o no; se deja que el mismo lector el que saque la conclusión adecuada del relato.

4. CONCLUSIONES

La enseñanza del relato: Una puerta y un gran abismo.

La conclusión que se deduce del relato no es que los pobres del mundo deben mantenerse como están, ya que esperan la gloria futura tras la muerte, sino que se abra la puerta que separa al pobre y al rico, de forma que puedan comunicarse.

El relato no habla de la condena y salvación futura… sino de la nueva forma de vida que debe establecerse en este mundo, entre Epulón (el Rico) y Lázaro el pobre). El relato no quiere que el pobre y el rico sigan viviendo simplemente en mundos que se encuentran herméticamente sellados, alejados uno de otro, sino que se comuniquen, que el rico abra la puerta y ofrezca un lugar en su mesa al pobre.

Reflexión de conjunto con W. Weren:

Durante el tiempo de su vida, el pobre mendigo y el rico cerrado en su “comida” egoísta y su lujo no se relacionaban entre sí, pero podrían haberlo hecho, pues Lázaro yacía ante la misma puerta de la casa del rico: una puerta evoca la posibilidad de comunicación. Tras su fallecimiento ya no pueden cambiar las cosas… El tiempo de cambio es éste, esta vida….

‒ en la primera mitad de la parábola era aún posible superar la división social entre pobre y rico; el rico podría buscar el contacto con el pobre en la tierra.
‒ En la segunda mitad, esto resulta imposible: ya no se puede cruzar la frontera entre el rico y el pobre, después que ellos han muerto.


En la primera mitad era aún posible superar la división social entre pobre y rico; el rico podría buscar el contacto con el pobre en la tierra. En la segunda parte, esto resulta imposible: ya no se puede cruzar la frontera entre el rico y el pobre, después que ellos han muerto.

En la primera mitad entre ricos y pobres (epulones y lázaros) existe sólo una pequeña puerta de separación, que se pude franquear, si el rico quiere. El pobre no puede romper la puerta y comer de la mesa del rico, porque le detendría la policía, le juzgarían los tribunales de los ricos… y le condenarían a más miseria. Ciertamente, a veces, los pobres pueden unirse, hace huelga, promover revoluciones… Pero hay pobres-pobres como Lázaro que sólo pueden quedarse a la puerta a esperar unas migajas, rodeados de “perros”. El rico, en cambio, puede mirar, y descubrir al pobre y sentir humanidad…

En la segunda parte se petrifica (e invierte) la situación… Epulón cae en el Sheol (el gran Hades), esto es, en un reino de los muertos de muerte definitiva…, donde las relaciones han quedado ya fosilizadas para siempre, mientras que en esta tierra debería estar completamente abierta la posibilidad de cruzar las fronteras.

El relato se opone a esa visión: las normas oscuras del reino de los muertos (donde nada se puede cambiar) no son aplicables sobre la tierra, durante el tiempo de nuestra vida. Nosotros vivimos todavía en un mundo donde las puertas pueden abrirse.

Una parábola judía, una parábola cristiana.

Ver a Dios en el rostro del pobre, este es el argumento central del judaísmo (del AT) según la lectura de algunos maestros judíos, como E. Lévinas.
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