Talleres de evangelio SA, Reparar torres, ganar guerras (Lc 14, 33)

Esta era la conclusión del evangelio de Lc 14, 28-33 (domingo 7.9.25), que comenté  en FB y en RD:: construir torres, ganar guerras, pero abandonar a Cristo.

  La iglesia ha construido millones de torres y ha ganado miles de guerras, pero ha perdido (está perdiendo) Jesús) pues, en general, no ha dejado sus torres y sus guerras bienes para andar con él.

El tema es importante, el centro del cristianismo, por eso quiero volver al plantearlo.

Torreciudad, algo mas que un Santuario. - Mi camino

LC 14, 28-33

28 Así, ¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? 29No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, 30diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”. 

31¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? 32Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.

 33Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.

COMENTARIO

Sigue a Jesús, se tú mismo. Abandona tu torre, olvida tu guerra:

Deja toda posesión. Posesiones (ὑπάρχουσιν)) son las cosas que tenemos, que/dominamos y que nos dominan. Poseemos, con arkhein (bienes económicos, sociales, intelectuales, afectivos), pero y que nos dominan,  , como en la posesión diabólica, de forma que no somos libres, dependemos de ellas y así vivimos como esclavos d torres y guerras.

El problema de la iglesia son sus posesiones, las miles de cosas que tiene y que le tienen, que posee y le poseen: Torres y poderes militares y sociales, de inteligencia más artificial (ia) que evangélica (1e) posesiones de campos, casas e instituciones…

La iglesia actual se encuentra de tal manera hipotecada por su historia y su presente, por sus dudosas cuentas corrientes y no corrientes, institucionales y sociales,  ideológicas, moralizantes etc. que apenas le queda lugar para la libertad.

Lo que posee le posee, desde ceremonias y teatros, razones y seguridades,  de forma que apenas le queda espacio de libertad, para ser ella misma, en Jesús, de quien se dice que no tenía donde reclinar la cabeza, ni más seguridad que su bondad y su palabra, en comunión de vida con otros (de forma que no nos pude dejar en herencia, más que su palabra y camino (los calzones y las cinco cosas que tenía se las rifaron sus verdugos)..

La iglesia ha construido muchas torres buenas ha ganado cien batallas…se ha hecho muy importante, y ha hecho grandes obras… pero allí donde vive de torres alzadas y batallas ganadas, sin desprenderse de todas sus posesiones (πᾶσιν τοῖς ἑαυτοῦ ὑπάρχουσιν) ella no puede seguir a Jesús que dice

No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra donde la polilla y el orín corrompen, y donde los ladrones excavan y roban (Lc 12, 33:  Vended vuestros bienes y dadlos en limosna…)

(y 3) Toma de Granada el 2 de enero: La gran efeméride de la historia ...

En contra de ese deseo de tener torres y partidos, atesorad   para vosotros tesoros de vida (de humanidad), que ni la polilla ni el orín corrompen, ni los ladrones pueden robar ni atesorar en cajas muertas…Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón. Atesorad por tanto “humanidad y vida corriente (que corre y se comparte)”, no dinero muerto que mata. Pobed pues el dinero esté al servicio de la Vida, es decir, de la comunión entre personas (cf. Mt 6, 19-21), pues el dinero sólo es bueno cuando se comparte.

Jesús fue  un líder campesino radical, desde los más pobres, y no quiso tener campos y ganar batallas, sino vivir, ser en comunión de amor con otros desde arriba, controlando los

Jesús no quiso ganar mercados imperiales, ni tener  dinero  para su gran revolución…. Vida, sino que hizo algo anterior y más profundo: empezó ofreciendo dignidad a los campesinos expulsados de su tierra, curando” a los “enfermos” (esclavizados por el dinero de otros), sanando a los enloquecidos por una sociedad en la que el único dios era el dinero.

Hizo esas cosas y otras muchas más porque no tenía nada, porque no se quedaba con nada

De esa forma quiso crear un “tesoro de humanidad”, un “banco universal de corazón”, que no está metido en cajas fuerte, sino siempre en camino de comunicación gratuita. Conocía bien el sentido del dinero que se compra y vende, que todo lo compra y vende… Lo conoció y lo utilizó, pero invirtiendo su sentido: Vender el dinero para “comprar” (crear) más corazón, más vida en amoar.

 ‒ Jesús quiso que los hombres “vendieran todo”, para crear una “Bolsa” de humanidad. Así lo dice, con la palabra técnica (ballantion); no la bolsa de divisas comerciales, sino una Bolsa de cielo, esto es, de humanidad resucita.

- Jesús quiso que muriera un tipo de dinero que mata, para que resucitara la humanidad que vive, que ama… Ésta fue la nueva “cartera de valores” de Jesús, un Banco en que se ingresa todo el “dinero de muerte” (que mata a los pobres), para convertirlo.

 Quizá  se podría hablar desde Jesús  quiso tener una “cartera” de valores o  un banco de amores donde ingresar  que se vende y se da a los pobres, pero sólo para que esos valores y amores estén  siempre en movimiento de comunión universal. Esta no es una bolsa de comercio de dinero (al servicio del mismo dinero), sino de una cartera o banco al servicio de la vida de todos, no para amontonar más torres y ganar más batallas, sino para poner en marcha la vida de todos, para superar un tipo de economía egoísta de dinero al servicio de Sino mismo,  para convertirse así en torre y en guerra, para crear de economía de humanidad.   

 1. Jesús quiso así destruir un tipo de mundo fundado en el dinero, diciendo: No acumuléis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde los ladrones excavan y roban. El tesoro de la tierra que se amontona al servicio de unos pocos, está sometido a la corrupción (devorado por la polilla y el orín) y a la violencia, pues las riquezas privadas excitan el deseo de ladrones. Jesús no dice nada sobre la “razón” de esos “ladrones”, si son justos o injustos, sino que los “tesoros” (escondidos en bancos, inversiones de bolsa o pozos bajo tierra) suscitan su deseo de tenerlos. Evidentemente, los dueños de tesoros buscarán policías o soldados para defenderlos, pero será inútil; vendrán siempre nuevos ladrones. Esa es para Jesús la ley de una riqueza particular, que suscita violencia y contra-violencia, definiendo nuestra realidad política y comercial, pues seguimos jugando al juego macabro de más capitales y mercados, policías, soldados y ladrones. Estamos al borde del colapso.

Jesús quiso crear un mundo al servicio de la vida, la vida humana, l amor mutuo.. Así dijo: acumulad para vosotros tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen, y donde los ladrones no excavan ni roban. porque donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón. Jesús no habla de cosas que han de hacerse en un “cielo espiritual”, sino de una manera nueva de tener y compartir.

Conforme a su dinámica (tanto en Lucas como en Mateo) atesorar para el cielo no es quemar los bienes o venderlos, sino darlos, compartirlos con los pobres, de manera que ellos sean signo y realidad de comunicación entre todo, de comunión de vida Atesorar para el cielo significa ganar amigos regalando aquello que tenemos (cf. Lc 16, 9), de manera que los bienes que así damos (=compartimos) forman un tesoro que no se pudre con orín, ni se consume con polilla, ni atrae la codicia de ladrones. No con más policía ni ejército, sino con más comunión era posible el cielo en la tierra, en aquellos años duros de neocapitalismo romano y ladrones que estaban surgiendo en Galilea.

No fue contra nadie, no quiso matar a Caifás, ni a Pilato, ni al César (que por entonces andaba en Capri, la isla de los ricos), sino a favor de todos, desde los más pobres, en la línea de los itinerantes, campesinos sin campo ni trabajo, que han de unirse para compartir una nueva solidaridad y comunicación, capaz de curar a los ricos. Sólo así podrá surgir una nueva economía mundial, que no sea de Imperio (capital, mercado), sino de todos los hombres y pueblos, empezando por los pobres.

  Un dinero divinizado mata a Jesús, mata a los pobres (y no resucita), nos mata a nosotros mismos, a modo de gran suicidio de humanidad. Tras haber entrado en Jerusalén como Rey, para iniciar de esa forma su reinado, en nombre de Dios, frente al orden político y social de Roma, conforme al testimonio de los evangelios (cf. Mt 21, 1-17 par), Jesús entró en el templo para “limpiarlo”, es decir, para expulsar a los banqueros (cambistas) y a los comerciantes y vendedores de animales para los sacrificios, pues quería que el templo fuera casa de Dios, es decir, de oración y comunión personal de tú a tú para todos los pueblos, sin dinero cerrado en cajones ni para sacrificios de animales.

            El evangelio de Mc 11, 15-18 dice que Jesús condenó el templo de Jerusalén como “cueva/banco” de ladrones reunidos.  El evangelio de Juan 2, 14-17 dice que ese templo/banco se había convertido  en casa de negocios (oiko semporiou) al servicio de los ricos (es decir, de un sistema político y religioso que crece al servicio del dinero, sacrificando en su altar a los pobres).

‒Jesús expulsa a vendedores y compradores de animales para los sacrificios(Mc 11,15b). De esa forma quiso decir que no se puede “sacrificar” a nadir (ni animal ni hombre, ni negro ni blanco, ni enfermo ni sano) al servicio del dinero. No se puede comprar/vender ni sacrificar nada para bien del Templo (es decir, del Estado de España o de USA, ni de ningún otro templo… Todo ha de ponerse al servicio de los hombres, empezando por los pobres.

Derriba las mesas de cambistas de dinero y de los vendedores de palomas (11,15c). No se limita a expulsar a los vendedores, sino que derriba ese centro material del templo que es la mesa de cambios, banco de economía y de venta de palomas. Se trata claramente de un gesto simbólico: Como caen estas mesas, vendrá a derrumbarse en el suelo el edificio «sagrado del templo.

Jesús pide a Pedro y a su gente que lo dejen todo, como ha dicho al rico que le quería seguir, pero no para quedar sin nada y morir, sino al contrario, para recuperarlo todo en comunión de bienes y familia,   en libertad de amor, sin imposiciones, para crear una forma de vida compartida, de trabajo en el campo y consumo, en línea de solidaridad, gratuidad laboral y multiplicación (con cien madre, hermanos…, en libertad, porque el único bien de Jesús es la comunión de palabra y vida con otros.

De esa forma, Jesús hace posible el surgimiento y disfrute de valores de amor y familia universal (que son inseparables), con el ciento por uno de casas/campos, madres, hermanos, hermanas e hijos… pero no como posesión, ni personal ni de pequeño grupo, sino como comunión (cf. Mc 3,34-35: pues todo el que cumple la voluntad de mi Padre es mi hermano, mi hermana y mi madre).  

Jesús ha vinculado bienes económicos (riqueza) y afectivos (familia), con un desprendimiento creador, acogedor,  que se vuelve principio de comunicación y de riqueza, pues allí donde el hombre regala en gratuidad algo que tiene, recibe gratuitamente el ciento por uno, trabajando el campo, cuidando la casa, compartiendo la vida con cien madres, hermanos/as e hijos).

El hombre no es constructor de torres y gandor de batallas, sino regalo de vida se vuelve así espacio de abundancia. Jesús no quiere negación por negación, sino negación para multiplicación.

Frente a la dinámica de exclusión y egoísmo de este mundo envejecido en el que corremos el peligro de matarnos todos unos a otros,  ha suscitado Jesús un camino de gratuidad que multiplica en amor familia y bienes. Allí donde los hombres asumen ese camino su vida se transforma, avanzando por lugares y experiencias de creatividad y gozo sorprendente, de manera que podemos hablar de una recuperación o recreación comunitaria.

Los seguidores de Jesús dejan la familia antigua con su riqueza particular, para compartir otra familia (=iglesia) de personas y bienes, en apertura a los pobres (cf. 10, 21). Gratuitamente dejan todo, pero más gratuitamente lo recuperan en clave de multiplicación, pues el evangelio aplica a las relaciones familiares la dinámica de fondo de la sección de los panes (cf. Mc 6, 14-8, 26, y en especial 6, 35-44 y 8, 1-8).

--En la base sigue estando el principio de la donación y comunión de bienes personales, afectivos… aprendiendo a escucharnos unos a otros, aprendiendo siempre de los otros Sin este principio de gratuidad, sin el don más hondo de la misión del Reino (cf. Mc 6, 6-12), sin el desprendimiento radical de las riquezas que los creyentes ofrecen a los pobres, es decir, a todos los necesitados (sean o no cristianos), carece de sentido la familia mesiánica.

--Ese mismo don de los bienes se vuelve principio de comunicación. Sólo allí donde los miembros de la comunidad ofrecen hacia fuera lo que tienen pueden compartirlo al interior del grupo, recibiendo el ciento por uno de aquello que han dado, pues la pobreza (vivida como gratuidad) se vuelve principio de riqueza superior, de tipo espiritual y material. La Iglesia mesiánica se entiende así como experiencia de comunión de familia, trabajo y bienes.

Éste es el secreto la iglesia mesiánica sin victimismo ni pauperismo. Ciertamente, es necesario darlo todo, cada uno lo suyo, pero sabiendo que ese don es siembra de generosidad (trigo al ciento por uno, Mc 4) que permite recibir y disfrutar en este mundo el ciento por uno del grano sembrado, como sabe la parábola central de   Mc 4, 8) Es evidente que Jesús ha sembrado reino en toda tierra (entre leprosos y publicanos, posesos y enfermos...). Pero la misma simiente transforma esa tierra y consigue en el mundo el ciento por uno de cosecha en abundancia.

 La nueva comunión o iglesia mesiánica (cien madres/hijos, hermanos/as) aparece así como campo de trabajo productivo y casa grande (espacio de familia: cien hermanos, madres, hijos) de todos los creyentes. Dentro de ella, los hombres y mujeres pierden su poder patriarcal y matriarcal, pero también en fraternal y sororal… como compartir todo en comunión con todos  

Conclusión

a.La iglesia debe superar toda propiedad particular… Ella  sólo puede tener propiedades comunes que no son “propiedades” ni patri-monios,  sino comunalidades, valores y bienes en comunicación de palabra y vida como dice  Lc 4, 33, que es la palabra central de su evangelio….

  1. El cristiano ha de ser un hombre o mujer libre…. Que no posee nada, ni es posesión de nadie, ni de Dios, pues un Dios qe posee no es Dios sino diablo. Lo único que el ser humano tiene y posee es lo que “da”, lo que comparte en dialogo, porque Dios es diálogo, no posesión (es Verbo encarnado, Jn 1, 14).
  2. A partir de aquí podemos empezar a caminar con Jesús, a seguirle… ¿Qué están locos los cristianos? Evidentemente, no están locos, son locos de diálogo personal y de amor… Se trata de no poseer nada y empezar a vivir compartiendo, se trata de no ser poseído por nada, y poder disfrutarlo todo, asumiendo y abriendo caminos…

d)Todo lo demás, absolutamente todo, es relativo… menos la relación de palabra y amor entre las personas, desde las entrañas de la vida (herrem), en gratuidad (hen), en fidelidad (hesed), en verdad y firmeza (emunah). Éste es el centro de toda la Biblia, como lo formula Ex 34… He comentado ese texto  con las palabras de fondo hebreo  en un libro que escribí sobre la Misericordia con J. A. Pagola

  1. e) Para entender esto hay que salir de Egipto y pasar por el mar Rojo y empezar a vivir en una tierra llamada libertad y comunidad. ¿Qué hacer con esto? Empezar… y ya se verá como seguimos, sin tener nada, ninguna de las cosas que poseemos y nos poseen….
  2. Se trata de empezar, como tuvo que empezar Pedro y Magdalena etc. etc., cambiando mucho, teniendo que enfrentarse con el mismo Jesús, porque el “GPS natural” les mandaba por otro camino (sobre todo a Pedro, a quien Jesús tuvo que decirle que callara y se apartara de su lado, pues no pensaba las cosas de Dios, sino las de los hombres (Marcos 8, 33). Y desde aquí se puede seguir, que andamos por Mc 8 y por Lc 14, y quedan todavía otras cosas en los evangelios.
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