Ave María

Virgen
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El Ave María (Dios te salve María, Agur-Maria)  es  la más popular de las oraciones marianas de Adviento de los cristianos católicos. Consta de tres partes.(a) La palabra del ángel de la Anunciación que saluda a María en términos de gozo y cumplimiento mesiánico: Ave, gracia a ti, agraciada, el Señor está contigo (Lc 1, 28). (b) La palabra de Isabel que, al descubrir la acción de Dios en ella, eleva su voz y dice a María: bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre (Lc 1, 42). (c) La respuesta de la Iglesia, que recoge en reverencia los aspectos anteriores y se atreve a penetrar en el misterio de la historia humana, confesando la grandeza de María como santa y madre de Dios y diciendo: «ruega por nosotros, pecadores...».

Aquí sólo voy a comentar la primera parte: Ave (=Dios te salve) María, llena de gracia (gratia plena), que en griego se dice Khairekekharitômenê, alégrate agraciada. Conforme al sentido ordinario, ese término griego se puede traducir en latín y castellano por «ave», que significa salud, estate bien, Dios te ayude.

En el fondo del saludo se percibe un tono intenso de gozo. Khaire significa «alégrate» (jara, gozo) y este motivo es dominante en la palabra del ángel (cf. Sof 3,14-15; cf. Jl 2,21; Zac 9,9) y refleja un gozo de las buenas  profecías. En un mundo de males y muerte, Dios ofrece a María un motivo de vida alegría[1].

         El Señor está contigo. Al saludo jubiloso (alégrate) y al nombre personal (Agraciada) sigue la presencia de Dios, garantizando la verdad de todo lo indicado: el Dios que la ha escogido la acompaña, en gesto de asistencia. De esta forma se realiza el misterio de la alianza de Dios con los hombres, expresada por la palaba Emmnuel, Dios está con nosotros, (cf. In 7, 14; Mt 1. 18-25;Gen 26,24; Ex 3,12; Jue 6,16).

 

          Kekharitômenê[2]: gracia a ti, agraciada (Lc 1,28). El texto es un juego de palabras con khaire, alégrate, y kharis, gracia (cf. Gen 16,7-13; 17,1-21; 18,1-15; Jc 6,11-24; 13,2-21; Mt 1, 18-25; Lc 1,5-25), poniendo de relieve la coincidencia originaria entre gracia y alegría, dos facetas de la plenitud de Dios, de su presencia salvadora que llena de gozo a los creyentes y especialmente a María[3].

Cuando Lucas define a María como kekharitômenê realiza una opción de grandes consecuencias. Podría haberle llamado eukharis (hermosa, bien agraciada) o utilizar una expresión normal de plenitud, como hace al referirse a Esteban (lleno de gracia: Hch 6,8), pero escoge un verbo “raro” (kekharitômenê) que en el NT sólo vuelve a utilizar  en Ef 1,). Éstas son algunas de sus posibles traducciones:

1. Hermosa, Bella, Agraciada (cf. Eclo 9,8). Ciertamente, Lc 1,28 es más que un cumplido a la belleza femenina de María, pero incluye también ese cumplido. El ángel dirá después: «has hallado gracia ante Dios; por eso, he aquí que concebirás en tu seno...» (Lc 1,30.31). De la belleza y plenitud de María, que se explicita también en sus entrañas de mujer grávida de vida, trata nuestro texto. Sin esa salud y hermosura corporal, que comienza de manera física, el saludo del ángel pierde hondura.

2. Privilegiada, Favorecida, Agraciada. El ángel la saluda declarando que Dios mismo le ofrece su favor y privilegio. La kharis es efecto del amor de Dios; pero se expresa en el cuerpo y alma de María. Por eso, algunos  han resaltado ese matiz de Privilegiada, destacando el favor o privilegio que Dios le ha concedido. En una línea semejante, R. E. Brown prefiere llamarla Favorecida o Favorita, indicando que Dios se fija amorosamente en ella. Destacando este matiz, quizá es mejor hablar sencillamente de Agraciada, definiendo a María como mujer que, poniéndose en manos de Dios, puede realizar y realiza una importante obra de gracia[4].

3. Contemplada. Una forma de resolver la posible contraposición entre «agraciada» y «llena de gracia» ha sido propuesta por la traducción exegético-teológica de L. Boff: «El pasivo indica que María ha sido objeto de la acción del Espíritu, ha recibido la comunicación del Espíritu santo y, en adelante, lo posee de un modo habitual y permanente... Por ello, preferimos la palabra contemplada. Y ello por una razón muy concreta. La tradición de la Iglesia, basada en los textos bíblicos, ve a María como templo del Espíritu santo[5].

4. Amada de Dios, Amiga. Para la Biblia, gracia significa relación entre personas: es el favor del rey (cf. 1 Sam 16,22; 2 Sam 14,22; 1 Re 11,19), es el amor (Cant 8,10), es ambas cosas, como muestra el libro de Ester cuando nos habla del amor del rey a la mujer israelita (cf. Ester 2,17; 5,8; 7,3; 8,5). Desde aquí ha de comprenderse la palabra del ángel a María: indica el amor de Dios por ella. María es más que simplemente hermosa, es más que contemplada. Dios la llena con su gracia para dialogar con ella, para amarla[6].  

 María es kekharitómene: hermosa, agraciada, amada porque ha sido elegida por Dios y porque colabora de manera positiva en el nacimiento futuro del Cristo. Esto nos obliga una vez más a precisar las perspectivas:

Una perspectiva funcional entiende kekharitômenê en línea externa: María es agraciada porque ha recibido una misión y puede realizarla. Lo que Dios le ha concedido es gracia para obrar, no para ser, una «gracia gratis data», no santificante (así lo ha puesto de relieve la tradición protestante).

Una perspectiva más esencialista u ontológica interpreta el kekharitômenê a partir de la gracia santificante: «como favor divino instaurado en un alma a título de cualidad permanente». Esta es la visión que han puesto más de relieve los autores católicos.

En esta segunda línea quiero insistir en la hondura personal de de la gracia de María que se identifica con su vida y su persona[7].

María es agraciada/amada, en la línea de Jesús a quien se llama êgapêmenô, amado (Ef 1, 6), en un contexto cercano al de Lc 1, 28: Efesios bendice a Dios Padre que nos ha predestinado para ser alabanza de la gloria de su gracia (kharitos), que gratuitamente nos ha concedido (ekharitôsen) por medio de su amado (en tô êgapêmenô). Conforme a Lc 1,28, la acción de Dios tiende básicamente a María, que es la kekharitômenê o agraciada por excelencia. Ef 1,6 supone que la acción amorosa de Dios se expande a todos los creyentes, agraciados por Dios a través de su amado, êgapêmenô, que es Cristo[8].

 Lc 3,22 y Mc 9,7 definen a Jesús agapétos (carísimo, querido), indicando así su cercanía respecto de Dios Padre y su carácter de Hijo único[9]. Pero esa palabra, que deriva también de agapaö ha perdido su carácter verbal y ya no expresa el movimiento creador que viene de Dios Padre hacia su Hijo. Precisamente para destacar ese movimiento, Ef 1,6 llama a Jesús êgapêmenos, el amado, no como persona aislada, sino como centro de un amor abierto a todos los seres humanos:

Jesús es amado por excelencia, el verdadero êgapêmenos. Pertenece al misterio de Dios y es fundamento de todos los amores y las gracias que Dios quiere concedernos. En ese aspecto no se puede afirmar que María sea êgapêmenê, la amada sin más.

Por medio de Jesús, amado, Dios nos ha ofrecido su gracia, esto es, su kharis. Ef 1,6 lo dice de manera general, como aludiendo a todos los salvados: ekharitôsen hêmas (nos ha dado su gracia). Pues bien, en el conjunto de salvados hay una persona especialmente agraciada: María, kekharitômenê (Lc 1,28). Es agraciada, amada, porque ha sido destinada para madre del Cristo amado, porque ha creído en la palabra de Dios (Lc 1,45), porque ha inaugurado el camino de la Iglesia (Hch 1,14)[10].


[1] ‒Agraciada (kekharitômenê). Dios llamó a Gedeón Guerrero de Valor (Jc 6,12) y Jesús puso a Simón el nombre de Pedro (Piedra; Mt 16,18 par). Pues bien, el ángel llama a María Agraciada, escogida Así lo indica el texto posterior: «has encontrado gracia ante Dios» (Lc 1,30). Para interpretar esa palabra es conveniente recordar lo que Isabel dirá a María: «bienaventurada tú, la que has creído (la creyente)» (cf. Lc 1,45).

[2] El texto incluye un saludo (khaire, ave, alégrate, gracia a tí), una denominación personal (kekharitômenê, llena de gracia o agraciada) y una palabra de asistencia (ho kyrios meta sou, el Señor está contigo). Cf. S. Muñoz Iglesias, El evangelio de la infancia en san Lucas y las infancias de los héroes bíblicos: EstBib 16 (1957) 329-382; J. Gewiess, Die Marienfrage. Lc 1,34: BZ 5 (1961) 221-254; R. Laurentin, Les Evangiles de l'Enfance du Christ, Paris 1982, 549s. Algunas traducciones antiguas interpretan la gracia del kekharitômenê en términos de khara o alegría, traduciendo así el saludo del ángel: ave laetificata (alégrate, tú, alegrada). Cf. H. Schürmann, Luca, Brescia 1983, 133s.; H. Conzelmann, Kharis, TDNT, 9, 373; M. Cambe, La kharis chez Saint Luc: RB 70 (1963) 197.

[3] Kekharitômenê es participio perfecto pasivo de kharitoô, gratificar, bendecir, un verbo que aparece sólo una docena de veces en la antigua literatura griega, con un final en propio de los verbos causativos. Su sentido normal es «infundir gracia» (causar gracia) en aquel a quien la acción va dirigida. Posiblemente implica también abundancia o plenitud. El tiempo en perfecto indica que María goza de un estado permanente de gracia. Cf. S. Lyonnet, Khaire kekharitómen Bib 20 (1939) 131.141; S. Sahlin, Das Messias und das Gottesvolk, ASNU 12, Uppsala 1945, passim; A. Strobel, Der Gruss an Maria (Lk 1,28): ZNW 53 (1962) 86-110; H. Räisänen, Die Mutter Jesu im NT, STT 158. Helsinki 1969, 86-92. J. Galot, Marie dans l'Evangile, Paris 1958, 23, traduce «exulte, exaltée en grace».

[4] Cf. R. E. Brown, El nacimiento del Mesías, Madrid 1982, 336-337;P. Audet, L'annonce a Marie: RB 63 (1956) 346-374.

[5] L. Boff, El Ave-María. Lo femenino y el Espíritu santo, Santander 1982, 59-60.

[6] He desarrollado el tema en María y el Espíritu santo: EstTrin 15 (1981) 30-31. C. A. George, La Mère de Jésus, en Etudes sur l'œuvre de Luc, Paris 1978, 435.Ciertamente, los conceptos no resultan del todo equivalentes y por eso nuestro texto dice kekharitômenê (agraciada-amada) y no simplemente égapemene (amada sin más) como en Rom 9,25 y Ef 1,6. Así resalta el aspecto de gratuidad y donación de amor en el misterio de María, éste es un amor que la transforma de un modo personal; sólo así, como Agraciada-Amada de Dios, María es kekharitômenê.

[7] María es kekharitômenê en el proceso total de su vida, en un camino de acogida (has hallado gracia) y donación (concebirás; cf. Lc 1,30-31): ese camino ha culminado en el encuentro con los fieles de Jesús, formando así la Iglesia (cf. Hch 1,14).

[8] Êgapêmenos, participio pasivo de agapaô, amar, es el amado con intensidad. La palabra ha recibido pronto un rasgo cuasi-mesiánico. Así aparece en los LXX como traducción de Jeshurun (cf. Dt 32,15; 33,5.26; Is 44,2). También aparecen como êgapemenoi diversos personajes de la historia israelita: Abraham (Dan 3,35 TH), Moisés (Ecl 45,1) y Samuel (Eclo 46,13). El NT ha interpretado ese título de honor en un contexto eclesial: amados de Dios son los cristianos (1 Tes 1,4; Col 3,12; 2 Tes 2,13; Jds 1) y es amada la Jerusalén celeste de los redimidos (cf. ApJn 20,9). Ef 1,6 aplica de manera solemne esa palabra a Jesucristo. Cf. H. Schlier, An die Epheser, Düsseldorf 1968, 56-57.

[9] Cf. E. Stauffer, Agapaö, TDNT I, 48; E. Lohmeyer, Markus, Göttingen 1967, 23; P. Gaechter, Das Matthäus Evangelium, Innsbruck 1963, 103-105.

[10] Debemos comparar las funciones y sentido de Cristo-êgapêmenos y María-kekharitômenê, destacando la cercanía etimológica entre kharis (de kekharitômenê) y la charitas/caridad, que es el amor o agapé de Dios en Jesucristo- Cf J. Pieper, Amor, en Las virtudes fundamentales, Rialp Madrid 1976, 425-426.

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