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Pregón de Navidad (1). Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley (Gal 4, 1)

Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer... Estas palabras ofrecen la más antigua referencia cristiana sobre la madre de Jesús y el nacimiento humano del Hijo de Dios. Ellas forman parte de la disputa de san Pablo con los fieles de Galacia sobre el sentido de la ley, son un manifiesto a favor de la libertad cristiana.

         Algunos judeocristianos piadosos pensaban que Dios quiere que los hombres y mujeres estemos sometidos a su ley más alta: que cumplamos sus mandato y os humillemos ante su grandeza, realizando unos signos concretos de sumisión como son las normas sexuales y comidas cama y mesa) y la circuncisión. La religión sería por tanto una forma de obediencia y sometimiento sagrado, una forma de insistir en la dependencia ante el Ser y los seres más altos

Pues bien, en contra de eso, Pablo ha querido que sus fieles cristianos se descubran especialmente libres ante Dios. Que sientan y agradezcan la gracia de la vida, que no tengan que andar siendo perdonados cada día, sino que vivan en gratuidad y esperanza. Dios no nos ha hecho para que vivamos sometidos a su ley, sirviéndole de esclavos o criados, sino para que vivamos en libertad y autonomía, libremente le amemos (nos amemos), si queremos haciéndonos personas. Desde ese fondo ha de entenderse nuestro texto, como expresión de una fuerte polémica antilegalista.

Pablo sabe que muchos hombres y mujeres, sobre todo al interior del judaísmo, se encontraban antaño dominados por la ley, aplastados bajo normas de sumisión religiosa. Sacerdotes y jerarcas del templo de Jerusalén quería domar o dominar a los humanos con espíritu de miedo, pensando que sólo el temor guarda la viña de Dios, sólo el miedo hace cumplir la religión. Hoy también son muchos los que quieren imponer el sometimiento religioso. Pablo, en cambio, afirma:

Cuando llegó la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo

 nacido de mujer, nacido bajo la ley,

para recatar a los que estaban bajo la ley,

para que alcanzáramos la filiación.

Esta es la declaración de libertad cristiana: Jesús nos ha liberado de la ley, para que así vivamos como hijos mayores en la “casa de Dios”. Eso significa que ha llegado la plenitud de los tiempos: ha terminado el orden viejo de sometimiento de la historia, dominada por la ley, envuelta en contradicciones de esclavitud social y pecado religioso.

Pablo no quiere que cumplamos mejor la ley, sino que no la cumplamos. Que nos hagamos ley nosotros mismos, dueños de nuestra ley en libertad,  que no cumplamos ninguna ley externa, ni la de un posible Dios de Ley. Que nosotros mismos tracemos en libertad la ley de nuestra vida.

 Este es el misterio de la Navidad: Dios podía haber cerrado su vida en lo divino, clausurado en sí, sin más amor ni dicha que la suya. Pues bien, por un designio de amor que sobrepasa nuestra comprensión, Él ha querido regalarnos su propio corazón: ha enviado a su Hijo, para que así compartamos su vida, viviendo en libertad de amor, porque no está hecho el hombre para el sábado, sino el Sábado (=Dios)) para el hombre. Dios no se ha encerrado en sí, sino que ha descorrido el velo de su santuario de amor y nos ha dado su mayor tesoro, el Hijo de su entraña, Jesucristo.

Dios ha enviado a su propio Hijo, no ha querido mandarnos un siervo o mensajero, que no saben transmitirnos su secreto de amor. Nos ha mandado a su Hijo, es decir, ha venido Él mismo, sin dejar su eternidad sagrada, pero entrando dentro de la historia.

¿Cómo ha llegado hasta nosotroso? ¿Cómo ha podido venir y hacerse humano? ¿En qué carro de fuego, en qué nave estelar ha logrado acercarse hasta nosotros? ¡Nada de eso! Dios no necesita carro de fuego, ni nave planetaria, sino que ha venido de manera más sencilla, natural, mucho más profunda, ha venido naciendo de mujer, bajo la ley antigua, para liberarnos de ella (de la ley) y vivir así inmersos en la libertad divina

Así lo afirma Pablo cuando dice que Dios ha enviado a su Hijo, nacido de mujer. No es que se vinculen, en unión matrimonial, Dios y esa mujer, como si Dios fuera el esposo y la mujer esposa. Ciertamente, la madre del Hijo de Dios es mujer, pero en cuanto tal no representa sólo a las mujeres, sino a todos los seres humanos, varones y mujeres, vinculados en la gran fiesta (=faena)  del nacimiento del Hijo de Dios.  

Dios envía a su propio Hijo, amado, que brota de su entraña, y en ese sentido, como Dios de todo el mundo, no necesita una mujer para engendrarlo, pues lo abarca todo, es masculino y femenino, es Padre y Madre, es Dios excelso, en cuyo seno ha surgido el Hijo Jesucristo, pero si quiere que su Hijo nazca como humano necesita de María.

No necesita mujer, pero la quiere en la historia de vida de los hombres, en ese sentido, sin necesidad, por encima de todas las necesidades legales, Dios ha qerido que su Hijo (su vida-amos) nazca en la historia de los hombres como Hijo de María. El Hijo de Dios se define así como "nacido de mujer": surge en el mundo a través de una personas (unas personas) que le acogen y alumbran, que le engendra y educan. San Pablo no ha citado el nombre de sa mujer, no ha dicho “María”,   pero los cristianos sabemos, por Marcos y Mateo, lo mismo que por Lucas, que ella se llama María.

Pablo no afirma sólo que "Dios envío a su hijo nacido de mujer", sino que añade "nacido bajo la ley de los hombres". No es el hombre el que se somete a la ley de Dios, sino que es Dios el que se somete a la ley de los hombres, para que estos, los hombres, sean libres en Dios.

 Según Pablo, la ley no es un mandato al que Dios nos tiene sometidos por su voluntad de mando, los hombres. No es Dios el que ha creado  e impuesto esa ley, sino que la hemos creado los mismos hombres, porque en el fondo nos gusta vivir sometidos a leyes, que nos vamos dando (=imponiendo) nosotros mismos, diciendo que son de Dios, echándole a él la culpa de que estamos sometidos siendo nosotros los que nos hemos sometidos, porque nos gusta ser dependientes.

 Así estábamos nosotros, antes que llegara el Cristo, Hijo de Dios: sometidos a la fuerte dureza de este mundo, que nosotros mismos habíamos “legalizado” (interpretado como si fuera ley de Dios), en situación de servidumbre, como esclavos de un Dios que parece cabecilla y dictador, un reyezuelo de capricho más que Padre de los hombres.

Pues bien, el Hijo de Dios ha querido nacer en el mundo para cumplir nuestras leyes y compartir nuestra vida, ofreciéndonos él su libertad, para que no seamos siervos suyos, sino hijos. De esta forma ha superado Dios la situación de sometimiento en que se hallaban antes sometidos los hombres y mujeres. Él mismo, siendo pura libertad, se ha sometido por nosotros, a la ley de violencia del mundo,  siendo juzgado por ella, por un tribunal de sacerdotes de Jerusalén y de soldados de Roma, que le condenaron a muerte, para que así podamos vivir nosotros en libertad.. Este es el argumento que Pablo va desarrollando en todo Gálatas (especialmente a partir de Gal 3, 21), para culminar en la última frase del texto citado:

– Dios envió a su Hijo divino, sometido a la ley de los hombres,

– para que nosotros  alcancemos filiación (=la libertad).

Así se contraponen las dos economías (=políticas) es decir, los tiempos de la acción de Dios y de los hombres

- La economía/política ley que esclavizaba al ser humano,  diciéndole que tenían que ser siervo de Dios y obedecer a sus representantes (sacerdotes y reyes) sobre el mundo. Ese era el tiempo del judaísmo imperfecto de la ley.

-La economía político/social/de la gracia, para que los hombres fuéramos amor de Dios, en libertad, sobre el mundo. Muchos judíos y cristianos han dicho  que la santidad de los hombres crece en la medida en que aumenta el sometimiento: cuanto más sumiso es uno, más devoto; cuando más se niega a sí mismo, más agrada a Dios.

         La religión se interpretaba como una técnica de sumisión. Lógicamente, los jerarcas religiosos y sociales podían pedir sometimiento a sus vasallos, en nombre de Dios. Era tiempo y religión de servidumbre, que algunos parecen seguir añorando todavía.

         Pero ha llegado por Jesús, hijo de María, la economía/política de Dios… o tiempo final de libertad y filiación. Por eso dice Pablo que. Ha enviado Dios a su Hijo, para liberarnos de la ley y ofrecernos la filiación, es decir, la libertad de hijos en la propia casa.

         En ese sentido, los primeros cristianos hablaban de la economía de Dios, de su cuidado de la “casa” (casa es oikos/ecos, como en ecología, como en Trinidad Económica). Dios no quiere esclavos, sino amigos libres en su “casa”. No busca vasallos sometidos, sino hombres y mujeres que se amen libremente, en gozo compartido. Pues bien, para fundar esa libertad, ha enviado a su Hijo nacido bajo la ley, es decir, sometido a los imperativos y servidumbres de este mundo viejo (cf. Flp 2, 6-11).

De esa forma se distinguen y enfrentan mutuamente los dos principios de la historia: el sometimiento y la libertad. Frente a la antigua esclavitud que sometía a los humanos (haciéndoles siervos de poderes religiosos y sociales) se ha elavado y ha nacido ya el principio de la filiación, entendida como experiencia de gratuidad y apertura en Dios, entre los hombes. Porque han sido creados como hijos de Dios, los hombres y mujeres de la tierra han de vivir en libertad, por Jesucristo.

         Desde ese fondo se entiende "nacido de mujer", es decir, de la persona que siendo en sí libertad para el amor ha sido convertido en sierva para el sometimiento. Esa mujer libre para la vida en amor de Dios, por encima del sometimiento impuesto por los hombres es María, como ponen de relieve los dos textos básicos del adviento: Mt 1, 18-25 y Lc 1, 26-28.

         María no es madre por imposición de los hombres, por sometimiento a un varón que la utiliza y “posee”, sino por gracia y libertad en el espíritu divino (Espiritu santo como amor creador de Dios)

         No ha envíado Dios a su Hijo para mandar y dominar sobre la tierra (como nuevo dictador de imperio, como reyes babilonios o los césares de Roma… No le enviado tampoco de mentiras, como un fantasma imaginario, separado de la historia real de los hombres, sin hacerse parte de ella, sino en la misma historia, en el centro de ella, al cumplirse la plenitud de los tiempos (Gal 4, 1; Mc 1, 14-15)

         . No le envía terminado y ya maduro, como un extraterrestre  super-man, que ha nacido y crecido fuera de la tierra, para aparecer después en ella, cm un clon violentísimo de un Dios violento, en una guerra de supra-galaxias, como en imaginario de los poderosos de este mundo. Al contrario, Dios le envía como a los demás seres humanos, haciéndole surgir de la historia humana, como a los restantes hombres y mujeres de la tierra, por medio de la fe y acogida de María, madre humana de Dios.

Por eso dice Pablo que "ha nacido de mujer", en proceso muy hondo y misterioso de fecundación, embarazo y alumbramiento, que le vincula a todos los humanos. A veces, empleando un esquema filosófico abstracto, pensamos que cualquiera que posea cuerpo y alma es ya un humano. Pues bien, la Biblia no ha entendido así las cosas: según ella, sólo puede ser humano aquel que nace de mujer, formando parte de una genealogía bien concreta, que no está determinada ya por los varones, como se piensa de ordinario, sino por las mujeres, que son signo de la humanidad fecunda.

(termina así este PREGÓN DE Navidad 1, Seguirá   mañana, PREGÓN 2)

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