Emaús: Jesús resucita en el pan compartido Pikaza: Se vacían en Occidente las iglesias; muchos parecen cansados y se van, como estos dos de Emaús"

Por el camino de Emaús
Por el camino de Emaús

 Pero les sale al encuentro un "peregrino" (mendigo, emigrante, sin techo, expulsado, excluído...) y, tras escucharles,  les cuenta la historia de las víctimas del mundo,  sin tierra ni casa ni pan ni futuro. Se hace tarde, caen las sombras... y los dos fugitivos miedosos sacan fuerza de su miedo y piden al peregrino que se quede esa noche con ellos para contarlas el fin de esa historia

"Sólo compartiendo el pan podremos descubrir y recrear caminos de resurrección, la nueva pascua de Emaús"

"Estos varones (¿varón y mujer?) representan a todos los cristianos, tentados de escapar, dejando a las mujeres con sus “ilusiones” y al resto de la comunidad con su falta de fe, ante la tumba vacía"

"Si los hombres y mujeres del mundo comparten el pan, comparten la vida en amor… sabrán que Jesús está resucitado"

El peregrino acepta la invitación.

Entra en casa, se sienta, y, como maestro de la vida,  toma el pan que le ofrecen y lo parte para compartirlo con ellos.Y entonces, solo entonces, los fugitivos entienden.

Esa historia  son ellos, somos nosotros, es Jesús resucitado que camina en (con) todos los peregrinos, se sienta y comparte con ellos (nosotros) el pan de la vida: A la caida de la tarde nos examinarán en el amor: en su amor (Juan de la Cruz).

¿Qué hacer en un tiempo como éste en que parece que muchos abandonan su antigua iglesia? El evangelio de este domingo, la gran catequesis pascual (largo camino de Jerusalén a Emaús) nos da la respuesta: Sólo compartiendo el pan podremos descubrir y recrear caminos de resurrección, la nueva pascua de Emaús.

Fugitivos de Jerusalén, mesianismo fracasado (Lc 24, 13-21).

En  la raíz de este pasaje late el recuerdo histórico de unos personajes bien concretos que han quedado desilusionados de Jesús y marchan (huyen)  nuevamente a casa.   Sobre la base del fracaso pascual, ha construido Lucas (quizá con tradiciones anteriores, reflejadas en Mc 16, 12) una bellísima parábola que evoca aspectos hondos del encuentro eucarístico y/o pascual de los cristianos. Comencemos leyendo el texto,  fijemos su estructura dramática, marcando los diversos momentos de la trama, la acción de los agentes.

Jesús devuelve la esperanza a dos discípulos desanimados - Parroquia  Nuestra Señora del Carmen (Málaga)

Al principio hallamos dos fugitivos de Jerusalén (que para Lucas es principio y centro de la nueva comunidad). Son dos, como los varones de la tumba vacía, pues sólo así pueden ser testigos oficiales de aquello que han visto y oído. Escapan de la comunidad incrédula (que no ha escuchado el testimonio de las mujeres), pero Jesús les sale al paso y ellos, tras haberle descubierto en la fracción del pan, vuelven a Jerusalén, hallando a la comunidad reunida en confesión creyente: ¡ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón! (Lc 24, 34). Pero estos de Emaús responde: Ha resucitado y resucita cuando compartimos el pan.

No han ido con las mujeres al sepulcro, para ungir al cuerpo muerto, ni quedan en Jerusalén, como los otros; huyen. Es como si tuvieran más dolor; como si la aventura de Jesús hubiera terminado, como un bello y mentiroso engaño. Cuanto antes pudieran olvidarla mejor: parecen suponer que la vida no se puede edificar sobre recuerdos vacíos, palabras vanas, como las que dicen las mujeres del sepulcro (cf Lc 24, 11-22). 

Escapan por los caminos del olvido imposible, y para que Cristo les haga retornar a su mensaje y vida necesitan más razones que la catequesis pascual de las mujeres: a  ellas les bastaba el recuerdo de aquello que Jesús había dicho, al borde de su tumba vacía. Estos necesitan en pan partido y compartido con todos los pobres del mundo. Estos necesitan toda la Escritura y la fracción del pan: tendrán que ver a Jesús para creer, aunque no necesitarán fijarse de un modo detallado en sus manos y pies (como la iglesia pascual de Jn 20, 20 y Lc 24, 40). De esa manera, su misma incredulidad se hará motivo de una más honda y larga catequesis.

El Evangelio Comentado: Aparición a los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35)

Empecemos leyendo el texto, saquemos nuestra Biblia, Lc 23. Ésta será nuestra catequesis de pascua. Son muchos los motivos que podemos destacar en esta catequesis de la pascua.   Ningún comentario suple su  lectura directa del texto.

[Fugitivos, Emaús]

Y dos de ellos (del grupo de los Once y los otros: cf. Lc 24, 9) caminaban aquel mismo día hacia una aldea llamada Emaús... 

[Presencia de Jesús]  Y ellos dialogaban entre sí sobre todas estas cosas que habían acontecido.Y  sucedió que mientras dialogaban y hablaban el mismo Jesús se acercó y caminaba con ellos.

[Ojos cerrados] Y sus ojos estaban cerrados, para no reconocerle. Y él les dijo:– ¿Qué son esas palabras que decís entre vosotros, mientras camináis? Y ellos se pararon tristes. Y uno, llamado Cleofás, le dijo:

–  ¿Eres tú el único habitante de Jerusalén que ignoras  las cosas que han pasado en ella en estos días? Y les preguntó: ¿Cuáles?Y ellos le dijeron:

[Las cosas de Jesús] –  Las referentes a Jesús de Nazaret, que fue varón profeta,poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo, cómo le entregaron nuestros sacerdotes y jefes, juzgándole a muerte y le crucificaron .Nosotros esperábamos que él fuera quien debía redimir a Israel,pero con todas estas cosas, han pasado ya tres días desde que esto ha sucedido.

[Mujeres] Ciertamente, algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado,pues han ido muy temprano al monumento y, no encontrando su cuerpo,han venido diciendo que han visto una visión de ángeles,que les han dicho que está vivo.

[Sepulcro vacío]   ero algunos de los nuestros han ido al monumento y han encontrado que es cierto lo que decían las mujeres,pero a él no le han visto (Lc 24, 13-21).

Huyen de Jerusalén, que les vacía del Cristo, buscan un refugio en Emaús. Ellos representan a todos los que han hecho camino de evangelio, pero después se decepcionan. No pueden entender la Cruz que dura hasta el tercer día, no saben situar la muerte del pretendiente mesiánico en el esquema salvador del reino. El signo del pan ha terminado; Jesús no tiene "pan" de reino (el que ellos quieren)... Ellos son el signo de los decepcionados de la humanidad, de los vencidos de Israel de lo que querían un reino de poder y de dominio... y lo han perdido, porque Jesús ha muerto.

  No han podido resistir el fracaso de Jesús. Son los que querían coronas, millones de dinero. Han estado con Jesús por interés, pero se marchan...  Su historia  es un relato de  de perdedores mesiánicos orgullosos, hombres (¿un hombre y una mujer?) que van de retirada, envueltos en tristeza. Desde aquí se entienden las dos palabras principales de su discurso:

Reproducciones De Arte Del Museo | Cena en Emaús, 1892 de Léon Augustin L'hermitte (1844-1925, France) | WahooArt.com

 –  ¡Pensábamos que tenía que redimir a Israel! Se han situado ante Jesús, le han visto y oído, han recibido el impacto de sus signos. Por eso, le definen como varón profeta, poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante el pueblo.  En aquel duro tiempo de dolores y esperanzas, muchos actuaron como profetas de Dios, ofreciendo al pueblo un mensaje de salvación.  Conforme a la terminología del tiempo, redimir a Israel significa liberar al pueblo del yugo de los enemigos, estableciendo desde Jerusalén un reino mesiánico de paz y concordia universal.

Las perspectivas de ese reino podían variar, según los textos proféticos (Isaías, Ezequiel) y apocalípticos (Daniel, 1 Henoc etc). Es evidente que Jesús ha suscitado una esperanza de ese tipo, como han entendido no sólo aquellos que le han condenado a muerte (sacerdotes de Jerusalén, procurador romano), sino sus mismos discípulos. Esto significa que, humanamente hablando, su vida y mensaje había quedado, en este plano, abierto.

 – Cómo le entregaron nuestros sacerdotes y jefes, en juicio de muerte, y (los romanos) le crucificaron.Todo judío sabía que el mesianismo era objeto de disputa y recelos entre los diversos grupos del pueblo, especialmente para las autoridades. Algunos esenios, como los de Qumrán, habían tenido que establecerse en el desierto para mantener su mesianismo, opuesto al de los sacerdotes de Jerusalén; también Juan Bautista, que anunciaba el juicio de Dios había sido asesinado por Herodes, rey semi-judío de Galilea y Perea. Otros pretendientes mesiánicos fueron también asesinados, según Flavio Josefo. Por eso, en algún sentido, la muerte de Jesús forma parte de las disputas mesiánicas judías de aquel tiempo; los sacerdotes y jefes de Jerusalén, defensores del orden sacral establecido, pensaron que era necesario entregarlo a los romanos, para bien del pueblo. Los romanos le crucificaron. Hasta aquí todo es duro pero, de alguna forma, cabe en las expectativas judías del tiempo, al menos según nuestro pasaje. Estos fugitivos de Jerusalén contaban con la posibilidad de la muerte del Mesías, aunque esperaban su vuelta inmediata.

Pero con todas estas cosas, han pasado ya tres días desde que esto ha sucedido. Tres días son el tiempo de la culminación, signo de plenitud escatológica. Estos discípulos no se han escapado al ver la cruz alzada en el Calvario, tampoco en el momento del entierro, ni el día siguiente..., ni siquiera al comienzo del tercero. Han resistido tres días en Jerusalén, aunque al final les ha entrado el desencanto. Parece que el milagro debía suceder al comienzo de este tercer día, cuando las mujeres fueron al sepulcro, queriendo ungir el cuerpo. Pero no ha pasado nada: simples visiones, fantasía femenina en torno a un cenotafio. Los hombres han ido y han chocado ante ese monumento, hecho para recordar a Jesús y que no sirve absolutamente para nada, pues está vacío. Eso es lo que queda de Jesús: ¡Una tumba abierta! Evidentemente, estos dos hombres razonables, sin esperar que acabe el tercer día, día de la plenitud, escapan.

Do gran ó pan: Manuel Vidal muestra "La cena de Emaús", con destino al  Santo Cristo

Viven una muerte sin pascua, un recuerdo de Jesús sin eucaristía, es decir, sin comida compartida, sin gozo ni esperanza escatológica. Por eso, estos discípulos escapan. No les hemos llamado fugitivos de Emaús, sino de Jerusalén, pues de Jerusalén y de su entorno escapan: huyen, sin duda, de los sacerdotes que han matado a Jesús y de Dios que no le ha respondido. Rechazan la visión de las mujeres, que parecen empeñadas en tejer una red de fantasías en torno al pretendiente asesinado. Evidentemente, escapan sin escaparse, como indica su mismo lenguaje: por eso siguen hablando de unas mujeres de nuestro grupo (que han visto visiones y nos han sobresaltado) y de unos hombres de los nuestros (que no han visto nada...).

Escapan, pero se sienten vinculados a la historia de Jesús. Huyen de Jerusalén, pero (al menos en el recuerdo y desencanto) siguen siendo del grupo que Jesús ha reunido, en torno a su mensaje y su persona.  Hasta entonces, la misma cercanía sorprendente de Jesús (hombre poderoso en obras y palabras) les mantenía protegidos. Ahora, sólo ahora, en el hueco de su muerte, deben mirar  y buscar de verdad lo que buscaban. Este es el día tercero, tiempo de la verdad: cada uno de los actores del drama mesiánico de Jesús debe reaccionar, con la ayuda de Dios. 

Fugitivos de Emaús, iglesia actual

Estos varones (¿varón y mujer?) representan a todos los cristianos, tentados de escapar, dejando a las mujeres con sus “ilusiones” y al resto de la comunidad con su falta de fe, ante la tumba vacía. Resulta sintomático que un Documento básico del CELAM, de la Conferencia Eclesial Latinoamericana (Santo Domingo, 1992) haya  situado al conjunto de la iglesia ante este icono pascual. Ciertamente, este relato es un espejo de nuestra eucaristía. Estamos como en aquellos tiempos. Unas mujeres lloran ante la tumba vacío, otros huyen. Esto es la iglesia.  Las mujeres creyentes (cf. Lc 24, 1-8)toman en serio el recuerdo y palabra de Jesús; ellas mantienen viva la fe de la iglesia y sobresaltan a los apóstoles oficiales. Pero  estos fugitivos piensan que ellas siguen atadas a la tumba. 

Los jerarcas (apóstoles) están en Jerusalén, en un tipo de gran curia eclesial miedosa. Parecen  indecisos: van al sepulcro en busca de confirmaciones exteriores, son incapaces de escuchar la auténtica palabra y de asumir un liderazgo creador en la comunidad cristiana.

También  los fugitivos, parecen formar parte del grupo dirigente, pero escapan, huyendo de su propia historia, del pasado de su encuentro con Jesús. Con un podo de humor diría que son cardenales fracasados de la gran iglesia... 

Qué fue de la emigración española? La generación de la posguerra, 50 años  después

. Escapan y sin embargo siguen hablando de Jesús, como si tuvieran necesidad de recrear su recuerdo, de recuperar su figura. Uno se llama Cleofás (24, 18). El otro, que puede ser varón o mujer (quizá mejor mujer) permanece innominado.  Huyen de Jesús y de la eucaristía y, sin embargo, serán comienzo de una nueva eucaristía pascual.

La experiencia fundante de pascua sigue siendo un enigma. Pero Lucas nos ayuda a penetrar en algunos de sus motivos principales, distinguiendo entre los grupos de la iglesia. Muchos investigadores han elevado preguntas a su texto. ¿Por qué sitúa la meta de la huida en Emaús, que está en Judea, y no en Galilea, como suponía Mc 14, 28? ¿Por qué presenta como fugitivos a estos dos, y no al conjunto de los apóstoles? ¿Por qué ha centrado la experiencia pascual en Jerusalén y no en Galilea, como Mc 16,  Mt 28 y Jn 21? Nadie ha escrito, que yo sepa, un relato histórico fiable sobre el desarrollo de los acontecimientos pascuales.  

 Recuperar el pasado: la "homilía" del peregrino desconocido (Lc 24, 25-27).

 Estos fugitivos han  abandonado la comunidad donde parecen reunidos otros discípulos incrédulos con las mujeres creyentes (cf. Lc 24, 9-10.33-35). Este sería el comienzo del fin: empieza a disgregarse el grupo que Jesús había formado.  Escapan  de él, pero le llevan en su mente y conversación (cf. 24, 14). Pues bien, su mismo alejamiento será principio de nuevo encuentro. Muchas veces resulta necesaria la distancia: separarse del lugar de la experiencia inmediata, tomar tiempo para revivir lo que ha pasado.

Quien no sufra el choque del fracaso, quien no sienta tentación de escaparse no podrá entender el evangelio. Esa decepción, ese intento de evadirse para recuperar la tranquilidad de un pasado sin cruz, constituye un elemento integrante de la resurrección cristiana.

            Sigamos. Se suele decir que  no hay verdadera conversación sin “un tercero”. Aquí llega. Pero no es un simple "tercero": Es un hombre del camino, el hombre de todos los dolores...

Este caminante... es un expulsado, un sufriente, una víctima de todas las victorias de los grandes:  Es el siervo sufriente, el que no tiene mas casa que el camino, ni más dignidad que el sufrimiento... Este es el protagonista de la historia, el que puede contarla, contando su vida, que es la de Jesús.

Los fugitivos hablan entre si, con su tristeza, pero no culminan la conversación. Son los más interesados en el tema: escapan de Jesús y, sin embargo, no comprenden lo que pasa. Entonces llega y toma la palabra, para iluminar con su vida la Escritura antigua. 

Empieza preguntando: se interesa por el dolor de los fugitivos y  permite que ellos hablen y digan lo que esperaban (liberación de Israel) y lo que ahora sufren (fracaso de Jesús). Como buen conversador, les hace hablar, no sólo para aprender lo que dicen, sino para dejar que se expresen y con ello manifiesten su verdad e intimidad más honda.

            El Jesús pascual ofrece su homilía, como un desconocido que pide lugar y  palabra en la conversación de dos decepcionados. Precisamente al fondo de su decepción, ellos conservan (y expresan) un rescoldo de fe; en ella penetra el caminante, reconstruyendo aquello que antes era su deseo y ahora es  su decepción. La experiencia pascual viene a expresarse a través de un diálogo que, de manera casi lógica, termina por centrarse en los grandes argumentos de la cultura humana: el sentido del dolor y la esperanza de la felicidad. Así les habla:

 [Acusación]   a.¡Oh faltos de mente y duros de corazón    para creer todas las cosas que dijeron los profetas!

[Pregunta] b. ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas   y entrara así en su gloria?

[Interpretación]  c. Y comenzando por Moisés y por todos los profetas   les fue interpretando en todas las Escrituras   todas las cosas que se referían a él (24, 25-27).

             Estas palabras no forman un discurso teórico sobre el dolor y el fracaso de la vida, sino  respuesta fuerte que recrea la conversación de los fugitivos. Es fuerte, porque el caminante se atreve a acusar a los otros dos, llamándoles faltos de mente y duros de corazón, asumiendo así un motivo clásico de la tradición profética y legal de la Biblia, que describe a los israelitas como duros de cerviz e incircuncisos de corazón. Desde  la historia y tradición deuteronomista (siglo VI a. C.), hasta Jesús y  la Misná (siglo II d. C.), los mismos textos judíos han acusado a los israelitas de no aceptar a los profetas, incluso de asesinarlos.

Esta homilía o conversación... recoge el tema central de la Biblia: La historia de la humanidad contada desde los perdedores, los cojos, mancos ciegos de Jesús, los leprosos, los expulsados de la tierra, los vencidos, emigrantes si casa ni derechos...  Jesús les cuenta la historia de la humanidad desde los vencidos y expulsados de todos los tiempos. Él, ese mendigo del camino, ese peregrino (que vive cruzando caminos quo son su suyos: per agger), les cuenta la historia verdadera, no la historia del poder, de la falsa verdad impuesta, sino la de la vida sufrida... 

 – En un primer momento pudo parecer que bastaba el recuerdo de Jesús (Lc 24, 6-7). Los dos varones de la tumba vacía habían pedido a las mujeres que recordaran lo que Jesús había dicho: ¡el Hijo del humano debe padecer...!  La historia de Jesús contiene y garantiza el futuro de la pascua.

Pero Jesús apela a la Escritura (24, 25-26). No remite a sus palabras anteriores, sino a Moisés y a todos los profetas...  Significativamente, contra lo que hará el judaísmo de la Misná, este caminante interpreta la Escritura  como palabra reveladora que culmina en la pasión y pascua del Cristo.

             Los fugitivos no habían entendido la muerte de Jesús, pretendiente mesiánico. Ellos esperaban que su historia culminara de un modo glorioso y que él  viniera, como mesías triunfador, para imponerse con la fuerza de su gloria (con armas, si fuera necesario) sobre los enemigos del pueblo. Pero ha muerto fracasado, en una cruz de infamia, y no ha vuelto a restaurar el reino.

Ciertamente, en un sentido, la pasión de Jesús ha sido un momento pasajero (=ha muerto para entrar en su gloria). Pero, en otro ella parece perdurable: externamente, a los ojos de los testigos “neutrales”, las cosas del mundo (las suertes del pueblo) continúan como estaban. Con la muerte de Jesús no ha cambiado externamente nada: el mensaje de resurrección es simple “habladuría” de mujeres.

Sobre la derrota  de Jesús sólo resultan posibles las emociones fantasmales de mujeres que dicen ver al ángel de Dios ante un sepulcro misteriosamente vacío (cf. 24, 22). Esta ha sido y sigue siendo la principal dificultad de judíos y musulmanes (y de muchos cristianos) ante la muerte de Jesús: Dios no puede avalar como Mesías a un crucificado. Pues bien, hablando a través del desconocido caminante, Jesús responde a estos judíos fugitivos, ofreciéndoles una hermenéutica o interpretación de las antiguas Escrituras, a partir de los mendigos, expulsados, cautivos, víctimas de la gran historia humana, que es en el fono una historia de falsedades. Lucas piensa que la más honda verdad de la Escritura israelita se condensa en la muerte gloriosa, salvadora, del mesías.  

La pascua cristiana es la clave que permite comprender las Escrituras, el misterio de la vida humana. La pascua cristiana es la resurrección de los crucificados.  Paradójicamente, Jesús ha comenzado enseñando a sus discípulos la gloria y valor del sufrimiento, a partir de la experiencia israelita. Ellos buscaban la redención de Israel, el reino externo. Jesús, en cambio, les hace comprender la hondura del fracaso, vivido en amor, como camino de salvación, como principio de una solidaridad más alta.según los Cantos del Siervo de Yahvé (Isaías 40-55). En esta línea se sitúan algunos Salmos y, de un modo especial, Sab 2 (sobre la muerte de justo)..

Esos testimonios, evocados por Jesús como palabra de Dios y profecía, muestran que la historia no se salva a base de poder y por las armas, conforme a la ley de la venganza, en espiral de lucha y triunfo. Al contrario, sólo quien ama hasta el final, dejándose matar, sufriendo por los otros, sin vengarse ni emplear violencia, puede ser mesías verdadero. Sólo las víctimas, los expulsados, pueden contar de verdad la historia huma

El pecado aparece así como violencia de aquellos que imponen su fuerza sobre los demás, conforme a la ley del chivo emisario, es decir, sacralizando la misma violencia. Por el contrario, la gracia de Dios se identifica con el amor que se deja matar, para extender amor sobre la tierra.

La cena de Emaús. Hendrick ter Brugghen - Catequesis a través del arte -  Arguments

Según eso, se podrían distinguir dos pascuas. Por un lado, la de los violentos: el triunfo de una idea que se impone a través de su violencia, derrotando a los contrarios. Por otro lado la de Jesús, que se ha dejado matar precisamente por amor, por no responder al odio con odio, a la violencia con venganza... Sólo aquí se puede hablar de revelación de Dios, de gloria verdadera. 

– Pascua de Gloria. Los fugitivos de Emaús habrían aceptado la pascua en la mañana del tercer día, como victoria sobre los enemigos.  Dios habría dejado que maten a su Cristo, pero luego ha querido vengarse y se ha vengado de sus verdugos, imponiendo su victoria sobre el mundo. En el fondo, la pasión habría sido una verdad pasajera, pues después ha de mostrarse la de siempre, es decir, el triunfo del Dios grande, la derrota de sus enemigos.

Pascua del Sufriente. Pero Jesús les revela una pascua distinta, vinculada al sufrimiento de todas las víctimas: él no resucita para negar la pasión, sino para ratificarla y culminarla, es decir, para acoger en su amor transformador a los expulsados, a las víctimas...Sólo un peregrino, un pobre, un expulsado puede contar la historia verdadera de la humanidad, su historia, que es la de Jesús, la historia de todas las víctimas, desde el Justo Abel asesinado hasta Zacarías hijo de Baraquías.... (cf. Mt 23).

 Por eso, el Cristo resucitado no aparece  en gloria externa, imponiendo su poder sobre los contrarios, sino que aparece y habla como aquel que es, un caminante del amplio camino de dolores de la historia, aquel que acompaña en las jornadas de dolor a los fracasados de la vida, para ofrecerles su amor desde el sufrimiento,  para invitarles a acogerse unos a otros En otras palabras, la pascua no niega el  fracaso del mesianismo de Jesús, sino que lo avala, ratificando el valor de su muerte.

Solemos buscar una verdad y gracia impositiva: alguien o algo nos sorprenda y se imponga sobre nosotros, en forma victoriosa. Más aún, queremos la derrota de los otros: que aparezcan sometidos, reconociendo su error. Pues bien, en contra de eso, el Jesús de la pascua del camino ha venido a dialogar con nosotros, mientras vamos de retirada, a la caída de la tarde. No llega para imponer, sino para despertarnos (¡tardos de mente, duros de corazón!), de manera que entendamos la Fiesta de Dios, el camino de la vida, a partir de la Escritura.

Dentro de la pascua, así entendida, recibe su sentido el dolor de los pobres y excluídos del mundo, no para quedar como está, sino para transformarse en amor que acoge, que sana, que dura.

Por eso, el sufrimiento no es  objeción sino prueba de la mesianidad:  Jesús no es mesías de Dios a pesar de que ha sufrido, sino precisamente porque ha sabido sufrir sin vengarse. No resucita a pesar de haber muerto, sino precisamente porque ha muerto por los otros. Sólo allí donde el sufrimiento se comprende como gesto salvador (superando la venganza) puede hablarse de la pascua de Jesús, el Cristo. Esto es algo nuevo, siendo al mismo tiempo la verdad original de toda la Escritura. Por eso, el descubrimiento pascual viene unido a la más honda y verdadera comprensión de la Palabra de Dios. 

La pascua del pan compartido (Lc 24, 28-35)

             En la línea anterior, podemos definir la escena de Emaús en forma de catequesis eucarística. Hemos celebrado ya la liturgia de la palabra: Jesús ha ofrecido su argumento y los caminantes lo han aceptado, pues como dirán después  su corazón estaba ardiendo mientras le escuchaban (cf.  Lc 24, 32); pero todavía no le reconocen ni aceptan como Cristo, para eso necesitan la liturgia propiamente dicha, la mesa del pan compartido.

Estos discípulos no le entienden plenamente, pero le aman ya y le invitan a quedarse a cenar en su casa, pues es de noche (24, 28-29). No creen todavía, pero quieren  que se quede con ellos, que les acompañe en la cena y el descanso. Quizá pudiéramos decir que Jesús resucitado se revela allí donde alguien sabe invitar al caminante, ofreciéndole su hogar y compañía. Pero el texto quiere que avancemos hasta el lugar de la manifestación definitiva del  Cristo. Ellos le invitan a comer y él, actuando como padre de familia y señor de la casa, les parte el pan. Entonces le descubren:

 [Ademán de seguir]  Al acercarse a la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante.Pero ellos le instaron diciéndole:

[Quédate]. Pero ellos le dijeron:   Quédate con nosotros, porque atardece y el día ha declinado.Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, al sentarse con ellos en la mesa,            Y tomando el pan, bendijo; y partiéndolo se lo dio.  Entonces se abrieron sus ojos y le reconocieron, pero él se volvió invisible para ellos ...

[Explicar las Escrituras]   Se dijeron uno a otro: ¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?

Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los otros, que decían:– ¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!    Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino

[Fracción del pan]   cómo le habían conocido en la fracción del pan (Lc  24, 28-35).

              Ellos le invitan: eso significa que se introduce en su argumento, en su manera de entender las Escrituras. Han empezado un buen camino. Han abandonado Jerusalén, pero encontrarán a Jesús en la casa de la mesa compartida, situada en Emaús. Jesús acepta la invitación, que incluye evidentemente una cena, a la caída de la tarde. Da la impresión de que los fugitivos llevan tiempo fuera de su casa de Emaús.

Las colas de hambre en España cada vez son mayores, un grave problema  social que se esconde - h50

Por otra, pueden preparar una cena con rapidez, poniendo el pan ante Jesús. Forman una “casa”: ¿son hermanos varones, esposos?

Lo cierto es que se reclinan (kataklithênai) a la mesa, de forma festiva y distendida, para ratificar la conversación anterior en un banquete. Pues bien, en contra de las leyes de la cortesía,  en lugar de esperar a que le sirvan, diciéndole que coma, el invitado asume la iniciativa: ¡parte el pan y se lo ofrece precisamente a los señores de la casa!. Podría pensarse que los mismos caminantes  le  han ofrecido la presidencia de su mesa, pidiéndole que parta el pan, pero no se dice... No hace falta decirlo: El peregrino, el sufriente, el expulsado es siempre el que preside la nueva mesa de Jesús, el resucitado.

Esta es la acciòn de Jesús, peregrino, expulsado, crucificado... la acción de todos los expulsados. Jesús toma el pan  de la vida, del trabajo de todos los hombres y mujeres y lo parte y se lo ofrece, en gesto que recuerda las  multiplicaciones y la Cena con sus discípulos:

 – Toma el pan, que es signo central de la mesa... y de la vida humana. Pan de trabajo,pan de la tierra,pan para compartir entre todos....  No pide permiso, no pregunta, no se deja rogar. Ha llegado su momento y, con total seguridad lo toma, como identificándolo consigo mismo.

– Bendijo... (eulogêsen). Puede suponerse que bendijo el pan, pero según costumbre judía, es más probable que bendiga a Dios, con el pan en la mano. De todas formas, bendecir el pan compartido es bendecir a Dios. De esa forma repite sus gestos: sus comidas con los discípulos y pecadores.

– Y partiéndolo... Parte el pan para poder distribuirlo, en gesto que la tradición eucarística ha interpretado en línea de donación y entrega de la vida. Se trata de tomar el pan de la vida de los hombres, todos los panes del mundo, para compartirlos, pues sólo son panes humanos de verdad si se comparten....

No sólo de pan vive el hombre (Mt 4,4)... No sólo de pan material, sino de pan compartido en conversación (palabra) de diálogo y amor.  Ése es el pan de Jesús, Dios mismo hecho mán, comunión de vida, esperanza de pascua en la tierra.. Es evidente que las palabras anteriores sobre el sufrimiento y muerte de Jesús han de entenderse desde este fondo del pan que se parte.

– Se lo dio...  Antes, Jesús les ha llamado “necios y duros de corazón”, interpretándoles la Escritura. Ahora les ofrece el pan, de un modo gratuito, sin condiciones...  Es el pan que ellos han comprado o cultivado en sus campos, antes de seguir a Jesús. Ahora es él quien se lo ofrece.

 Este gesto de Jesús sobre el pan traza la relación más profunda entre su vida y pascua... Los fugitivos le han re-conocido al partir el pan. Si los hombres y mujeres del mundo comparten el pan, comparten la vida en amor… sabrán que Jesús está resucitado. Esto significa que ya le conocían, que sabían que su vida se hallaba vinculada a ese pan compartido...

Emaús: Iglesia en huida, en salida, en retorno (con CELAM, Santo Domingo  1992)

Es evidente que esta referencia a la fracción del pan como signo de Jesús alude a la última cena (Lc 22,14-23). Pero, por lo antes dicho, ella debe referirse también al conjunto de la vida de Jesús (cf. Lc 9, 10-17). Este es su gesto más significativo, su signo más profundo: es contraseña que permite interpretar y aceptar su figura, es Eucaristía.

Sólo de esta forma culmina la catequesis: ¡Jesús se revela plenamente, ellos le descubren como Cristo eucarístico, resucitado!. No ha sido suficiente su interpretación bíblica, ni su exégesis sobre el sufrimiento y muerte en favor de los demás. Eso ha sido un camino que debe culminar y ha culminado en la fracción del pan, como dirán las palabras finales del texto: en el pan partido y compartido se hace presente el mismo Jesús muerto y resucitado, en su totalidad (Lc 24, 35).

Se ha dicho a veces que Jesús resucita en el kerigma, es decir, en la palabra proclamada. Puede añadirse también que ha resucitado en la entrega gozosa de la vida en favor de los demás. Pues bien, ahora debemos avanzar en esa línea y afirmar que

Jesús resucita y está presente en la fracción del pan, es decir, allí donde sus discípulos se reúnen, le recuerdan, compartiendo en su honor el pan….Pero no sólo en honor a Jesús, sino en honor a todos los pobres del mundo… Hay muchas formas y momentos de amor, pero según el Padre-nuestro, oración eucarística, las dos fundamentales son compartir el pan nuestro de cada día y perdonarnos en perdón y gracia unos a otros  (perdónanos como nosotros perdonamos).

 La pascua no es sólo verdad interior, un sentimiento hermoso sobre el valor de la vida, una idea más honda sobre el misterio. Al contrario, la pascua ella se materializa y expresa en el pan de justicia y de la fraternidad, en el pan compartido de la vida… que se celebra sacramentalmente en la eucaristía

Este pan compartido es recuerdo de Jesús…, pero recuerdo hecho vida, es presencia… Jesús resucita en el pan compartido de la vida los hombres y mujeres del mundo, que se respetan y ayudan, que se acogen y alimentan, empezando por los panes…, como hemos dicho: era su signo, comía con los pecadores y con sus discípulos, celebrando de esa forma la fiesta de la vida. Pero, al mismo tiempo, es anticipo del banquete final, como sabe el mismo Lucas: ¡Bienaventurado quien coma el pan en el Reino de Dios! (Lc 14, 15).  Por eso, estos caminantes, sentados en la mesa de  la casa (¿de la iglesia?) con Jesús, pueden pensar que han llegado al final del camino: Descubren a Jesús, le ven, celebran su presencia... Es evidente un anticipo de cielo. 

Fracción del Pan. /NFractio panis (la "fracción del pan"), a finales del  siglo II a. La pintura de la pared en la denominada "capilla griega' de la  catacumba de Priscila, Roma, Italia

 Para encontrar a Jesús resucitado hay que avanzar en su camino, acercándose a la mesa común, al pan que se parte, a la comunidad donde los fieles (creyentes) celebran y expanden el banquete escatológico, que un día podrán compartir todos los humanos. El camino de Emaús recoge así su vida entera y, de algún modo, se abre hacia la pascua eterna. Pues bien, allí donde el fin ha llegado, en el signo del pan compartido, vuelve a empezar la vida verdadera: los discípulos deben retornar a Jerusalén, para asumir su camino. Se les muestra Jesús un momento, le ven y conocen, conociendo en él la hondura y verdad de su reino. Tan pronto como le miran y descubren, él desaparece, pero quedan sus signos: palabra entendida, pan compartido.  La pascua deja de ser una experiencia del pasado y se hace don y tarea de todos los creyentes.    

Pascua y Eucaristía

La pascua de Jesús recibe su densidad y sentido en la eucaristía. Los dos fugitivos han recorrido su camino hasta el final. Ahora saben que Jesús ha triunfado: está presente en la palabra y el pan compartido. Han hecho un camino especial, al principio de la iglesia. Pero su ejemplo se abre y extiende a todos los cristianos, que descubren a Jesús por la Eucaristía, centrada en la fracción del pan. Como hemos visto ya,  la referencia al vino puede quedar en el trasfondo o resulta innecesaria.  Así descubren a Jesús precisamente cuando su presencia externa desaparece. Nosotros, herederos de una vieja tradición  racionalista y, al mismo tiempo, mágica, queremos fundar muchas veces nuestra fe en argumentos científicos y en apariciones.

Al final de este recorrido no encontramos leyes de ciencia ni tampoco apariciones:  sólo una palabra sobre la entrega de la vida (el sufrimiento del mesías) y el signo del pan compartido. En esa palabra y signo aparece el Cristo pascual, principio de fidelidad y gozo de la vida, fuente de comunicación, pan compartido. Los fugitivos ya no necesitan más. Llevaban consigo aquello que buscaban.

Querían escapar de Jesús, pero Jesús estaba con ellos. Evidentemente son dos (al menos dos), pues la reflexión sobre la palabra y la fracción del pan exige compañía: tienen en las manos el pan de Jesús; lo comparten y saben que el Señor ha resucitado. Están reclinados, se preparan para disfrutar el sueño de la noche, tras la conversación y la cena. Pero la visión de Jesús les despierta y, por eso, dejándolo todo, dejando su casa, con el pan caliente sobre la mesa, vuelven hacia Jerusalén, para compartir esta experiencia con el resto de los discípulos, diciendo

¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón! (24, 35).

Ha resucitado y le seguimos viendo, compartindo su vida y recreando su esperanza en la fracción del Pan... pues sobre el pan compatido y el amor resucitado crea Dios los nuevos cielos y la tierra nueva. 

El pan, símbolo de la vida - Brujula Cotidiana

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