"Será bueno situar en ese fondo el tema de la cárcel o libertad de los independentistas catalanes" No se trata de amnistía, indulto o pena, sino de libertad, presencia y cuidado

Indulto
Indulto

Se discute con cierta acritud en los "medios" y en la calle sobre el posible indulto-amnistía de los presos independentistas catalanes. Hay otras instancias en la que se decide directamente el tema, pero la Iglesia tiene y debe exponer con fuerza su palabra: El tema no es amnistía, indulto o pena, sino algo más importante, algo previo: La libertad original de Cristo (Lc 4,17-18), la presencia y cuidado de los cristianos (Mt 25, 31-46). 

La palabra "pena/penitencia" (castigo) no es cristiana  (aunque se ha utilizado en la iglesia), ni es cristiana la "justicia" punitiva del talión, en línea jurídica, política o carcelaria . Lo cristiano es libertad universal, por encima de grupos sociales impuestos o leyes "sagradas", como dijo Jesús (Lc 4, 17-18) y formuló Pablo (Gálatas, Romanos)-

Por política contraria a su opción a favor de pobre y excluidos (por una "causa sagrada" llamada Israel) mataron a Jesús. Por política contraria a su "universalidad" mesiánica (por una causa  sagrada llamada Imperio de Roma, mataron a Pablo).

Ciertamente, es difícil articular la "libertad cristiana" en el contexto de los poderes dominantes, que identifican su "estado" o su "economía" con un "dios" político-social o económico, en la línea de los "animales" que Th. Hobbes llamaba Leviatán y/o Behemot). Será bueno situar en ese fondo el tema de la cárcel o libertad de los independentistas catalanes.

37. Holanda cierra cárceles por falta de presos

 Cárcel o amnistía/indulto para los independentistas.

     Como diría Th. Hobbes, no se trata de Dios , sino de Leviatán y/o Behemot, que son "monstruos" más o menos grandes, como pueden ser USA o China, el Estado Español o la República Catalana, con un tipo de economía dominante (como en tiempos de la Biblia fueron Asiria o Babilonia, Egipto o los seléucidas de Siria).

Éste es un tema de muchas opiniones que se consideraron y se consideran "sagradas", como es un tipo de Estado "divinizado" de hecho, y un tipo de economía absolutizada. Sagrada se creyó Babilonia, y lo mismo Roma, y actualmente seguimos repitiendo sus esquemas, a pesar de que pasó por el mundo Jesucristo y de que anduvo Pablo, por muchos caminos, siendo al fin los dos ajusticiados (sin indulto ni amnistía), a pesar de que pedían amnistía y libertad para todos.

1.Muchos, incluso de tendencia cristiana, dicen que este tema (amnistía, indulto o cárcel dura) es puramente político/judicial, sin que entre para nada la iglesia. Muchos añaden que,  en el conjunto de España, la mayoría de los llamados cristianos son partidarios de respuestas duras: Que paguen con la cárcel lo que han hecho. 

2.Pero hay otros, de tendencia social y/o política distinta, que son partidarios de respuestas más flexibles, dialogadas, que piensan que la cárcel no ha sido una buena solución, ni una respuesta justa ante el gesto independentista  de los políticos catalanes encarcelados.

3.La iglesia como tal no responde si o no al tema "concreto" de una amnistía de los independentistas (pues ella se sitúa por encima de ese plano), pero el tema de la cárcel es un elemento central de "constitución",  pues Jesús dijo y dice, en nombre de los encarcelados: Estuve en la cárcel y (no)  me visitareis  o cuidasteis (Mt 25, 36.39.43). Los que dicen que el tema de la cárcel no es un "tema cristiano", sino sólo político/jurídico no han entendido absolutamente nada del cristianismo.  

4.Para la Iglesia el tema clave no es amnistía-indulto o pena dura (para independentistas y otros presos)  sino algo anterior y mucho más profundo: la identidad de Cristo con los encarcelados.  En ese contexto, el primer "episcopado/cuidado" de la Iglesia es aquel que ha establecerse a favor de los presos , como dice Mt 25, 43 (con no "epeskepsate me":   fuisteis mis cuidadores-obispos).

5.La iglesia del conjunto de España y en especial la de Cataluña ha hecho y sigue haciendo mucho en este campo, pero quizá no ha dicho ni está diciendo una palabra clave y fuerte de presencia, de reconciliación, de episcopado, una palabra y acción que pueda ser oída por todos. En este contexto (antes de hablar de amnistía, indulto  o pena completa), quiero presentar una palabra fundamental sobre la cárcel

Para una presencia cristiana en el "mundo" de la cárcel, para superar la misma cárcel 

(imagen 1. Holanda cierra cárceles por falta de presos) . Imagen 2-3: libros. Imagen 4 y ss. Aspectos diversos de la pastoral penitencia, con una imagen final del  P. F. Roselló, mercedario, director del Sec. de Pastoral penitenciaria de la CEE). 

     El año 2000, impulsada por la Conferencia Episcopal Española, un grupo de estudio y pastoral social,  preparó un documento titulado "Grandes Línea de una Pastoral Penitenciaria" con la participación de juristas, teólogos, voluntarios sociales y pastoralistas, entre los que sobresalía Ramón Prat i Pons, de quien ayer presenté una semblanza.

   Ese documento "oficioso" de la CEE presenta un esquema de conjunto de lo que he llamado "pastoral de presencia y cuidado" en el mundo de la cárcel, tema del que tratado en una tesis doctoral sobre los encarcelados en Mt 25y en un libro sobre Dios Preso.

Pero aquí no quiero exponer mi visión, sino la de R. Prat i Pons,  que forma parte de un documento dirigido y preparado por José Sesma, director del Secretariado de Pastoral Penitenciaria de la CEE, que no ha sido aún no asumido por la CEE, pero que plenamente actual.

Línea directrices de una Pastoral Penitenciaria  para el tercer milenio (sobre un texto base de R. Prat i Pons).

Entendemos por Pastoral Penitenciaria integral, la que proclama la Palabra, celebra los Sacramentos y Sirve caritativamente al recluso, sujeto inmediato y directo de la atención pastoral en los establecimientos penitenciarios; y, además, procura, por esos mismos medios, sanear y humanizar los ámbitos deprimidos y marginales de los que ha salido la inmensa mayoría de los presos y en los que se hallan inmersos sus familiares.

La realidad penitenciaria personal, social y estructural (analizada y diagnosticada y contemplada a la luz de los gestos y palabras del Señor Jesús), interpela insistentemente a la Iglesia, comunidad cristiana, y genera una nueva toma de conciencia eclesial sobre la responsabilidad de su misión evangelizadora.   

 El Evangelio es Buena Noticia real para toda la humanidad. Y para el Mensajero de tan extraordinaria Noticia, Jesús, que hizo de la misericordia su bandera y vino a buscar pecadores y corrió detrás de la oveja perdida hasta encontrarla, no hay nada definitivamente perdido. (Cfr. Mt. 9, 13; Lc. 15, 4) Podemos afirmar, incluso, que lo perdido del mundo es lo preferido por Jesucristo. La Iglesia, como sacramento del amor de Dios, manifestado al mundo por medio de Jesucristo en el Espíritu, ha de dar testimonio, con coraje y sin ningún tipo de miedo, de la ­Buena Noticia de Cristo Jesús­ (Hch. 6, 10),  en todos los ámbitos que debe sanar, iluminar y ­salar­ la Pastoral Penitenciaria: centros de reclusión, barrios y grupos deprimidos y marginados.

  A la luz de los gestos y palabras del Señor Jesús, estamos convencidos de que la tarea de la Iglesia consiste en actualizar, a través de los tiempos, el compromiso de la triple acción educadora que el mismo Cristo enseñó y confió a sus discípulos, a saber: educar la mirada para ver y sentir como propios los males del mundo y, por tanto, también los que afectan al mundo penitenciario; educar la inteligencia para discernir y descubrir al mismo Cristo, presente en el fondo del sufrimiento humano y, por tanto, en el fondo de la realidad carcelaria; y educar la voluntad para actuar y comunicarse los unos con los otros en actitud transparente de servicio.

 La acción educadora de la mirada, del discernimiento y de la práctica del amor, afecta a todos los cristianos, sin ninguna distinción, y a toda la Iglesia en su misión profética, litúrgica y de acompañamiento hacia el aprendizaje del estilo de vida de Jesucristo. Por esta razón, la acción evangelizadora que la Iglesia realiza en la Pastoral Penitenciaria afecta, por una parte, a la pastoral de conjunto eclesial, y, por otra parte, presenta dimensiones de actuación específicas y complementarias. Tales dimensiones son de orden ideológico, social, político, jurídico y eclesial. 

Testimonio - Pastoral penitenciaria, un gran servicio eclesial - RTVE.es

 La Pastoral Penitenciaria es una pastoral relacionada con el conjunto de la comunidad eclesial que reclama y exige, de parte de la misma, el diseño de unos objetivos, una metodología y una organización. Los objetivos de la Pastoral Penitenciaria son los propios de toda acción pastoral eclesial: seguir realizando el quehacer que nace de la Pascua / Pentecostés y es, en este caso, la evangelización encaminada a construir, en ambientes deprimidos, la comunión querida por Cristo; que consiste en establecer una relación de auténtica fraternidad entre todas las personas (también entre y con los presos) y la relación filial de todas las personas con el Padre Dios.­ La Pastoral Penitenciaria, dentro del conjunto de la pastoral eclesial, es, en verdad, la pastoral del amor, de la esperanza, de la justicia, de la igualdad, de la fraternidad y de la libertad!.

 La fidelidad a la Pascua exige por parte de la comunidad cristiana una acción servicial, celebrativa y misionera. La acción servicial es la práctica del amor concreto y convivencial, abierto a todas las personas, sin ninguna distinción, no por lo que hacen o han hecho sino por lo que son. La acción celebrativa es la anticipación gozosa de la realización plena de la justicia y de la libertad: celebración anticipada que se pone de relieve en la Eucaristía, pero también en el talante esperanzado de la actuación de la comunidad ante las causas perdidas.

La Eucaristía obliga a la Iglesia a proclamar el ­año de gracia del Señor­, ante la situación de la realidad penitenciaria. La Eucaristía obliga a la Iglesia a dar testimonio de esperanza a través de la pastoral de la justicia y de la libertad. La acción misionera es la creación de las condiciones de posibilidad para la práctica del amor y para la celebración anticipada de la realización en plenitud de la justicia y la libertad. Estas tres acciones son tarea nuestra, pero, en definitiva, son un don del Dios dador de todo bien. 

   Creemos que la Pastoral Penitenciaria, como parte de la pastoral de conjunto, en el momento presente, ha de poner el acento de su actuación en promover un cambio profundo de mentalidad general de la sociedad ante la situación penitenciaria. Pues, urgiendo que la sociedad pase de una actuación sobre los efectos de la violencia a una acción decidida sobre sus causas, estamos anunciando al mundo de la marginación la Buena Noticia evangélica de la salvación.

La actuación concreta para promover un cambio de la mentalidad general de la sociedad ante la situación penitenciaria tiene varias dimensiones o acentos. Son dimensiones que cada una tiene su especificidad, pero que están profundamente relacionadas entre sí. Sólo cuando actuamos en todas las dimensiones del problema y tomamos conciencia de su interrelación, descubrimos la necesidad urgente del mencionado cambio de la mentalidad general y de las actitudes prácticas cotidianas, en particular.    

 Reconocemos que, a partir del siglo XVI, el sistema penitenciario español ha ido progresando en humanidad, al paso que se iba produciendo un mayor desarrollo de la cultura y una mejor comprensión y valoración de la persona humana... Sin embargo, afirmamos que nuestro sistema penitenciario actual necesita todavía de una mayor humanización. Ya que la finalidad de un buen sistema penitenciario no es la venganza social frente a la persona que ha delinquido...

 Este principio ideológico nos hace ver que la prisión ni es un bien social ni un bien económico. No es un bien social, porque, a pesar de la gran dedicación de personas y medios, en la práctica no conduce a un acompañamiento real hacia el arrepentimiento y el perdón, ni propicia la reparación de los daños ocasionados a la víctima, ni contribuye con eficacia a la rehabilitación de las personas delincuentes, ni a potenciar la paz ciudadana ni el bien común. Y no es un bien económico, porque la eficacia de los medios materiales y de los esfuerzos personales, utilizados con vistas a la reconstrucción de la justicia y a la promoción de la libertad, es muy limitada y no son compensados por unos resultados mínimamente aceptables.

 Convencidos de que nuestro sistema penitenciario vigente ni es un bien social ni un bien económico, creemos que ha llegado el momento, en el umbral del nuevo milenio, de estructurar al servicio de los presos un sistema penitenciario que brote de la cultura del amor cristiano, que sustituye a la del odio y de la venganza punitiva, y de la nueva cultura de la dignidad humana, que valora en lo que son y por lo que son en sí mismos al hombre y a la mujer contemporáneos y no por sus rendimientos sociales o económicos. Y estamos seguros de que de los principios de esa doble cultura, saldrán alternativas a la pena de prisión que permitirán administrar mejor y con mayor eficacia los medios económicos y los esfuerzos personales y comunitarios de la sociedad que se pongan al servicio de los presos. 

  El resultado de semejante error pedagógico es que la carencia inicial no curada aumenta en intensidad, haciendo que el circuito carencia - agresividad - castigo - intensidad de la carencia - intensidad de la agresividad crezca en espiral de modo alarmante y ocasione a los individuos patologías de muy difícil tratamiento e, incluso, el internamiento en centros penitenciarios. El descubrimiento del circuito personal - social aquí descrito conducirá lógicamente al cambio de actitud ante la delincuencia.

  El cambio general de mentalidad y de las actitudes sociales que genera dicho cambio es una tarea urgente que todos hemos de realizar procurando y fomentando la oportuna educación de los ciudadanos, a fin de que puedan cooperar eficazmente a la solución del complejo problema de la delincuencia.

Las alternativas a la pena de prisión, por ejemplo, han de ir dirigidas a la realización de unas ofertas diversificadas de orden cultural, sanitario y profesional. La formación cultural ofrece nuevos puntos de referencia y expectativas para situarse ante la vida diaria; la oferta sanitaria (especialmente para los casos de drogadicción) brinda un tratamiento de curación; y la oferta de trabajo es la gran oportunidad que permite la reconstrucción personal y de la familia. En definitiva, la formación integral de la persona es el camino que ha de recorrer la Pastoral Penitenciaria para poder alcanzar sus objetivos: la prevención de la delincuencia, y la reeducación y reinserción social de nuestros hermanos y amigos los presos.

En procurar el cambio de mentalidad que proponemos tienen capital importancia los medios de comunicación social. Dar las noticias de la delincuencia sin referirse a las causas personales, ambientales y estructurales de la misma, no contribuye ni a la reparación de la víctima ni a la reeducación del agresor. Sólo contribuye a crear un clima negativo de desmoralización, de rechazo y de violencia social. Sin embargo, la información correcta y adecuada, genera un clima positivo que propicia y favorece la búsqueda de alternativas sociales al vigente sistema penitenciario. Es la tarea educativa que, juntamente con la informativa, están llamados a realizar los medios de comunicación social. 

 El cambio cultural ideológico y de mentalidad social puede permitir mayor libertad para elaborar una normativa penitenciaria más flexible y abierta a la búsqueda de soluciones nuevas ante la poca eficacia de las existentes. Se trata de crear ciertas condiciones ambientales de tal calado social que permitan a los representantes del pueblo optar por un sistema penitenciario que articule mejor el respeto a la justicia con la reconstrucción de la libertad personal.

 Se ha de aplicar el principio de la restauración de la justicia respecto de los derechos de las víctimas, pero, juntamente con él, hay que aplicar el principio de la reeducación y reinserción de los que han delinquido. Son dos principios que se enriquecen mutuamente.

   Para avanzar hacia un cambio de mentalidad social, se debe plasmar la voluntad política en leyes pertinentes y llevar a cabo la aplicación de las mismas por parte del poder judicial, en la perspectiva del humanismo integral y de la necesidad de hacer respetar el bien común social. Este ­humanismo integral­ está constituido por varios elementos esenciales, entre los que destacaremos aquellos que, a nuestro juicio, influyen más en la transformación de la mentalidad de la sociedad.

En primer lugar, hay que afirmar que la privación de la libertad ha de ser el último recurso empleado por la sociedad ante la delincuencia. Antes de aplicar este recurso, se deben experimentar y potenciar todos los sistemas de semi-libertad y todas las posibilidades que ofrecen las alternativas comunitarias que se están ensayando ya.

 En la elaboración de las alternativas comunitarias han de tener un papel activo las víctimas que sufrieron las consecuencias de la delincuencia. Con su participación será posible racionalizar la reparación del daño que han sufrido y, al mismo tiempo, abrir la puerta a la conciliación entre las personas.

En la búsqueda y aplicación de las alternativas comunitarias, también ha de participar toda la sociedad, porque la participación de todos puede permitir y facilitar la integración de muchos.

Todo ello exigirá también a los profesionales penitenciarios la preparación y adaptación adecuadas a la nueva mentalidad y a las prestaciones del nuevo estilo de su función social.  

 El aporte original del Evangelio al mundo penitenciario es el compromiso de la esperanza que brota de la fe y que impulsa a trabajar decididamente con toda la sociedad para conseguir que los deseos se conviertan en realidad. Este ­compromiso de la esperanza­ es una propuesta dirigida a todos sin ninguna distinción: a cada cristiano, a las víctimas de la delincuencia, a los profesionales penitenciarios y a los mismos delincuentes que están llamados también a participar en la pastoral de la justicia y de la libertad. 

Al compromiso evangélico de sembrar esperanza en todos los ámbitos de la Pastoral Penitenciaria (que bien pudiéramos apellidar ­Pastoral de la Esperanza, de la Justicia y de la Libertad­) están llamadas asimismo todas las instituciones sociales y eclesiásticas que confiesan a Cristo como la LUZ verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo­. (Jn. 1, 9) Y así ese compromiso es propuesta que se dirige: 

 Todas las comunidades cristianas concretas, mediante su acción consciente y consecuente, han de ofrecer a la sociedad, en general, y al sistema penitenciario, en particular, propuestas precisas y alternativas comunitarias para que se traduzcan en experiencias reales, en orden a la prevención de la delincuencia, del acompañamiento y reeducación de los internos y de la reinserción de los que han sufrido la experiencia del encarcelamiento.

   Con el trabajo realizado por cada uno de los cristianos y cristianas, por cada una de las comunidades y por todas las Diócesis se logrará que la Pastoral Penitenciaria sea, en verdad, la pastoral de la esperanza, la justicia y la libertad que anuncia la dignidad de la persona y el sentido trascendente de la vida humana, que asegura que la ­muerte social­ no es un hecho irreversible y que proclama que el Evangelio es la Buena Noticia para todas las gentes, sin ningún tipo de exclusión. ­La Iglesia es la enviada por su fundador a dar testimonio de esta Buena Noticia por el mundo entero!

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