" Somos transmisores de la vida de Dios, que se expresa en el cuidado y acogida de los niños, en amor limpio" Ocho reflexiones sobre el aborto

Hazte Oir y VOX, unidos para acosar a las mujeres que acuden a clínicas abortivas
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 Varias veces he presentado el tema, como podrá ver quien maneje un buscador informático o lea alguno de mis libros. Pero en estos últimos días son muchos los que han vuelto a tratarlo, como verá quien acuda a RD. Es un tema “espeso”, complejo… sin soluciones “fáciles”, como sabe la misma Biblia

Ella condena por un lado  a los “faraones” abortistas de Egipto (y de muchas naciones actuales, incluso “cristianas” de fondo) que no quieren que nazcan extranjeros (hebreos) en sus territorios. Esa misma Biblia manda o desea matar a los niños “cananeos”, contrarios al “dios establecido” (en el Pentateuco y en el salmo más místico de los canales de Babilonia: Sal 127). Pero, en su conjunto, la Biblia y (más en concreto el Evangelio) constituye un alegato esencial a favor de la vida, en contra del aborto y de la guerra.

      A pesar de los “riesgos” político-económicos” y personales de aborto y de la guerra (en el fondo, ambas cosas son lo mismo) hemos logrado sobrevivir. En el futuro, la solución parece más compleja y dudosa: Tenemos medios científico-educativos para superar los abortos, pero no es seguro que sepamos y queramos emplearlos. Tenemos más formas de evitar la guerra, pero corremos un riesgo mayor de morir en ella, por culpa no sólo de los que promueven guerras, sino de los que responden con más guerras para así conseguir sus objetivos.

     En otros lugares he planteado el tema y el camino de “solución” desde la perspectiva de conjunto de la Biblia, evocando lo que dice Jesús sobre los niños y la guerra, su palabra a favor de la vida, en especial de la vida de los débiles, los niños, los expulsados sociales. Aquí me limito a ofrecer unas reflexiones generales, no para resolver el tema (ni para convencer con mis argumentos), sino para plantearlo de un modo que quiere ser responsable

Las plagas |

1. Estoy en contra del aborto, pues cada vida que nace es nacimiento de Dios, es Dios mismo que viene y se encarna en el mundo, para decirlo en un lenguaje confesional cristiano. Dos tareas principales y dos grandes problemas existen actualmente sobre en el mundo. Por eso, estoy en contra de aquellos/que consideran el derecho al aborto como una fiesta de la libertad, como un signo de cultura y adelanto. En principio, el aborto como muerte de un nuevo ser que ha comenzado a vivir en el vientre de su madre, me parece ante todo una tragedia, un dolor y, para decirlo, en lenguaje cristiano un “pecado”.

     Dos son los principios que tienen que regir la vida humana. (1) Vivir sin matarnos unos a los otros, superando con perdón y diálogo una guerra que puede destruir la vida en el planeta, ahora, en mayo del 2022, lo mismo que en los años anteriores. (2) Engendrar en amor y comunión nuevos seres humanos, ofrecer y recibir cada vida como un regalo sorprendente de la Vida, de Dios, en respeto admirado y amor intenso.

Lo importante es, según eso, amarnos unos a los otros, en intimidad personal y dual, en apertura familiar y social, para que tenga sentido cada concepción, cada “embarazo” y  nacimiento, de forma que cada niño pueda ser acogido en amor y empezar y recorrer en libertad compartida su vida. Esa es nuestra tarea más honda. Por eso, soy contrario en principio a todo aborto, pues allí donde se empieza por negar o manipular el origen de la vida se termina negando la Vida, en un camino que puede llevarnos muy pronto a la destrucción eugenética (=disgenética) de la humanidad.  

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2. La opción por el nacimiento de la vida ha mantenido en pie a la humanidad, como supieron los profetas de Israel cuando anunciaban el "nacimiento de un niño" (cf. Is 7, 14) y como ha repetido la mejor historiadora judía de los horrores del totalitarismo moderno, H. Arendt (La condición humana, Paidós, Barcelona 2002). Nuestra existencia sólo tiene sentido en el mundo porque somos vivientes "natales", es decir, porque somos capaces de engendrar y crear (no fabricar) nuevos seres humanos, porque creemos en la vida y esperamos el nacimiento de una vida mejor, porque deseamos que se abran las puertas de un mundo más claro y humano para los niños que van a nacer (como celebran los cristianos en la Navidad).

 Cada concepción y nacimiento es nueva presencia de Dios Padre, pues de él “pro‒vienen”, en él nacen y crecen cada uno de los niños concebidos y nacidos sobre el  mundo, como dice toda la Biblia, como sabe el evangelio de Juan 1, 12‒13: No nacemos sólo del deseo sexual, de la carne y sangre, nacemos de Dios; Dios es Padre y Vida de cada uno de los niños, pues él nos movemos, nacemos y somos (Hch 17, 28)

 Lo que más me importa es que la vida de los niños del futuro pueda nacer y creer en libertad gratuita y compartida, por encima de los horrores de actuales de la guerra económica y social que nos amenaza.  Por eso, en principio, estoy con un obispo de USA que ha propuesto excomulgar a los políticos que favorecen el aborto (https://www.niusdiario.es/internacional/america-del-norte/arzobispo-san-francisco-excomulga-presidenta-camara-representantes-eeuu-nancy-pelosi-postura-favor-aborto_18_3333496703.ht ). Estoy en principio de acuerdo, los que se excomulgan y excluyen son los que directamente promueven y apoyan el aborto. Pero, iniciando ese camino tendremos que excomulgar a todos los partidarios abiertos de la guerra: A los políticos que promueven y dirigen guerras, a industriales que fabrican armas, a quienes las venden y viven de ella

 3. La Iglesia de Jesús tiene esta tarea básica: Mantener vivo el ideal y experiencia de Navidad, es decir, de la encarnación y nacimiento de Dios en cada vida humana: Es hermoso nacer; cada niño que nace es Dios naciendo y debe ser recibido como presencia Dios por una familia de iglesia o comunidad extensa, de padres y hermanos, de amigos y amigas que le reciben y ofrecen promesa y camino de vida, rodeando a su familia más pequeña. Mantener vivo el ideal de la paz. Si se excomulga a los que abordan de forma directa o indirecta hay que excomulgar a los que matan en guerra, sea de forma directa o indirecta.

            Puede haber un tipo de aborto convertido en “negocio”. Pero hay un negocio y mucho mayor de muerte por guerra: El negocio de los fabricantes de armas, de los se enriquece y viven promoviendo y glorificando un tipo de guerra… Situado así el tema, la solución no está en excomulgar sin más a los que abortan o promueven el aborto, sino de crear condiciones de vida en las que se pueda superar el riesgo del aborto, el riesgo de la guerra.

Esto no se logra con excomuniones aisladas, ni con programas de tipo político ineficaz, en un mundo que parece que de hecho sólo busca  el crecimiento del dinero, no de la vida humana.  Hará falta educación sexual y social, más conocimiento, más bondad… En esa línea puede y debe ayudar mucho la ciencia; el conocimiento de los medios y formas de anticoncepción y de comunicación social, de manera que no tenga que llegarse al falso dilema de la guerra o del aborto para solucionar problemas anteriores. Pero me centro, otra vez, en el tema del aborto. El día el que falte este deseo de engendrar vida y recibirla en amor (en la casa cristiana o en la gran casa humana) la humanidad acabará destruyéndose a sí misma, convertida en pura máquina de dinero y hambre, lucha y muerte. El día en que la iglesia sea incapaz de "bautizar", es decir, de ofrecer un espacio de vida familiar y compartida a los niños que nacen y cuyas familias quieren bautizarles ella acaba, ser termina.

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4. Por eso, quiero que todas las iglesias ofrezcan espacio y camino de vida, de educación afectiva y sexual, promocionando el amor sano, responsable… Que la concepción y el embarazo pueda ser siempre libre y voluntariamente deseado, con los medio que empieza ya a ofrecer la educación y la ciencia. Que las relaciones personales sean libremente gozosas, seguras, responsables, sabiendo siempre las formas en que puedan evitarse los “embarazos” no deseados.

Por otra parte, desde una perspectiva de iglesia será necesario que los animadores y responsables de las comunidades (mujeres y/o varones) sea sean amigos de la vida en libertad, amigos de los padres y las madres, de los niños, que puedan y quieran acompañar en amor y promesa de vida a los que engendran y a los engendrados. No es necesario que escriban muchos  documentos en los que parece que tienen (=tenemos) de antemano la razón. No es bueno que promuevan condenas y excomulgan. Lo más importante es que promuevan, que promovamos todos y cultivemos espacios de amor mutuo en los que se acepte y comparta la vida, en los que no se apele a la muerte para solucionar problemas (ni a la muerte por aborto, ni a la muerte por guerra).

 Lo que importa no es, pues, condenar en teoría y desde fuera a los que abortan, sino ofrecer un camino de vida para todos, abriendo espacios de solidaridad y de acogida, de comunión y esperanza, donde no tenga sentido abortar, ni condenar sin más a los que abortar en condiciones extremas. Sólo puede condenar a los que abortan, de antemano y desde fuera, alguien que nunca ha sido violado como la niña, o no ha tenido hijas violadas, o no ha debido sufrir el horror del trabajo esclavizante en cafetales o campos de infierno.

 La iglesia no está para excomulgar a los que sufren, en un mundo lleno de violaciones y abortos, sino para sufrir con ellos en silencio, más allá de las razones, y para ofrecerles una casa grande de acogida, respeto, silencio, de manera que unos y otros puedan comenzar de nuevo, allí donde la vida parece que se ha roto, integrando, si fuera posible, a los mismos violadores, cambiados, transformados, para dar así una oportunidad de vida a la niña y a sus posibles hijos del futuro.

Garantizar la ley no es delito, hacer acciones para que no se cumpla, sí –  CELS

 5. La solución no la sé, quizá no exista solución inmediata, de manera que debemos acostumbrarnos a vivir perplejos, pero con amor, como en un contexto bastante cercano nos ofrece el evangelio de la adúltera, quizá violada, quizá embarazada de Jn 8, 1-7.

Le traen a Jesús una mujer, cogida en adulterio, quizá violada, quizá consentidora, no se sabe. Los buenos obispos y presbíteros judíos de entonces, con la Ley en la mano (con su Derecho Canónico), dictan sentencia de excomunión y de muerte. Esto es lo que debería hacerse, para que la tierra quede limpia de este tipo de pecado que encarnan un tipo de adúlteras forzadas, de violadas…

 Pero Jesús no se molesta ni en mirar el libro de la Ley que le ofrecen. Les mira a ellos y a la mujer, uno a uno, a todos, y después escribe en el suelo una "sentencia" que nos sabemos lo que decía, quizá para que la lleve el viento, pues cada caso es cada caso y no se puede universalizar. Después de haber escrito así, en la tierra común, dice a los excomulgadores: «Quien esté limpio de pecado que tire la primera piedra». No da teorías, no las hay. No inventa soluciones limpias, no hay "buenos" que puedan imponer su ley a los demás apedreando a las presuntas culpables

 Jesús hace que todos se miren a las manos, cargadas de piedras para condenar, y que así ven que las tienen las tienen manchadas. De esa forma, Jesús les mira y quiere que ellos se miren unos a otros, aceptándose como son, es decir, como pecadores o necesitados, que tiren las piedras, que aprendan a acoger y abrazan… Acoger a los que sufren, abrazar a los que nacen, a todos, en ternura, en esperanza, sacándoles del pozo de miedo y de la muerte, eso es lo  más importante

 6. Vete en paz y no peques más, que no peque él, que no peque él o, mejor dicho, todos los que le acusan y quieren apedrearle. No se trata, pues, de condenar a la mujer adúltera o a la aborta…, sino de condenar, al mismo tiempo, y sobre todo, a todos los “graves varones” que, siendo ellos más culpables, condenan y quieren matar a la adúltera y a la que aborta. Así acaba el texto del evangelio de Jn 8… Jesús no manda matar a la mujer que aborta, sino que quiera que ella pueda renacer a la vida, a una vida generosa…, pero no sólo ella, sino ante todo, en primer lugar a todos los que colaboran a la creación de este tipo de sociedad violenta (que resuelve sus temas matando), adúltera y abortiva…

            El problema no es el aborto aislado, ni un tipo de violencia aislada… El tema es la superación de una sociedad violenta, que vive de matar, que vive de abortar… (es decir,  de expulsar, encadenar, matar o suprimir) a los “indeseados”. El tema actual del aborto podrá quizá solucionarse en unas pocas generaciones con mucha más ciencia (un conocimiento más hondos de los medios de la concepción y anti-concepción); pero, sobre todo, ese tema, lo mismo que el de la guerra, sólo se puede superar creando espacios personales y sociales de acogida y amor mutuo, por encima de la violencia actual.

       Como he dicho, en abstracto, tiene razón el buen obispo de san Francisco, que quiere excomulgar a Pelosi, una juez y activista cristiana (que permite, en ciertas condiciones, como mal menor, un tipo de aborto). Pero, en concreto, si empezamos excomulgando a todos los abortistas, directos o indirectos, a todos los partidarios de la guerra, directos o indirectos, terminamos quedándonos solos (¿Quiénes?).

7. Como he dicho, soy totalmente contrario al aborto, pero sé que sólo puede superarse con educación y ciencia, pero, sobre todo, con amor, creando un tipo nuevo de comunidades personales (ypolíticas) donde se promueve la acogida, el gozo creador de futuro, la tarea de engendrar, recibir y educar vida para Dios, es decir, para la libertad y el amor. En esa línea, muchos de nosotros hemos creído que la forma de estar contra el aborto no es dictar sentencias, ni dar excomuniones, sino acompañar humanamente a la gente humana que sufre, sabiendo que podemos ser amigos de Dios y amigos unos de los otros si no perdonamos y acogemos, si no abrimos espacios de vida compartida, con más conocimiento pero, sobre todo, con mucho más amor. Mientras no llegue una situación como esa, en ciertos casos, legalmente (en concreto), la justicia civil puede y debe arbitrar medidas terapéuticas de no castigo del aborto.

   No es que bendiga el aborto, no es que lo apruebe, sino todo lo contrario: Quiero colaborar a la construcción de un mundo donde no haya abortos, porque no hay violaciones, sino libertad. Quiero colaborar a la construcción de un mundo transparente donde los hombres mayores y las niñas puedan estudiar, pasear y trabajar  sin represiones morbosas y sin miedos de violación, donde no se repitan día a día, noche y día, los casos de violación… Este deseo es una utopía que está en la Biblia cristiana y  en el corazón de miles y millones de creyentes

8. La Iglesia de Jesús tiene que seguir condenando el aborto, directamente planeado, añadiendo que la vida de aquellos que viven de la muerte, abortando y matando a los niños (preparando ejércitos, fabricando armas, iniciando guerras...), implica sin más la excomunión, es decir, romper la comunión de los vivientes, hijos de Dios (sin necesidad externa de que un obispo dicte excomuniones legales….). No se trata de condenar la ley sin más, superarla por dentro, promoviendo una vida de justicia y amor, de respeto y acogida, de comunicación personal, sabiendo que la tarea suprema de la humanidad no es hacer castillos de guerra, ni defender estados, ni crear fortunas de dinero… La tarea suprema de la humanidad, según Jesús, es crear vida con Dios (desde Dios), en amor generoso… Somos transmisores de la vida de Dios, que se expresa en el cuidado y acogida de los niños, en amor limpio.

 Por otra parte, en unos tiempos en los que está bajo sospecha y juicio civil la actuación sexual (de violación y pederastia) de algunos ministros de la Iglesia, en unos tiempos en que la jerarquía de la Iglesia ha querido ocultar sus posibles complicidades, no podemos limitarnos a excomulgar a los que abortan. La iglesia no está para excomulgar a nadie, sino para ofrecer comunión a todos. Pero si a alguien hubiera que excomulgar sería a los violadores prepotentes, a los poderosos pederastas y a todos los que, de una forma u otra, con palabras de paz, están empeñados en hacer que la guerra estalle en el mundo y que los niños no puedan nacer y crecer en paz. Puede haber algunos que empiezan con mucha ley, mucho salmo de iglesia (cf. Sal 137), para terminar deseando al fin que muerte (aplastado su cráneo en la roca) los niños de los enemigos.

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