4º Jinete. Necro-nomía y necrología, Trinidad de muerte

De la tríada perversa de Ap 13-18 (ejército, idolatría, ciudad/prostituta) ha tratado la postal anterior. De la trinidad actual de muerte (capital, producción perversa, mercado) trataré a continuación.Estas dos tríadas/trinidades forman una sola necronomía/necrología como ha mostrado I. Zubero (imagen 1) universidad de Euskadi (cf, Cuadernos CJ 237, Barcelona 2024), retomando el modelo de Jesús (Mt 2,24). Este mundo no termina por causa de un Dios destructor o de un Satán perverso, sino por obra de una humanidad, que ha divinizado el Capital/Dinero y ha puesto su empresa-mercado al servicio de la muerte, como dice R. Petrella (imagen 2).

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Dos tríadas satánicas: Apocalipsis y mundo actual.

De la primera traté el otro día. Vino el Dragón y conquistó la tierra, y de su boca surgieron tres emanaciones: imperio militar, ideología idolátrica y la Ciudad /Prostituta del Capital. Así pasamos de la creación (Dios) a la anti-creación, de la “generación” del universo a la corrupción universal. Han pasado casi 20 siglos desde el apocalipsis (=Revelación) pero los principio del mal permanecen constantes. Pero, en principio no está actualmente ya el Ejército (Primera Bestia, impero romano), sino el Capital, que asi aparece como “padre” de los grandes males, en una línea que había formulado ya Jesús en Mt 6, 24, como ha puesto de relieve Riccardo Petrella (Florencia*1941)[1].  

-- La primera “persona” del  Dios del mundo actual (=falso Padre) es el Capital. Parece providente, ofrece beneficios tangibles a sus siervos y devotos, pero, conforme a la acepción que judíos y cristianos daban a ese término, es un «ídolo»: No es fuente de gracia (creador), ni comunicación real, sino Mammón elevado sobre todos los grupos y personas (cf. Mt 6, 24). Se toma como principio absoluto al que todo lo demás se subordina. En ese plano, contra los posibles ensueños politeístas post-modernos, estamos ante un solo Dios imperante, que no es Yahvé, Allah, ni Padre, sino el Capital todopoderoso.

Riccardo Petrella : «On met la planète à sec»

-- La segunda persona es Dios Hijo,  entendido como Empresa productora de bienes materiales, al servicio del capital. Hombres y mujeres vivían antaño en contacto inmediato con la realidad, campo y mar, lluvia y cosecha (que eran signo de Dios hierofanía), aunque las nuevas religiones han destacado la importancia de los enviados de Dios (Cristo o Mahoma, Buda o Krisna). Pues bien, el sistema neo-liberal ha divinizado la empresa productora. Más que los bienes naturales o el trabajo personal, importa la «fábrica», que crea medios de consumo, que podido presentarse como Cristo moderno, elevado sobre grupos y pueblos, sin fronteras. Procede del Capital y todos le sirven, pues ella (la empresa) ofrece trabajo y consumo a sus beneficiados, como Mesías productor.

-- La tercera persona, culminación de las dos anterioresDios Espíritu Santo, Mercado. Antes había naciones (unidades de generación), iglesias (castas, Shanga, pueblo, comunidad, Umma...) o estados, lugares de manifestación de Dios y encuentro humano. Ahora los hombres tienden a comunicarse a través del mercado, donde van todos a ver, admirar y comprar. Su influjo se extiende por doquier, de manera que todo se logra pagando, en una “trinidad circular” en la que el capital se expresa en la empresa y mercado, y, por su parte, empresa y mercado se fundan en el capital, de forma que el mundo entero es una feria, donde se compra, incluso personas, como acaba de mostrar el Apocalipsis[2].

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                Esta pseudo-trinidad,  puede y debe compararse con la tríada satánica del apocalipsis (imperio militar, ideología mentirosa, mercado prostituido), pues el primer elemento (imperio, capital) y el tercero (un tipo de mercado) parecen semejantes. La diferencia  estaría en el centro: en un caso la bestia ideológica del Apocalipsis (falso profeta), en el otro la empresa productora, esto es, el trabajo organizado de los hombres que logra crear en abundancia bienes de consumo[3].

            Esos tres “dioses” (capital, trabajo, mercado) siguen siendo importantes, pero en la actualidad el trabajo no se valora como creación del hombre sino como empresa productora de bienes de consumo). Sin duda, el trabajo es del hombre, pero el hombre en sí (trabajador, sujeto de valores) tiende a perder importancia y se sitúa en un segundo plano, bajo el capital y el mercado.  Por eso,  el análisis y esquema de Petrella (Capital-Trabajo-Mercado) puede y debe matizarse, insistiendo en el capital, que ya no aparece como dinero real y poder creador, a través de la empresa, sino que tiende a convertirse en simple poder financiero (un tipo de dinero sin dinero) que aumenta y se multiplica (y esclaviza a la misma empresa)[4].

Dictado/dictadura del capital financiero.

En este contexto de “apocalipsis histórico” resulta necesario reinterpretar y aplicar no sólo el logion de Mt 6, 24 (no podéis servir a Dios y a Mammón), sino el programa de Mc 10, 28-31 (el ciento por uno en casas-campos-familia) e incluso el proyecto de Rom 13, 1-7, vinculado a los tributos del imperio (el orden social). De pronto, como rayo cegador, empezamos a entender la palabra de Jesús que interpreta a Mammón como anti-dios, esto es, un dinero prostituido que, sin valor en sí mismo, tiende a imponerse y dominar sobre todo lo que existe. Frente a ese dinero-Mammón debemos retomar el programa de Mc 10, 28-31, como vuelta a la naturaleza (campos-tierra) y a la familia (cien madres-hermanos-hijos). Sólo así podremos volver al proyecto de Rom 13, 1-17, en su sentido más humano (los tributos del Imperio pueden servir para bien de todos).

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            En ese contexto debemos distinguir dos tipos de capital. (a) Uno que produce bienes reales, a través de la empresa, en un contexto social abierto, al servicio efectivo de los hombres. (b) Y otro que sólo produce más dinero, pues no hace más que re-producirse y multiplicarse a sí mismo, de manera que todo en él es una especie de “usura absoluta” (dinero sin más fin que producir más dinero), pura plus-valía o quizá mejor ultra-valía, “valor” financiero sin ninguna base real de servicio de los hombres.

               En una obra ya clásica, J. Habermas[5] había hablado en la “colonización” económica del mundo de la vida, pues el dinero se impone sobre la vida social y personal de todos. En esa línea decía que la dinámica del mundo financiero tiende a desligarse de toda normatividad (sin aceptar reglas comunes, sin ponerse al servicio de los hombres como tales), convirtiéndose a sí misma en un tipo de una mentira supra-estructural sostenida por políticas engañosas, dominadas por una economía financiera, al servicio de sí misma. Aquello que entonces (1981) empezaba a verse para el futuro ha venido a convertirse (2018) en un problema que todos ven y sufren ya, sin que las autoridades pongan las medidas político-económicas pertinentes para resolverlo, al servicio de los hombres concretos (de lo que Habermas llamaba el mundo de la vida).

            En esa línea de autonomía absoluta del dinero (que no tiene ya función económica: como nomos o norma al servicio de la vida humana), el principio del laissez faire (dejar hacer) del liberalismo, formulado de A. Smith (1723-1790), ha permitido que las finanzas se desplieguen y regulen por sí mismas, con independencia de la realidad y del valor de los hombres, es decir, del “capital humano”, en contra de lo que había querido y formulado I. Kant, en su imperativo categórico, al decir que toda acción humana debía valorarse por su capacidad de servir a todos los hombres. Pues bien, en contra del imperativo de I. Kant y del sentido original de la economía, este dinero financiero sólo se busca a sí mismo, su propio aumento, separado del mundo de la vida, sin preocuparse de los hombres como tales, ni de crear instituciones sociales donde ellos puedan vivir acogidos, ni de la enfermedad, ni la violencia que lleva a la cárcel (Mt 25, 31-46).

En ese contexto hemos llegado a una situación en que los mismos “estados”, que han nacido y se han desarrollado para “proteger” y potenciar a los pueblos (al servicio de los derechos humanos), están en riesgo de perderse, bajo el poder superior del capital financiero, que tiende a dominarlo y dirigirlo todo. Eso significa que ellos como tales pueden perder su importancia y sentido,  en manos de un dinero absoluto, por encima de estados, sociedades y hombres concretos, que vienen a convertirse en puros medios al servicio del Capital divinizado, que utiliza todo lo demás (estados y economía, sociedades y personas) a su propio servicio. En este contexto se entiende ya perfectamente el dicho de Jesús: “No podéis servir de Dios y a Mammón”. Lo malo no es el dinero al servicio de los hombres, sino que los hombres estén al servicio de Mammón. 

A las puertas del desastre, por culpa del dinero.

En ese contexto, desde el momento en que los resortes de la sociedad caen en manos de las fuerzas financieras, como viene sucediendo en los últimos decenios, los hombres y mujeres (los pueblos)  no son ya valores  valor en sí, sino que vienen a quedar dominados por la idea ficticia de que el sistema financiero triunfante (el gran capital)  pudiera garantizarles mayores bienes (en la línea de la famosa mano oculta de A. Smith, por otra parte mal entendida, pues él partía de un presupuesto social previo de solidaridad).

Antes se podía pensar que el trabajo producía bienes y liberaba a las personas, de manera que trabajando bien un hombre podía ser autónomo, y desarrollar su vida, en libertad, en el contexto de una tierra abierta a tierras por descubrir y dominar (conforme al ideal note-americano de la conquista de un Oeste vacío, al servicio de los “pioneros”,  como si no hubiera en él seres humanos). Pero el mundo se no nos ha cerrado (hemos descubierto su redondez y limitación); ya no podemos conquistar nuevas tierras, de manera que para algunos la mejor manera de conseguir muchos bienes sería “embarcarse” en un tipo de “juego financiero”, en la línea del Mammón puro y duro (en la línea de aquello que Mt 6, 24 y Lc 16, 10 habían condenado).

Así podemos quedar en manos de ese Mammón, que es el intento de ganar dinero por dinero, sin límite alguno, en línea financiera (sin verdadera economía, pues, como vengo diciendo, la economía es el “nomos” o norma de vida de la casa humana, al servicio de los hombres). Pues bien, esta distorsión financiera de los últimos decenios se parece en el fondo a la historia y crisis económica que había descubierto y presentado el autor del Apocalipsis a finales del siglo I d.C.

-- Este sistema financiero globalizado en que vivimos ha producido y sigue produciendo grandes convulsiones que se deben al pánico ante las posibles pérdidas de dinero, tal como hemos podido advertir en las crisis que han marcado y siguen marcando la historia de los últimos decenios. Frente al verdadero Dios, que se mostraba como poder creador, lleno de fortaleza y abundancia, capaz de actuar desde sí mismo, al servicio de los hombres y mujeres, sin perder su potencia amorosa, este Dios-Capital, que quiere independizarse de la vida de los hombres concretos, para imponerse por encima de ellos, parece vinculado a grandes bandazos y convulsiones, que pueden ser imprevisibles (causados por la fragilidad del sistema), pero en general suelen ser provocados y previstos por una élite al servicio del mismo Capital, que viven y crecen a costa del hambre y de la muerte de millones de personas.

 -- El dinero virtual de este sistema de Mammón sólo se busca a sí mismo, y no tiene respaldo efectivo en la vida de los hombres. No es ya el dinero real y creador, al servicio de la “empresa”, dinero del trabajo y la ganancia real de los trabajadores (es decir, de una economía humana), sino un dinero imaginario, que no existe, pero que ejerce un influjo inmenso en la vida real de los hombres.  Ciertamente, este “capital financiero” (virtual) crea también ciertas empresas, pero no está al servicio de ellas, ni siquiera de un mercado que podría estar al servicio de todos los hombres, sino sólo de sí mismo. No todos los economistas no concuerdan en el tanto por ciento de su importe, dentro de la economía de conjunto;  unos dice que constituye el 90% del capital del mundo, otros que es sólo el 7%, pero unos y otros saben ese capital no está ya al servicio de la empresa y de la producción de bienes (de la economía real, que es para todos), sino sólo al servicio exclusivo de sí mismo. Éste es el gran cáncer, dinero que produce más dinero, sin alguno por parte de las autoridades políticas, sin normatividad que regule su despliegue al servicio de los hombres reales.

 -- Esta situación conduce al sometimiento o esclavitud de gran parte de los hombres y al desastre ecológico del mundo, esto es, a una destrucción de la misma tierra en que nacimos y de la que vivimos. En ese contexto podemos añadir que un tipo racionalidad financiera, que ha regido hasta hace poco sobre el mundo no basta para articular (garantizar y potenciar) nuestra vida común, porque la hemos puesto (nos hemos puesto) en manos de un sistema financiero autónomo, que en vez de estar a nuestro servicio nos pone a su servicio. Éste es el sentido más profundo de la idolatría, representada por Mammón, que es una creatura, un tipo de “entidad virtual” (simbólica)  que hemos creado para así relacionarnos mejor, pero que de tal forma lo hemos hecho que ella ha terminado tomando autonomía, como si pudiera dirigirse por sí misma, de manera que quedamos bajo su dominio, con riesgo de muerte (es decir, de que nos termine matando a todos).

Este dinero nos sitúa ante una nueva versión del becerro de oro (cf. Ex 32), al que Jesús de Nazaret llamó Mammón, que no es ya un simple pecado de avaricia particular de algunos, sino el Gran Pecado de la Avaricia del Absoluto, que sólo se busca a sí mismo, un Capital opaco, cuyas transacciones son secretas, manteniendo de esa forma la falsa utopía (idolatría) de que servirá para bien de todos, pero que de hecho sólo sirve para su propio bien, pues no se pone al servicio del pan y del trabajo humano, con empresas productoras de bienes reales, ni al servicio de personas (de los pobres, extranjeros, enfermos de Mt 25, 31, 46), esto es, de seres humanos.

La gran transformación o meta-noia. Cambiar de pensamiento y vida. 

Para superar el riesgo de muerte del capital-empresa-mercado necesitamos una con-versión que Jesús define en Mc 1, 14-15 como meta-noia, un cambio de forma de pensar, de sentir, de querer…, poniendo la vida humana por encima del capital financiero, el amor por encima de la empresa productora y la comunión interhumana por encima del mercado.

Para superar el capital divinizado como Mammon, así divinizado, es necesaria una gran “transformación”, en la línea de lo que vio y predijo el Apocalipsis en el texto ya estudiado (Ap 17, 17: mataron, comieron y quemaron a la Prostituta), aunque quizá en una dirección opuesta, desde la perspectiva de todo el Nuevo Testamento: No se trata de matar a la bestia sin más, sino de transformarla, en la línea de lo que nos pedía Lc 16, 9, transformando la Mamona de Iniquidad en medio para para “ganar amigos”, esto es, para vincular en amor a los hombres y mujeres. Se trata pues de invertir el camino de la economía homicida (del tiempo del Apocalipsis y del nuestro), de manera que la Gran Prostituta (Mamón, Dinero financiero) pueda ponerse al servicio de los hombres concretos, a través de una gran “conversión” (revolución) que ha de darse, al mismo tiempo, en diversos planos[6]:

-- En la línea del Génesis 1-3, lo primero es aceptar nuestra “finitud infinita (perdónese la paradoja)”,  que es descubrimiento de nuestra infinitud en Dios y en los otros, como dice el documento sobre el valor infinito de la dignidad humana (Dignitas Infinita, Vaticano 2023). En esa línea, siendo infinitos en Dios y en el amor de los demás, debemos reconocer nuestras limitaciones, pues no podemos conquistar a Dios (ni hacernos dioses) por dinero. Sin ese descubrimiento y aceptación radical de nuestra finitud, como tesoro supremo (primer capital) carece de sentido todo lo que sigue, pues seguiremos buscando nuevos ídolos, en una línea que va del Becerro de Oro (Ex 32) al Gran Capital de un tipo de liberalismo. Sólo allí donde los hombres sepan que son más que dinero, y así lo reivindiquen, podrá hablarse de una economía cristiana (y humana).

-- Según el evangelio, lo segunda exigencia de la transformación humana (metanoia) consiste en descubrir el valor absoluto de los otros, empezando por los cojos-mancos-ciegos. Cada uno de los hombres y mujeres es, en esa línea, un absoluto. Por eso, nunca se puede buscar o promover una economía que utilice a los hombres, que les haga esclavos, y mucho menos que les mate, como un tipo de institución financiera de la actualidad. Cada hombre concreto (varón o mujer, niño o enfermo, nacional o extranjero) tiene más valor que mundo entero (que el capital entero). Sin este principio se pervierte toda economía.

-- El tercer principio es el respeto por las instituciones familiares, sociales, nacionales… Muchos pueblos y culturas, a lo largo de siglos, han buscado y explorado formas de comunicación económica. No somos los primeros en el mundo, ni queremos ser los últimos, no tenemos derecho a destruir otras culturas, otras formas de vida. Un tipo de economía que destruye los valores de la historia, la cultura de otros pueblos (tribus, naciones) resulta homicida.

-- Es preciso el control del dinero por parte de los hombres y  de las instituciones sociales (estados, comunidades sociales…).La Nación está por encima del capital, también el Estado…, pero como, como instituciones al servicio de los ciudadanos, es decir, de todos los hombres y mujeres, empezando por los marginados (enfermos, extranjeros, niños…). Sólo unos hombres y mujeres pueden acompañar, orientar y enriquecer a otros hombres y mujeres, no un capital exterior, ni siquiera un “dios”, pues el Dios bíblico no instaura y guía la vida de los hombres desde fuera, sino que la anima por dentro, encarnándose en ella.

 -- Hay que recuperar la experiencia y tarea ecológica, en una línea que había sido formulada por Lv 25, 23, como ha puesto de relieve el Papa Francisco. Toda economía que destruya la casa común de la tierra, poniéndola al servicio de unos intereses financieros particulares, es perversa y va en contra de la verdadera economía (que es el nomos y mantenimiento de la casa de los hombres). Como he dicho, el valor supremo son ellos, cada uno en concreto,  yo mismo, mi grupo y los grupos de otras gentes o pueblos, al servicio de la humanidad entera. En esa línea, la tierra forma parte de la vida de los hombres, y sin ella (o contra ellas) toda riqueza termina siendo destructora.

-- Se debe potenciar la libertad de cada hombre y mujer, y el derecho del propio grupo social (y de la humanidad en su conjunto) sabiendo que una libertad (liberalismo) sin experiencia de comunión resulta destructora, y que una sociedad sin valoración de las personas, en su libertad, resulta anti-humana. En esa línea, todavía hoy (año 2024) seguimos queriendo trazar los caminos de esa economía que sea liberal en el sentido de “no impositiva” y social (en el sentido de comunitaria, al servicio de todos), personal y universal, descubriendo por (con) ella el gozo más alto de la vida.

             Ésta camino de transformación sólo se puede recorrer cuando colaboran diversos factores personales y comunitarios, políticos y culturales, sabiendo que no se trata de cerrar posibilidades, ni de imponer soluciones desde arriba, sino de abrir posibilidades cada vez más altas de gozo y de abundancia, en la línea marcada (en nuestro caso) por la Biblia, para así poder hablar de una economía cristiana. El hombre es un viviente que aún no ha descubierto todavía, tras veinte siglos de cristianismo (y veintiséis de historia, tras lo que K. Jaspers llamaba tiempo-eje: Origen y Meta de la historia, 1949), sus posibilidades personales, sociales y económicas. En esa línea nos puede seguir ayudando la Biblia, que he venido leyendo y comentado en este libro, y de un modo especial el gran retablo del Apocalipsis, no para recibir su mensaje de un modo literal, sino para recrearlo desde nuestra circunstancia, en la línea de eso que vengo llamando la economía cristiana.

(seguira…).

Notae

[1]H destacado el tema en Dios es Palabra, Sal Terrae, Santander 2004, 291-294y en Trinidad. Itinerario de Dios a los hombres, Sígueme, Salamanca 2015, retomando el análisis de R. Petrella, Le Dieu du capital mondial, en Où va Dieu?, Revue Univ. Bruxelles 1999, 189-204. 

[2] Este esquema recoge un modelo de progreso propio del siglo XIX-XX, centrado en el “Dios empresa”, que crea bienes de consumo, prometiendo felicidad a los hombres. Éste es un “Dios marxista”, un Dios de pensados como Hegel y Comte, de sociedades centradas en la producción de bienes, con un progreso que llevaría al surgimiento de una humanidad que se ha “creado a sí misma”. Ciertamente, en este contexto son importantes el capital y el mercado, pero el rasgo definitivo de Dios sería la “empresa” productiva, semejante a Cristo, cf. Dios es Palabra, Sal Terrae, Santander 223-244.

[3]He desarrollado el tema en No podéis servir a Dios y al dinero, teología y economía. Sal Terrae, Santander 2019. 

[4]Este capital produce también bienes de consumo, pero no lo  hace al servicio de los hombres como tales, sino al servicio de sí mismo, en un mercado que, en último término, no responde a las necesidades reales de los hombres, sino que las produce, creando así necesidades eimponiendo su oferta en el mercado. En esa línea, la ganancia mayor del capital no proviene ya de la producción de bienes, sino de un mercado puro de dinero, que crece y se multiplica, sin necesidad de producir, como muestran relieve con sorpresa y temor cientos de economistas y antropólogos.  Cf. Th. Piketty, El capital en el siglo XXI, FCE 2014; G. Giraud, La ilusión financiera, Sal Terrae, Santander 2014.  La discusión sobre la crisis económico-financiera del último decenio (2007-2017) se centra en este problema del “dinero virtual” que se busca y despliega a sí mismo, separado de la producción y el consumo directo.

[5]Teoría de la acción comunicativa, Taurus, Madrid 1987 (original 1981), cf. Verdad y justificación, Trotta, Madrid 2002. 

[6] Utilizo en parte una terminología de K. Polanyi (1886-1964), La gran transformación. Crítica del liberalismo económico, Piqueta, Madrid 1989, que era judío de nación, de origen húngaro y cultura germana (austríaca), uno de los grandes economistas del siglo XX. Ante la persecución nazi, se refugió en Inglaterra, y vivió después en Estados Unidos, donde escribió este libro (1944)  en contra de un liberalismo económico, que amenazaba con destruir la economía humana. Han pasado desde entonces muchas cosas, ha crecido en un sentido el liberalismo, ha fracasado el marxismo, pero el reto económico sigue vivo, pidiendo una respuesta de los hombres y los pueblos, en una perspectiva que, a mi juicio, puede aprender mucho de la Biblia judía y cristiana.

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