Pregón 2. Envió Dios a su hijo inter urina et faeces. Dios en la carne-carne de la historia. La Virgen María

Este es el pregón central de Navidad, tomado del Credo y del Evangelio (Jn 1, 12-14) Dejo parte del título dejo en latín, por si alguien lo toma a mal. Esa frase suele atribuirse a San Agustín (354-430), aunque parece que es de San Bernardo (1090-1153). Yo mismo la oí de niño, con morbo contenido, no sé si mío o de dos señoras que comentaban el sermón del cura: Di e que venimos de un sitio que está entre la orina y las heces.

         Después, por mis pecados de teólogo, tras publicar y ser sancionado por un libro inocente titulado Los orígenes de Jesús (1976), queriendo defenderme, tuve que leer casi todo lo que había escrito en teología sobre el tema, fijándome de un modo especial en Jn 1, 12-13: Los hombres no nacen de las sangres, ni de la voluntad de la carne, ni del deseo de varón sino de Dios.

         Parece un tema “escatológico”, pero es el centro de la fe cristiana, y aí lo proclama el evangelio de la misa mayor de Navidad (25.12.26; Jn 1, 1-18).  Más que eso no se puede decir, ni menos tampoco si queremos ser cristianos,  con la fe del concilio de Nicea (325 d.C) del que hemos celebrado los 1700 años. Siga leyendo quien entrar en temas vitales, aunque puedan producir cierto escándalo. Para otros será suficiente leer con atención Jn 1, 1-18. Para todos, buenas vísperas de Navidad.

Principio. El evangelio de Navidad

 [Dios es Palabra] En el principio era la Palabra y la Palabra era junto a Dios, y la Palabra era Dios. Esta era en principio junto (hacia) Dios.

[Palabra Creadora] Todas las cosas fueron hechas por ella, y sin ella no se ha hecho ninguna. Lo que fue hecho era (tenía) vida en ella la Palabra y la vida de la Palabra era la luz de los hombres (Jn 1,1-4).

 [Nosotros nacemos de Dios] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre… Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no nacen de las sangres, ni de la voluntad de la carne, ni del deseo de varones, sino de Dios.

[Dios nace en-de nosotros] Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria, gloria de Unigénito del Padre, lleno de gracia y verdad (1, 14).

[Revelación] A Dios nadie le ha visto jamás; el Dios unigénito, que estaba en el seno del Padre, ese nos lo ha revelado (1, 18)

 Desarrollo

(a) El mismo Jesús histórico, nacido, muerto y resucitado es la Carne de Dios. Por eso, los cristianos buscamos y vemos a Dios en la "carne", es decir, en la historia (el mensaje, el amor, el camino) de Jesús, a quien llamamos Hijo de Dios.

(b) Si Jesús es "carne" de Dios, en él y con él son carne de Dios todos sus "hermanos" y de un modo especial los pobres (como sabe y dice Mr 25, 31-46)... En esa línea, conforme al lenguaje más filosófico de los Concilios (Nicea y Calcedonia) hay que decir que toda la "naturaleza" humana es carne de Dios (revelación de su Ser).

(c) Celebrar la encarnación de Dios en Jesús significa celebrar el valor divino de la vida humana y el valor humano de la vida divinay comprometerse al servicio del hombre, de todos los hombres, y en especial de los excluidos de esta sociedad imperial de consumo, que son hermanos de Jesús, carne de su carne, sangre de su sangre, para emplear un lenguaje bíblico y eucarístico.

Comentario, empezando desde el final

– A Dios nadie la ha visto jamás. Esta frase puede interpretarse en sentido israelita; han sido precisamente ellos, los judíos, los que han afirmado que nadie puede ver a Dios sin morir; ellos son los que después han añadido que el nombre de Yahvé es silencio, que no puede ni decirse; ellos son los que, conforme a 2 Cor 3-4, han querido poner un velo sobre los ojos para no profanar el misterio de Dios.

A Dios nadie le ha visto: su misterio sigue siendo inaccesible. Esta es la verdad final del más hondo judaísmo que, sin embargo, de forma admirable, siglo tras siglo, ha sabido sacar fuerzas de esa trascendencia divina, para confesar a Dios, a través de su fidelidad a la Ley y tradiciones. No creen los judíos rabínicos en el Hijo de Dios que es Jesús, pero la confesión del misterio divino les ha hecho vivir en actitud de confesión intensa.

– El Dios Unigénito que estaba en el seno del Padre...Algunos manuscritos dicen “el Hijo Unigénito”, pero los más significativos mantienen esta lectura más difícil, llamando a Jesús Dios Unigénito (monogenes theou, que habita en el seno del Padre, como Luz y Palabra.

Estrictamente hablando, la palabra que traducimos como seno del Padre (kolpon tou patrsu) significa pecho y, en algún sentido, corazón. Es como si el Hijo existiera reclinado en el pecho del Padre, como el Discípulo Amado lo estuvo en el de Jesús (Jn 12, 23).

Esa imagen nos lleva  a tomar a Dios como “seno de madre” donde habita y crece el Hijo/Dios unigénito. Esta imagen paradójica presenta a Dios como seno materno de Padre (como horno de luz-fuego-palaba) en cuyo seno (materno) ha surgido y se mantiene el Hijo, es decir, la realidad del mundo, tal como culmina en Cristo, hijo de Dios (como he puesto muy de relieve en Lectura cristana de los salmos (VD, Estella 2023); este es el mensaje del último canto/libro de Juan de la Cruz, Llama de amor viva.

– Ése (Jesús Hijo, en el seno/horno del Padre) nos lo ha revelado.   Jesús vive (ha vivido) al mismo tiempo entre los humanos, en una historia bien concreta de amor y comunión ellos, y en los pechos (seno) de Dios, revelando así el amor del  Padre, como hijo, como niño, como mayor, como amado de hombres y mujeres. Este es el secreto, este el misterio radical del evangelio, que todo el resto del libro de Juan ha querido describir.

 En principio, el cristianismo ha formulado la experiencia cristiana desde una perspectiva pascual, partiendo del Cristo crucificado y resucitado, como lo han empezado proclamando las mujeres de pascua (Mc 16, 1-8) y tras ellas de un modo más teológico San Pablo (Gal 2-3) . Pero, una vez que los cristianos interpretan a Jesús como el Hijo de Dios enviado por el Padre, están teniendo que hablar y están hablando de su Navidad (nacimiento) en la historia de los hombres.

Significativamente, los evangelios sinópticos, a partir de Marcos, han contado la historia del Jesús Mesías, pero no como encarnación de Dios, pero insistiendo más en su muerte y resurrección que en su nacimiento (como los cristianos celebramos en las fiestas de Pascua).Pero, al mismo tiempo, ellos (empezando por Mt 1-2; Lc 1-2) han proclamado el sentido divino del origen de Jesús (brota del amor del Padre, por el Espíritu, a través de María Virgen, en una familia judía de Nazaret, dirigida en un sentido “oficial” por José, de la familia mesiánica de David.

 Partiendo del mensaje de los sinópticos, el  evangelio de Juan ha desarrollado la historia biográfica de Dios, desde su encarnación, desde la encarnación de Dios, que es Navidad. Éste es su mensaje: Jesús es la carne de Dios, la tierra/vida de Dios Eso significa que, naciendo de Dios (siendo Dios de Dios), Jesús nace en la historia, en la carne de los hombres, siendo así “carne divina”. Pero no nace aislado, para quedarse separado, sino para mostrar que todos nacemos de Dios, siendo hijos de la carne y de la sangre.

 Jesús nace en la carne (como carne, humanidad), para que los hombres podamos nacer plenamente como cielo, hacernos Dios. Existiendo en la eternidad, Dios, la Palabra de todas las palabras, se ha hecho Carne, ser personal, en la historia. Por eso, cuando decimos que «Dios es Palabra», estamos aludiendo de hecho a Jesús, que es el Unigénito (=Hijo) de Dios Padre. Dios es Palabra, pero no una palabra cualquiera (de palabrería y olvido, de imposición, de envidia y rxclusión), sino una Palabra que escucha y aprende, que se deja iluminar y que de esa forma ilumina…

Eso significa que escuchamos  la Palabra de Dios en la palabra de los hombres. Desde ese fondo quiero comentar el tema central de este evangelio (Jn 1, 12-15): ¡Todos nacemos de Dios!

La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre.

Estos no han nacido de sangre, ni de amor carne, ni de deseo humano, sino de Dios….pues  la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.

 Quiero insistir en el argumento de fondo del “divino comercio” de la Navidad, como la presentan los Padres de la iglesia como economía de Dios (Trinidad económica) :

 a quienes le recibieron (recibieron a Dios, escucharon su Palabra), Dios) les dio el poder de ser Hijos de Dios, los cuales» no han nacido (no han sido engendrados)  sólo del deseo   de carne, ni de la voluntad) de un varón ni de las sangres (sangre menstrual y puerperal de mujer), nacido de Dios… pues él, la Palabra  Dios (=Dios palabra) se ha hecho carne y habitó entre nosotros.

 Leer este pasaje desde la biología, antropología del tiempo de Jesús.

         Conforme a la visión normal del tiempo de Jesús (ratificada por la biología de Aristóteles y vigente en el pensamiento de occidente hasta el siglo XIX) las mujeres eran pasivas en la concepción, maduración y nacimiento de los hijos, un simple útero/ánfora con sangre). Léase desde ese fondo el texto.

- Los creyentes no nacen de las sangres (οὐκ ἐξ αἱμάτων), en plural. Son las sangres de la mujer, que concibe en su sangre (menstrual) y da a luz en su sangre/hemorragia puerperal. Conforme a la biología del tiempo de Jesus, (en contra del texto base de Gen 3, 15 la mujer no tenía “semen genético” (no tenía óvulo, ni ADN propio para darle al hijo), sino que era sólo un útero/ánfora de sangre, donde recibía el semen del varón, hasta que madurada) y fuera dado a luz

- Ni nacen de la voluntad del hombre/carne ni del deseo del varón/carne (οὐδὲ ἐκ θελήματος σαρκὸς οὐδὲ ἐκ θελήματος ἀνδρὸς). En el primer caso pone voluntad de la carne (θελήματος σαρκὸς), que puede ser del varón y/o la mujer, aunque la exégesis tiende a decir que en aquel tiempo se pensaba que mujer no tenía voluntad de carne (sino que era pasiva en el coito y generación). En el segundo caso se dice ya expresamente que los creyentes mujeres no tienen voluntad, no deciden, sino que pasivas en la generación. Por eso, los hijos provienen sólo de la voluntad del varón/macho (ἐκ θελήματος ἀνδρὸς).

          Los cristianos gnósticos, en cuyo entorno surge una línea que pas por San Agustín y san Bernardo, tienden a decirque la Concepción y nacimiento de Jesús es algo impuro (inter urinas et faeces, entre orina y heces). Por el contrario, los creyentes de la línea del Evangelio de Juan, en contra de la gnosis, apelaran al famoso principio de las antítesis convertidas en síntesis: Non solum sed etiam…: Los seres humanos, como creyentes, como seres de palabra/espíritu, no nacen sólo de sangre de mujer y deseo de varón sino sobre todo de Dios, en unión con Cristo, palabra d Dios.

Discusión del texto. ¿Nacer sólo de Dios? ¿Nacer de Dios y/por María?

         ¿Quién es o quiénes son los que no nacen de las sangres… del deseo de varón? Hay una lectura minoritaria, pero atestiguada en muchos códices antiguos y en diversas tradiciones donde el texto está en singular: no ponen hoi egennethêsan…(los cuales no han nacido… de la carne, sino de Dios), sino hos egennethê (el cual no nace de la carne, sino que ha nacido de Dios).

         Si esa segunda lectura es primitiva y se toma al pie de la letra, como hacen muchos,… el texto diría que Jesús… había nacido sin semen y deseo de varón, sin sangre menstrual/puerperal de María, sino sólo de Dios), en contra del resto de los mortales que hemos nacido de sangres femeninas (sangres menstruales y puerperales) y del deseo de la carne/sexo/semen de varón). Jesús, en cambio habría nacido de un modo puramente virginal... sin deseo de varón (José), sin sangres de mujer (sin menstruación, sin parto normal). En otras palabras: No había habido en su concepción ningún deseo de varón (el deseo de la mujer no solía contar, en aquel contexto); no había habido sangre menstrual de María…Más aún, ella habría sido virgen en el parto (un parto sin sangre)[1].

Algunos pensamos que, si las cosas hubieran sido así, resultarí difícil decir que Jesús fue un hombre verdadero. Pero esta lectura se puede tomar también en sentido simbólico… y decir que Jesús ha nacido de Dios (trinidad inmanente) naciendo, al mismo tiempo, de María (Trinidad económica), tal como han desarrollado el tema los evangelios de Mateo (i, 18-25) y de Lucas (1, 26-38).   

Lectura en plural… Todos nacemos de Dios y/por la historia humana

La mayor parte de los manuscritos tienen el texto en plural y así lo pone el texto litúrgico. En esa línea, todos los que creen en Jesús nacen de Dios, no provienen sólo del deseo de la carne de la historia humana y deseo de varón  y de la sangre   de mujer (y del deseo de la mujer María, como dicen los evangelios de Mateo y Lucas)…. sino también y en el fondo de todo de la vida de Dios. Pues bien, esa lectura plural, que es dominante, puede entenderse desde varias perspectivas:

Perspectiva radical, de tipo gnóstico… Toda generación es mala

         Algunos gnósticos antiguos (y algunos cristianos normales) han tomado todo lo relacionado con la sangre menstrual y el deseo de la carne/varón como algo pecaminoso, como puede verse en textos de San Agustín. Por eso conforme al evangelio apócrifo de Tomás (no aceptado por la iglesia), en sentido radical, la madre de Jeús, si es que tuvo deseos, fue una prostituta (repito, este evangelio no ha sido aceptado por la iglesia).

         Ellos interpretan de un modo literal la palabra de un salmo que diría: “et in peccatis concepit me mater mea” (y en pecados me concibió mi madre, entre heces y orina de varón, porque tenía deseos, y de mujer, si los tenía” (Salmo 51, 5; véase comentario en mi Lectura cristiana de los salmos, VD, 2023).

Según eso, los niños no gnósticos (no crecido a la interioridad sagrada) nacerían y permanecerían en el pecado de la madre y el pecado del padre… Pero los verdaderos gnósticos no nacen de esa forma, sino sólo de Dios, pues todo el proceso de la generación esta manchado por un tipo de pecado original que continúa. Por eso habría que buscar un mundo sin deseo de varones, sin sangre mestrual y deseo de mujeres.

Perspectiva simbólica dual: Jesús nació del espíritu (=deseo) de Dios, naciendo, al mismo tiempo (gracias a Dios) del deseo/palabra de María (dejamos por ahora a un lado a José, cuyo deseo/colaboración han contado de formas convergentes los evangelios de Mateo y Lucas (de los que trataré más otro día).

         Hay  (según eso, una generación superior (todos venimos de Dios), aunque (=porque) nacemos de la carne y sangre de la historia humana, que es un deseo infinito de vida/plenitud (pudiendo convertirse) en imposición y violencia de hombres y mujeres. La mayoría de los cristianos interpretamos este pasaje en plural: por obra de Dios, como hermanos de Jesús, todos nacemos de Dios. Por eso hay que distinguir (no separar) los dos niveles:

-  En un plano cósmico, los hombres nacemos de las sangres de la mujer (no se conocía antiguamente el ovulo femenino, se pensaba que la madre sólo daba la sangre…) y del esperma del varón)… Nacemos de la sangre de la historia (simbolizada en la mujer) y del deseo de la vida (simbolizado en el esperma del varón, que es deseo de carne…). Dios mismo se ha querido encarnar en ese plano de “carne, expresado en la vida de los hombres y mujeres. Así ha nacido Jesús, así nacemos todos. Así dicen algunos que nacemos solos del deseo de la carne/sangre igual que los monos.

-Pero, al mismo tiempo, en un plano superior, los creyentes afirman (=afirmamos)  nacen/nacemos de la Palabra, es decir, nacen de la voluntad y de la vida Dios, somos con Jesús la encarnación de Dios… Nacemos no sólo de la palabra y voluntad de Dios (genitor universal, deseo original de vida), pero también (al mismo tiempo) de la palabra-voluntad-espíritu de nuestros pro-genitores).

Así decían los libros de religión antigua: Los padres ponen en marcha la vida de Dios y Dios pone (=crea, va creando) un alma distinta y propia para cada uno que va surgiendo a la vida personal. Así tuve que responder yo en la clase de religión en el Instituto de Bilbao (donde el buen cura profesor me puso sin más sobresaliente, no sé si matrículo, por responder así)

En ese nivel todos nacemos de una forma Inmaculada (es decir, superior al orden biológico)… Hay algo en el hombre que algo que nace de Dios: la Palabra (alguien diría el alma…).

Vinculación. Deseo de Dios en el deseo y amor, de hombre y mujeres…

Cuando Juan 1, 14 dice que El Verbo Se Hijo Carne… está diciendo algo más hondo… Dios mismo ha entrado en la carne y en la sangre, en el deseo de varón (y en el deseo de mujer… que sí lo tiene). Desde ese fondo tenemos que reinterpretar el texto, en contra de la letra del mismo Juan, diciendo:

N… Nacen no sólo de la sangre-carne-varón… sino que nacen del Dios que actúa como Palabra fundante a través de esa misma sangre-carne-varón… La sangre/deseo de la mujer (biológicamente su óvulo) y el deseo/carne del varón (biológicamente su espermatozoo) pueden ser y son vehículos de la palabra de Dios, de tal manera que toda auténtica concepción humana es concepción inmaculada…

Conclusiones:

a) Creo que el texto de Jn 1, 13 es un texto radical e incluso «peligroso», pues puede llevarnos a una visión gnóstica de Cristo (que habría aparecido en forma humana sin nacer de verdad) y a una visión “puramente carnal” de los cristianos, condenados a una vida de carne/sangre/deseo… sin llegar nunca a Dios, sin ser “encarnación” de Dios.

b) Más aún, este texto ha dado lugar a muchos problemas en la Iglesia… Parte de la condena de la sexualidad (sangre de mujer, deseo de varón, deseo mutuo) está vinculada a una visión errada de este pasaje, separado de Jn 1, 14 donde se dice que la carne es Dios (palabra de Dios). Sólo allí donde unimos Jn 1, 12-13 con Jn 1, 14 podemos afirmar lo más hondo: Dios se ha hecho carne, ha divinizado la carne de nuestra historia, pues Jesús no puede ni quiere separarse de nosotros.

c) Este pasaje debe ser reinterpretado en la actualidad… desde la nueva perspectiva biológica y humana que se abre desde el evangelio y desde la misma ciencia moderna…. Pero en su fondo sigue siendo ejemplar: El nacimiento humano es lugar muy preciso y muy hondo de experiencia de Dios.

d) Por eso, Jesús ha querido nacer como nacen los hombres, en todo menos en el pecado… Sólo así forma parte de nuestra familia humana. Éste es el mensaje que he querido colocar en el centro de mi libro LA FAMILIA EN LA BIBLIA (Verbo Divino, Estella 2014).

[1][1] Cf. M. E. MocholiVirgen, mujer y madre. La maternidad cristiana en la visualidad mariana. En M. Á. Martí Bonafé (Coord.), Marías. Entre la adoración y el estigma, Tirant lo Blanch, Valencia, 2022, 19-39.

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