Son la compra-venta de hombres (esclavizados) y la opresión de los pobres Israel y Gaza, tres mil años: Por tres pecados y por cuatro no perdonaré

David y Goliat, el filisteo
David y Goliat, el filisteo

Hace tres mil años, hacia el 1000 a.C., entraban  y emergían en Canaán, tierra de pastores, agricultores  y comerciantes de púrpura, dos pueblos: los filisteos de Gaza y la Pentápolis de la costa sur y los israelitas de la montaña.

Hubo entre ambos pueblos largos conflictos de vida y muerte, por el control del hierro (nuevo producto esencial de aquel momento), por dioses, esclavos y mujeres, que narra con honda y fuerte hermosura el libro de los Jueces (Jc 13-16: hacia el año 1000 a.C.; cf. Sansón y  Dalila).

De un siglo más tarde (hacia el 900 a.C) son las luchas entre David y Goliat el filisteo,  con la muerte más triste en batalla de Saúl (que se suicida al ser derrotado)  y de su hijo Jonatán, amigo de David (comienzo del libro de 1 Samuel).

Dos siglos más tarde, hacia el 700 a.C., el libro de Amós condensa el conflicto de Israel y Gaza/Filistea con la fórmula citada: Por tres pecados y por cuatro no perdonaré a Gaza, no perdonaré a Israel (Am 1-2): Son la compra-venta de hombres (esclavizados) y la opresión de los pobres.

El que habla así (por 3 pecados y por cuatro…)  es Yahvé, Dios universal de Israel y de los pueblos, voz suprema de ética y justicia, a través de Amós profeta.  Con esa voz de Dios y esa condena de la compra-venta de hombres (esclavos) y de la opresión de los pobres comienza la historia bíblica, hace 2.700 años. Con ella continúa hoy 2023, en un mundo en que el conflicto de guerra Gaza-Israel tiende a ser universal

En el principio de la Biblia hay muchos pecados/delitos: La “desobediencia” de Adán/Eva, el asesinato de Caín (Gen 1-4), la violación de las mujeres (Gen 5), la torre de Babel (Gen 10), la opresión de los hebreos en Egipto (Gen 1-2). Pero entre todos destacan según Amós 1-2 dos pecados: El de comprar/vender esclavos (vinculado en especial a los filisteos de Gaza) y el de oprimir a los pobres (vinculado a los ricos de Israel.

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Esos dos pecados/delitos aparecen descritos de forma impresionante en el primero de los libros proféticos de la Biblia, el de Amós, del siglo VIII-VII a. de C. Las tribus de Israel/Palestina, que hasta entonces habían vivido en un contexto de relativa tranquilidad, con filisteos de Gaza hacia el lado del mar y con Amalecitas/Idumeos de Edom hacia el gran desierto, su capital en Petra, hoy ciudad universal de turistas, se vieron envueltas en una gran “marea” político-económica que ha seguido marcando la vida-muerte de occidente y del mundo hasta el momento actual: La compra/venta de personas, al servicio de la opresión de imperios y de dinero de los comerciantes (pecado vinculado de un modo especial con Gaza/Filistea/Fenicia) y la opresión de los pobres, derivada del crecimiento de una élite o nueva clase de ricos (pecado centrado de un modo especial en Israel).

Archivo:Kingdoms of Israel and Judah map 830-es.svg - Wikipedia, la  enciclopedia libre

Estos dos pecado marcan el comienzo y final de la serie de pecados y condenas/castigos que integran el friso inicial profético de Amós 1-2.

No podemos comentar aquí los ocho pecados de los ocho pueblos de  esa pequeña tierra de Canaán/Israel/Palestina (esos son sus tres nombres), desde Damasco y Fenicia (en el norte) hasta Edom-Judá-Gaza en el sur, pues . Eso exigiría un estudio completo del libro de Amós.

Nos centramos sólo en dos pecados/castigo: La caza-compra-venta de personas-objeto (esclavos, primera riqueza: desde Gaza/Filistea hasta Fenicia) y la opresión de los pobres (centrada especialmente en Israel). Esta es la primera y más honda condena de los pecados sociales de la Biblia. Han pasado desde entones unos dos mil setecientos años.

No olvide el lector que el texto de Amós trata de problemas/pecados antiguos. Pero tenga en cuenta que son semejantes a los actuales.

El profeta Amós, pastor y campesino (cultiva higueras) es de Tecoa, de la zona de Belén. Desde allí contempla el duro panorama de los reinos y ciudades de su entorno y condena los pecados de sus hombres.  No distingue en principio entre buenos (que podrían ser los judíos) y malos (que podrían ser los de Gaza), sino que presenta y describe con palabras de fuego el pecado y condena de todos.

Lo que entonces dijo la Biblia, bien entendido y situado en nuestro contexto, traza un camino de transformación/conversión político social de la humanidad que sigue siendo muy urgente en nuestro tiempo.

 Los protagonistas de este gran “pecado” están ahí, con su viejo y nuevo nombre, en su mismo lugar básico: Gaza y Edom, Filisteos/Palestina e Israel/judaísmo. Los pecados de entonces (hacia el 700 a.C.) no son exactamente los de ahora (2023 d.C.), pero pueden compararse a los de ahora.

Ni Gaza es hoy la Gaza de entonces, pero sigue siendo “esencial” en nuestro tiempo la trata (compra/venta) de personas, al servicio de intereses político/económicos de imperios y de corporaciones económicas: El pecado es comprar/vender personas por intereses político/económicos.

Ni el Israel es hoy es el Israel de entonces… Pero sigue habiendo muchas semejanzas: Amós nos pone ante un pueblo que lo sacrifica todo al servicio de su economía (de la economía mundial), oprimiendo por ella a los pobres del mundo. No se trata ya tanto de comprar/vender personas, sino de oprimirlas, al servicio de unas élites o castas que se toman como superiores.

 Con ojo certero, Amós, el primer profeta/escritor de Israel ha descubierto la “lógica” interna que vincula el comportamiento de los “ricos” de Israel y el de los más ricos de entonces (tratantes de personas/ganado, opresores de pobres), en el momento crucial en que los grandes imperios de oriente empezaban a extenderse por el mundo, dominando a las naciones (comprando y vendiendo esclavos, a través de Gaza, Edom y Fenicia/Grecia) y oprimiendo a los pobres a partir de Israel. Estos son dos pecados en uno: comprar/vender personas (en clave más internacional) y oprimir a los pobres (en clave más nacional).

En esa línea descubre y muestra Amós la conexión entre la injusticia intra‒israelita (ricos sobre pobres en el pueblo de Dios) y la injusticia mundial de los pueblos que se enriquecían esclavizando y vendiendo a los pobres (Am 1‒2), para culminar en la de Asiria que se creía sacralmente autorizada para conquistar (oprimir, deportar, colonizar) a todo Oriente.

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En esa línea traza Amos la “lógica” del talión intra-histórico, contra Gaza y contr Israel: A la injusticia de los ricos de Israel (que oprimían a sus pobres) responderá la injusticia mayor la de los asirios, que se estaban preparando para  esclavizar a todos los pueblos del entorno… A la lógica de muerte que está en los que dominan sobre Gaza y utilizan a sus pobres responde Amós con la lógica más dura de un talión de la historia  que destruirá a todas las naciones: Los antiguos o nuevos asirios, signo del Dios de la muerte, destrozarían las fortalezas de los grandes y los palacios de los poderosos (3, 11), derribando las casas de lujo y placer que ricos levantaban a costa del hambre de los pobres (Am 3,15; 4, 3; 6,4-7).  

Deseo que mis lectores lean directamente el texto de Amós, desde Am 1, 6 (Gaza) hasta Am 2,8 (Israel). Lean comparen con lo que hoy pasa en esa tierra y en el mundo entero y saquen sus consecuencias. Aquí me ocupo del primer texto y del último, dejando para el final algunas reflexiones conclusivas. 

PECADO DE GAZA/FILISTEA. VENDER Y COMPRAR PERSONAS

6 Así ha dicho Yahvé: "Por tres pecados de Gaza, y por el cuarto, no revocaré su castigo: porque llevó cautivo a todo un pueblo para entregarlo a Edom. 7 Prenderé fuego al muro de Gaza y consumirá sus palacios. 8 Destruiré a los moradores de Asdod y a los gobernadores de Ascalón; volveré mi mano contra Ecrón y el resto de los filisteos perecerá, ha dicho Jehová, el Señor(Am 1-6-8)

Introducción. El profeta empieza nombrando a Gaza, que era entonces una de las cinco capitales de los filisteos, que había tomado parte muy activa, como gran ciudad comercial, en la venta de prisioneros de Israel a los edomitas y a través de los edomitas/idumeos o amalecitas a todo el oriente.. Estamos probablemente en el año 735 a.C. Los asirios de Nínive intentan conquistar todo el territorio de Siria/Israel/Palestina. Aprovechando la inseguridad del territorio, los filisteos de Gaza y las ciudades vecinos, con la ayuda de los Idumeos de la otra parte del Mar muerto conquistan parte del territorio de Judea, haciendo una gran cantidad de prisioneros, que venden después como esclavos en Edam y que desde Edom y Tiro, se siguen vendiendo por todos los reinos vecinos, desde Nínive y Babilonia por un lado hasta las ciudades griegas por otro.

            El texto habla de gâlūth shelēmâh, es decir “de una cautividad tan perfecta y completa que no quedó ni un hombre  que no fuera entregado a los idumeos, vendido/esclavizado en el mercado mundial de las personas.

Aquí se hace referencia a los cautivos israelitas que fueron tomados por los filisteos, y vendidos a los idumeos, los grandes enemigos de Israel. El texto parece referirse a la invasión referida en 2 Cron 21, 16, y en Joel en 3, 3, donde se amenaza con un castigo divino a los fenicios y filisteos por haber asolado la tierra y por haber vendido cautivos judíos a los javanitas (jonios/giegos). Los filisteos vendieron muchos prisioneros a los idumeos y los idumeos reino a los fenicios y los fenicios a su vez a los griegos. Éste es el primer gran “pecado internacional”: tanto los conquistadores imperiales de oriente (Asiria, Babilonia) como los reinos/ciudades comerciales de occidente Filistea, Fenicia, Grecia/Jonia) triunfan y crecen haciendo vendiendo esclavos/personas.Éste es el “pecado original” de imperios (Asiria, Babilonia) y de grandes ciudades comerciales (Tiro, principados jonios).

Esclavitud y robo de personas. El 8º mandamiento del Decálogo dice no robarás (Ex 20, 15; Dt 5, 19). La tradición normal de judíos y cristianos aplica ese mandamiento al robo de cosas, pero la intención primera del texto va en contra del robo de personas, para esclavizarlas o venderlas como mercancía en las ferias de esclavos, sobre todo de Fenicia. En ese contexto de proclama la ley: «Quien robe a un hombre para venderlo o esclavizarlo es reo de muerte» (Ex 21, 16). «Quien robe a un hermano israelita, para explotarlo o venderlo morirá» (Dt 24, 7). El pecado es tan grave que se debe castigarse con la muerte del culpable.

Estas leyes reflejan la vida de una sociedad donde empieza a extenderse el robo de personas, es decir, el tráfico de esclavos, canalizado por las ricas ciudades fe Fenicia, en torno al siglo VIII y VII a. de C. Por eso resulta necesaria esta ley que proteja la libertad de las personas: quien robe a un hombre para esclavizarle, quien oprima a los demás, de cualquier forma, destruye la misma raíz de la vida humana. Esta ley contra el robo de personas está al fondo de la conde más imperiosa de la profecía israelita, la de Amos, que elevó su voz contra aquellos que comercian con esclavos:

«Así dice Yahvé a Gaza: por tres delitos y por cuatro no les perdonaré, porque hicieron prisioneros en masa y los vendieron a Edom... Así dice el Señor a Tiro: por tres delitos y por cuatro no les perdonaré, porque vendió innumerables prisioneros a Edom» (Am 1, 6. 9).

Gaza y Tiro son ciudades ricas, que controlan el comercio, entre mar y tierra firme. Pues bien, el profeta considera que su riqueza, amasada en gran parte con el tráfico de esclavos, es pecado: el comercio que convierte al ser humano en mercancía resulta imperdonable. Pero éste no es sólo un pecado de pueblos extraños, sino que se ha introducido el mismo tejido de la sociedad israelita:

 «Así dice el Señor a Israel: por tres delitos y por cuatro no les perdonaré, porque venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias, aplastan contra el polvo al desvalido y no respetan el derecho del indigente» (Am 2, 6-7).

 Esto es para Amós el mayor de todos los pecados: oprimir al pobre (cf. Am 4, 1), corromper la justicia al servicio de los poderosos (Am 5, 12), convirtiendo así la vida en campo de batalla donde no existe más paz que la impuesta por los violentos vencedores, que justifican sus acciones apelando a su derecho, en nombre de una sacralidad (divinidad) del desorden establecido, que es pura injusticia.

En contra de ese desorden y destrucción humana protesta Amós y con él todos los grandes profetas (Miqueas, Isaías, Habacuc). Una sociedad que compra/vende a los hombres, convirtiéndoles en mercancía al servicio del dinero o del poder, se destruye a sí misma, está muerta. El problema aquí no es la cárcel del sistema o de un estado, sino un tipo de esclavitud económica, vinculada al comercio de hombres, que unos ricos pueden comprar y vender.

Así ha dicho Yahvé Por tres pecados de Edom/Amalec, y por el cuarto, no revocaré su castigo: porque persiguió a espada a su hermano y violó todo afecto natural; en su furor le ha robado siempre y ha guardado perpetuamente el rencor. 12 Prenderé fuego a Temán y consumirá los palacios de Bosra … (cf.Am 1,1-11).

La acusación en contra de Edom/Amalek y su condena por parte del judaísmo, constituye uno de los temas “clásicos” de la historia israelita. Idumeos/Amalecitas eran “hermanos” (los judíos eran hijos de Jacob; los idumeos/amalecitas eran hijos de Esau, hermano gemelo de Jacob). Los judíos vivían al lado occidental del Jordán (Mar Muerto), los idumeos/Amalecitas vivían al lado oriental, y su capital más importante era Petra, ciudad famosa, escavada en la piedra.

            Las relaciones entre los dos pueblos “hermanos” están llenas de conflictos, que han sido recogidos en forma retórica en el libro del profeta Abdías. Los idumeos/amalecitas se han convertido en signo de todos los enemigos de Israel, de manera que a veces aparecen como pueblo diabólico que debe ser exterminado (a pesar de que a veces, como en la guerra judía del año 67-73 d.C., en contra de Roma, muchos idumeos lucharon y murieron codo a codo con los judíos, hasta la caída épica de Masada.

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 Este motivo de la lucha de Israel como Edom/Amalec forma parte de la “retórica” guerrera de un tipo de propaganda militar judía, que el el presidente Natan-Yahu utiliza en casi todos los discursos: Hay que exterminar Amalec y sus descendientes: “Borraré la memoria de Amalec de debajo del cielo” (Éxodo 17:14), “borrarás la memoria misma de Amalec de debajo del cielo” (Deuteronomio 25:17), “ahora ve y hiere a Amalec, y destruye a hombres mujeres y niños mujer, a niño como a lactante, a buey y oveja, camello y asno” (1 Sam 15,1). 

 PECADO DE ISRAEL (AM 2, 6-8). OPRIMIR A LOS POBRES

6 Así ha dicho Yahvé: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo: porque vendieron por plata (dinero) al justo, y al pobre por un par de zapatos. 7 Pisotean en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos y tuercen el camino de los humildes…

 En la línea del pecado anterior de Gaza/Edom/Fenicia, que “cazan”, compran y venden esclavos, se sitúa el pecado de las tribus de Israel,  donde la riqueza de unos ha venido a convertirse en esclavitud y opresión para otros.

El discurso de condena de Amos del profeta se dirige al Israel de las diez tribus, y lo hace precisamente  por un pecado semejante al de los pueblos del entorno: La opresión de los pobres. (Amos 2:6-8).  

(1) Injusticia, opresión de los pobres, el gran pecado. El profeta reconoce la elección de Dios a Israel: «Solamente a vosotros he escogido entre todas las familias de la tierra» (Am 3, 2). Pero sabe que la elección implica un compromiso de fidelidad ética Por eso, el pueblo no puede confiar en las ofrendas y en los sacrificios del templo, ni en las ni las celebraciones que, de forma regular, siguen cumpliéndose en los santuarios (Am 5, 21-22). Lo que importa a Dios es la justicia: que se cumplan los preceptos de una alianza donde están garantizados los derechos de los pobres. Pues bien, en contra de ese derecho de los pobres, los ricos y señores de la tierra han confundido a Dios con su riqueza. Por eso grita Amós:

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«Venden al justo por dinero, al pobre por un par de sandalias. Aplastan contra el polvo la cabeza de los indigentes, tuercen el derecho del humilde» (2, 6-7). «Oprimen a los pobres, maltratan a los indigentes; disminuyen la medida, el precio aumenta, sentencian de manera injusta en los tribunales (cf. 4, 1; 8, 5; 5, 12).

Éstas y otras acusaciones semejantes derivan de la misma ley de Dios que ha dado la tierra para el pueblo, a fin de que todas las familias puedan compartir los frutos sagrados de los campos (Am 2, 9-10), conservando el derecho a conservar y cultivar la tierra que los padres les dejaron en herencia.

               Siendo pueblo elegido de Dios, Israel debía concebirse y realizarse como fraternidad de campesinos libres que trabajan sobre campos (heredades) semejantes, de manera que no existan diferencias económicas notables entre el pueblo. Eso significa que no debía surgir una situación en que la propiedad estuviera centrada en pocas manos, convirtiendo al conjunto de los habitantes de la tierra en siervos de los ricos. La misma prosperidad material, que Dios había querido ofrecer a todo pueblo se ha convertido en posesión de algunos ricos. La masa de los pobres no puede conservar su propiedad ni agradecer a Dios el don de su heredad y su descanso, como quiere la palabra antigua (cf. Dt 26, 3.13-15).

(2) Juicio de Dios en la historia. A causa de esa perversión de la justicia, Dios ha decido manifestarse y realizar un juicio (cf. Am 4, 12; 5, 1ss), que se expresará de forma destructora, a través de la invasión de Asiria, nuevo imperio militar que está surgiendo en oriente, en la segunda parte del siglo VIII a.C. Comienza así una historia de invasiones militares que durará (por lo menos) siete siglos, hasta la conquista de Roma, con la destrucción de Jerusalén (70 d.C.). Amós aparece de esa forma como iniciador de la nueva conciencia histórica de Israel.

               Mientras los dirigentes de Samaria y del conjunto del reino de Israel se enriquecen y oprimen a los pobres, el enemigo está ya preparado y actuará muy pronto: asediará el país, destrozará las fortalezas de los grandes, los palacios de los ricos (Am 3, 11). Así se arruinarán las casas de lujo y de placer que los señores de la tierra han levantado sobre el hambre de los pobres (3, 15; 4, 3; 6, 4-7). Es más, la nueva guerra, dirigida con sus técnicas usuales por Asiria, significará el destierro para aquellos que han vivido en la injusticia. Así lo anuncia Amós en Betel, santuario real: «Jeroboam, el rey, morirá por la espada. Israel saldrá de su país para el destierro» (7, 11).

El mismo Dios que había traído a los israelitas de Egipto dándoles la tierra, les expulsará de ella, obligándoles a vivir en el destierro, conforme a una práctica política corriente de aquel tiempo. Para evitar levantamientos, los asirios trasladaban en masa a los vencidos. Eso suponía para los israelitas una catástrofe, pues ellos concebían la tierra como don de Dios; ella y sus gentes se implicaban mutuamente. Por eso, el anuncio del exilio suponía el abandono de Dios, la destrucción del pueblo, la inversión del éxodo, la gran anti-promesa: «Aunque se oculten de mis ojos en lo profundo del mar, allí enviaré la serpiente que los muerda; aunque se escapen al exilio, delante de sus enemigos, allí enviaré la espada que los mate» (Am 9, 3-4). Parece que ha llegado el fin, que los caminos de Dios con Israel han fracasado, de manera que no queda ya ni resto de pueblo (cf. Am 9, 1).

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Bibliografía.

  1. Alonso Schökel y J. L. Sicre Díaz, Profetas 2, Cristiandad, Madrid 1980;
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  4. R. J. Coggins, Joel and Amos, New Century Bible Comm., Sheffield 2000;
  5. Jeremias, Der Prophet Amos (ATD 24, 2), Göttingen 1995;
  6. Pikaza Diccionario de la Biblia y Ciudad-Biblia (Verbo Divino, Estella 2017 y 2019); No podéis servir a Dios y a Mamón. Biblia y dinero (Sal Terrae, Santander 2019)
  7. Rudolph, Joel-Amos-Obadja-Jona (KAT XIII 2), Gütersloh, 1971; A. Soggin, The Prophet Amos. A Translation and Commentary, London 1987;
  8. W. Wolff, Dodekapropheton 2: Joel, Amos (BK XIV/2), Neukirchen-Vluyn 1969; La hora de Amós, Sígueme, Salamanca 1984.
  9. Álvarez Barredo, Relecturas deuteronomísticas de Amós, Miqueas y Jeremías, Carthaginensia, Murcia 1993.

 CONCLULSIÓN. LA BIBLIA EMPIEZA SIENDO UN LIBRO DE JUSTICIA ECONÓMICA

El Antiguo o Primer Testamento sigue abriendo un camino de justicia y  y transformación (esperanza) económico/social en un momento como el nuestro, amenazado en la misma tierra de la Biblia (Israel, Palestina) por  una guerra que lleva a la esclavitud social y económica de muchas familias. Se han venido acumulando por siglos (y especialmente en los últimos decenios), en esa tierra de Israel/Palestina y en todo el mundo unos problemas de tipo económico y político, vinculados al dinero, que pueden conducirnos a la gran catástrofe. Por eso es bueno repasar el camino del Antiguo Testamento, como haré en los tres los capítulos que siguen:

Historia básica. Principios. En el siglo XII-X a.C. se establecieron en la antigua tierra de Canaán (cananeos) dos pueblos distintos: por un lado los palestino/filisteos y por otro los nuevos israelitas/judíos. Los filisteos (de los pueblos del mar) se asientan en la costa sur viven en ciudades, con una estructura más militarizada (forman una pentápolis, o federación de cinco ciudades: Gaza, Asdon, Ekron, Gat…). Controlan la producción del hierro, son comerciantes, compran y venden mercancías y personas, en relación estrecha con los egipcios, fenicios y proto-griegos.

Frente a la estructura piramidal de Egipto y de las ciudades filisteras y cananeas (que concentraban la riqueza en el estado o templo), a diferencia de los fenicios, que empezaban a crear una economía mercantil, vinculada al comercio y al dinero, los israelitas mantuvieron una estructura de distribución y propiedad igualitaria de tierras (cultivos y pastos), entre familias y clanes, con una economía de subsistencia compartida. De manera comprensible, a partir del siglo X a.C., con la monarquía y la centralización administrativa, el modelo igualitario entró en crisis, pues reyes y soldados, terratenientes y especuladores concentraron la riqueza, de manera que surgió una clase especial de comerciantes, especializados en la propiedad y el manejo del dinero.

En el Israel antiguo, el dinero había sido menos importante, pues los campesinos y pastores mantenían un tipo de agricultura de subsistencia, con gestión y comercio casi directo de intercambio de bienes… En ese comienzo no existía una clase superior de comerciantes, que controlara los excedentes agrícolas y organizara los mercados económicos, a través del dinero, entre otras razones porque apenas había excedentes. Por otra parte, el dinero estaba en manos de potencias extranjeras, especialmente de las ciudades fenicias.

Pero, en un momento dado, cuando un sector significativo de la población dejó de producir directamente sus bienes de consumo, cuando las relaciones entre los campesinos no fueron ya directas e inmediatas, surgió una clase especial de burócratas mercantiles, al servicio del sistema político-militar y de las élites ciudadanas, que controlaban la mayor parte de las riquezas del país. Entonces se hizo fundamental el uso del dinero. Este cambio vino a culminar básicamente en los años del nacimiento de Jesús, en tiempos del reinado de Herodes Antipas (año 4 a. C. al 39 d.C.), cuando se estableció en Galilea una sociedad monetarizada.

La gran protesta de Israel. Profetas y leyes de igualdad. En contra de esa nueva situación, donde el dinero empezaba a presentarse como signo supremo de poder, rompiendo el contacto inmediato del hombre con los bienes de la agricultura y pastoreo, con la abundancia de unos pocos (que acaparaban el dinero) y la pobreza de muchos (cuyas tierras terminaban cayendo en manos de prestamistas y terratenientes) se alzaron los profetas (Amós, Miqueas, Isaías...), condenando el uso del dinero puesto al servicio del dominio de unos sobre otros.

En ese contexto surgieron unas leyes orientadores (ideales) sobre el año sabático y jubilar, con el perdón de las deudas, la liberación de los esclavos y el reparto igualitario de las tierras. Ciertamente, tanto los profetas como los textos legales del Antiguo Testamento tenían otros elementos de tipo aparentemente más “religioso”, vinculado al monoteísmo y al culto a de Yahvé, Dios de la alianza, pero en el fondo de todas ellas subyace una gran experiencia y esperanza económica, que no ha sido superada ni cumplida totalmente todavía, en pleno signo XXI, y que por eso merece estudiarse con todo cuidado.

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