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30.7.23. Dom 17 TO. Tesoro, perla, red... Invitación a las parábolas (Mt 13, 44-53).

30.7.23.

Este evangelio ha recogido dos parábolas fulgurantes de Jesús (perla y tesoro (13, 44-46) con una alegoría escatológica (red barrerera:13, 46-50) y una reflexión sobre el buen escriba-maestro que vincula sabiamente lo antiguo con lo nuevo, 13,51-52), como he puesto de relieve en comentario a Mateo.

La postal que sigue es una "invitación a las parábolas": Ir más allá de un evangelio manipulado, volver de un modo personal, agradecido, emocionado, al fulgor de las parábolas de Jesús.

1.DOS PARÁBOLAS FULGURANTES. TESORO Y LA PERLA

¿Tenemos miedo a las parábolas? Nos asusta el tesoro, la perla ¿Qué hacemos? Preferimos la vulgar mediocridad. Nos da miedo el riesgo: No queremos vender todo para vivir de/con el tesoro. ¿No creemos en el reino y por eso camuflamos y las embellecemos falsamente las parábolas para no cumplirlas?.

(Cf. Historia de Jesús, VD, Estella 2013).

‒ En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.

‒ El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra (Mt 13,44-46).

A los pobres de Galilea les hablaba Jesús de un inmenso tesoro escondido en el campo de su vida, de una perla preciosa, de más valor que todo lo que ellos podían imaginar. Hablaba Jesús a los pobres, que nada tenían, y les ofrece un tesoro una perla más preciosa.

Entendido así, el Reino de Dios no es pobreza, ni es sacrificio, sino la más alta riqueza, mayor que todos los tesoros de los reyes y que todas las perlas de los comerciantes. Hay algo mayor, un don, algo que todos pueden encontrar y adquiriri. Ellos que no tienen nada pueden encontrar y encuentran (reciben por Jesús) el Tesoro del Reino, la Perla del Rey

Estas dos parábolas (tesoro, perla) nos sitúan ante la máxima riqueza; pero ellas exigen, el mismo tiempo, el mayor desprendimiento: hay que dejarlo (venderlo), jugárselo todo para alcanzar el tesoro, para obtener la perla. Estas parábolas no pueden entenderse en sentido moralista, pues rompen la lógica del mundo:

‒ ¿Es justo engañar al dueño del campo, no decirlo que tiene un tesoro y comprarla la tierra por un poco de dinero?

‒ ¿Es razonable venderlo todo para comprar la perla...? ¿De qué vivirá la familia del comerciante en perlas si se arruina al comprar la perla más valiosa.

El evangelio no responde a esas ni a otras preguntas que hagamos, sino que nos invita a romper las redes de un pensamiento instrumental/interesado y egoísta, centrado en el negocio… para soñar en lo más alto, para pensar en lo más hondo, para comprometernos a descubrir y cultivar nuestro tesoro, la perla de la vida.

2. EVANGELISTA, HOMBRE DE IGLESIA (MT 13, 47-50). UNA MORAL DE JUICIO

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El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

El Reino se parece a una red… Ésta no es ya una parábola, sino una alegoría, que nos sitúa ante un tipo de moral ordinaria de juicio, según la cual Dios condena a los flacos (los peces pequeños, expulsados de nuevo) y salva a los “gordos y ricos”, en una línea de justicia conmutativa... Dios recibe en su reino a los "peces gordos"..., Dios echa nuevamente al mar a los peces flacos y malos...

Ciertamente, en un sentido, esa moral de justicia es buena, responde a la división de los hombres (peces buenos, peces malos; obras buenas, obras malas...). Pero, en sí misma, esa alegoría no responde al mensaje de Jesús que viene a salvar precisamente a los pecadores y excluidos (a los flacos y pecadores) , como puso de relieve Pablo.

Esta alegoría de la pesca.... es una advertencia moral de la Iglesia posterior, no una parábola de Jesús, que ha venido a salvar precisamente a los “peces flacos”.

Ciertamente, esta alegoría tiene cierto valor... pues nos invita a descubrir lo que somos, para transformarnos y así convertirnos en peces buenos… Pero es una alegoría de prudencia “humana”, no de enseñanza salvadora de Jesús, que se expresa en las dos parábolas anteriores paradójicas y sorprendentes (del tesoro y de la perla).

Por otra parte, esa separación de peces gordos y flacos separación no se puede hacer en este mundo, como sabía la parábola de la cizaña (¡no cortéis en este mundo la cizaña...!). Además, las redes de Dios son distintas a las redes de este mundo... y Jesús ha muerto para salvar a todos.

Jesús, terapia integradora. A propósito de E. Miquel:¿Fue Jesús un personaje socialmente desintegrado?

3. APLICACIÓN FINAL, UNA “BUENA TEOLOGÍA”: EL BUEN ESCRIBA

¿Entendéis bien todo esto?" Ellos le contestaron: "Sí." Él les dijo: "Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo. (Mt 13, 51-52)

Jesús pregunta a sus discípulos si entienden. Ellos le dicen que sí y luego se presenta como un "escriba sabio" que mezcla lo antiguo y lo nuevo... El mensaje de Israel y las palabras de Jesús... Ese escriba bueno y sabio que mezcla lo antiguo y lo nuevo está actuando en la elección de los textos anteriores, y en su vinculación.

- Mt 13, 44-46 es mensaje nuevo, es parábola de Jesús, es don de Dios que se ofrece a todos, como perla, como tesoro...

- Mt 13, 47-50 forma parte del discurso moral y apocalíptico del judaísmo del tiempo de Jesús, sino advertencia moral de la igleisa. En sentido estricto no es evangelio.

- Mt 13, 51-52. Es invitación al buen magisterio, que recoge e integra lo antigua con lo nuevo. Pero el buen maestro (el buen escriba) tiene que recuperar también eso e integrarlo en el mensaje de Jesús...

Mateo no quiere ser infiel a Jesús y a los pobres hombres mezquinos que somos, y por esotiene que vincular el fulgor de las parábolas de Jesús con un tipo de ley judía (que se expresa en la alegoría de la red), para que así el “buen judaísmo” (de los peces gordos, religiosos) pueda entrar en la novedad de las parábolas de Jesús.

Desde nuestra perspectiva, podemos dejar a un lado la alegoría (peces grandes y pequeños), lo mismo que la enseñanza final del escriba (que guarda en su arcón cosas nuevas y viejas) para fundarnos de nuevo en las parábolas originales de Jesús.

PARÁBOLAS DE JESÚS, MÁS ALLÁ DE LA LÓGICA

Las parábolas son relatos breves, de carácter figurado, que despliegan el sentido de la realidad desde una perspectiva imprevista, rompiendo el orden normal del pensamiento discursivo. Así aparecen en muchos pueblos y culturas, donde se vinculan con los enigmas y los cuentos, los koan y las paradojas, los poemas breves y las adivinanzas, los apólogos y las alegorías y otras composiciones de la literatura oral más que de la escrita.

Tienen algo de juego y enigma, de curiosidad y eclosión imaginativa y han sido especialmente cultivadas en el mundo oriental y en el contexto de la Biblia, donde se dice que Salomón, el sabio por excelencia, fue autor de tres mil proverbios y de cien poemas (cf. 1 Rey 4, 32; cf. también Prov 1, 1; 10, 1). En esa línea avanza un autor llamado Eclesiastés, en hebreo Qohelet, a quien se identifica también con Salomón (Eclo 1, 1; cf. 12, 9).

Pero, normalmente, las mejores parábolas y enigmas de la Biblia no son obra de reyes, sino de personas que están fuera de las estructuras del poder, de manera que pueden pensar con libertad y mostrar la otra cara de realidad, rompiendo las redes del sistema. Entre los autores de parábolas antiguas podemos citar a Natán (2 Sam 12, 1-4), a la mujer sabia de Técoa (2 Sam 14, 2-7) o a Jotán, autor del apólogo famoso sobre el rey de los árboles (cf. Jc 9, 8-15). Las parábolas expresan el poder creador del pensamiento, que es capaz de situarse de un modo paradójico ante el misterio de la realidad (que es Dios).

En el judaísmo del siglo I d. C. había otros narradores de parábolas, pero no conocemos a nadie que, entonces o después, se pueda comparar con Jesús, que no ha sido letrado de escuela o de corte, sino mensajero de un Reino (de una palabra de comunicación) cuyo contenido ha descrito en forma de parábola (parábolas), en medio de plazas y campos, para introducir a los hombres y mujeres en el “mundo de la palabra”, que es un mondo de sorpresa y comunicación. La riqueza mayor del hombre es entender y compartir lo que se entiende:

(1) Jesús ha creado parábolas de tierras y plantas, evocando el lago donde lanzan su red los pescadores (Lc 5), el campo donde siembran los labriegos (Mc 4, Mt 13), la semilla que crece por sí misma, el grano de mostaza (Mc 4), el trigo y la cizaña que se mezclan en la tierra (Mt 13) o también la higuera estéril (Mc 11).

(2) Jesús ha contado también parábolas que hablan de trabajos y afanes: de una mujer que amasa el pan con levadura (Mt 13) o busca la moneda perdida (Lc 15), de un comerciante experto en perlas finas (Mt 13), de un agricultor acomodado que contrata jornaleros a lo largo del día (Mt 20) y de un viñador también rico que arrienda renteros (Mc 12).

(3) Las parábolas no son relatos ejemplares de piedad, sino llamadas de atención, con personajes ambiguos: administradores injustos (Mt 18; Lc 16), reyes crueles (Mt 22) o esposos desconsiderados (Mt 25), con levitas y sacerdotes que desatienden al herido del camino (Lc 14). De esa forma recogen la vida real de los hombres y mujeres de su tiempo, situando ante esa misma vida el don y tarea del Reino.

En general, las parábolas evocan experiencias desconcertantes y en casi todas ellas late una paradoja que rompe los esquemas usuales de la vida: hay un comerciante que vende su hacienda para comprar sólo una perla fina (Mt 13, 45: ¿de qué vive después?), hay un padre que recibe y vuelve a dar sus bienes (anillo) al hijo pródigo que había dilapidado los bienes anteriores (Lc 15), hay un propietario que entrega a su mismo hijo querido, sin armas ni defensa, en manos de los duros viñadores que le matan (Mc 12) y finalmente un sembrador que malgasta su semilla en el camino y entre zarzas (Mt 4).

Las parábolas son una expresión de la sorpresa de Dios, que nos desborda, haciéndonos capaces de pensar de un modo distinto, en fidelidad a la tierra, sin un posible recurso a la evasión. Pues bien, en esa misma fidelidad a la “tierra”, es decir, a la vida concreta, puede expresarse y se expresa el otro lado de la realidad, la dimensión de lo divino.

LENGUAJE DEL REINO

El evangelio de Jesús es la experiencia paradójica de un Reino cuyo Rey (Dios) es Padre, de manera que no se impone por la fuerza, sino que se ofrece en amor creador. Éste es el Reino que Jesús anuncia y pone en marcha en Galilea (cf. Mc 1, 13-14), convocando a los más pobres y expulsados del reino de este mundo (imperio romano, tetrarquía de Antipas), para ofrecerles curación y dignidad.

Ese Reino es un don (¡todo es gracia!) y por eso es ante todo de los pobres (cf. Lc 6, 20), de aquello que no tienen nada en el mundo. Y, sin embargo, siendo puro don exige una “opción” radical, de manera que es mejor quedarse sin un ojo para entrar en él reino que cerrarse con dos ojos en este mundo malo (Mc 9, 47); por eso hay que “venderlo todo” para adquirir el tesoro del reino.

Las cuarenta parábolas de Jesús

Como he dicho en Historia de Jesús y como dice G. Lohfink en sus Cuarenta parábolas, , las parábolas sacuden al oyente y le capacitan para situarse de un modo distinto ante la realidad. Parecen hablar de un mas allá, como en el caso del rico Epulón (Lc 16) y del juicio del Hijo del Hombre (Mt 25), pero en realidad están hablando del más acá: el Epulón debe ayudar al pobre Lázaro, el rico debe alimentar al hambriento, aquí y ahora, desplegando de esa forma el Reino. Jesús ha ido trazado así su camino de Reino, superando las seguridades oficiales y abriendo rutas de felicidad y fidelidad. Éstas son algunas de sus parábolas, con las preguntas que suscitan (y con su paradoja):

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