24.8.25  Serán muchos los que se salven? Vosotros sois la puerta, vosotros la respuesta.

Dom 21 TO, Lucas 13, 22-30.

 Uno le preguntó: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?" Jesús les dijo: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán…. (Lc 13, 22-30).

 Esa pregunta y tema no se refiere sólo a la salvación eterna de las almas tras la muerte  (tema que dejamos ahora en manos de la misericordia de Dios?, sino a la salvación y vida de los hombres en este mundo, tema clave de la apocalíptica judía y de la realidad actual del mundo, presa de fuegos terroríficos (calentamiento global, incendios pavorosos) y de guerras peores que diabólicas en varios lugares del mundo, pues los diablos que yo he conocido estudiando la Biblia y la historia de las religiones son mejores que muchos de traje y corbata, sin cola externa, que andan gobernando este mundo, en nombre de sus dioses falsos. 

La alternativa ecológica: Biblia, espiritualidad y compromiso social

Tema general

  Muchos hombres y mujeres han empezado a pensar que la humanidad no tiene futuro. Somos la primera generación de personas que nos enfrentamos ante el riesgo de muerte de la especie humana, ante la posible destrucción de la vida en el planeta tierra por razones bélicas (guerra), sociales (lucha mutua), personales (cansancio general, suicidio colectivo) y ecológicas (degradación y al final aniquilación de la tierra).

En esta situación resulta necesario un gran cambio, como el que pidió Moisés en el Antiguo Testamento (Dt 30, 15-20), como el que anunció Jesús en el Evangelio al decir que llega el Reino de los Cielos (Mc 1, 14-15), pero sabiendo que eso exige que debemos convertirnos, pues de lo contrario nos destruiremos. Esa conversión que pide Jesús no es puramente interior, sino de vida total, personal, social y ecológico, y exige una fuerte renuncia, con un deseo más fuerte de comunicación de vida. 

"Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar. La hiciste para los niños, yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta, achícame, por piedad; vuélveme a la edad aquella en que vivir es soñar."
Miguel de Unamuno.

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Desde fuera muchas veces se exige a la Iglesia que no se meta en donde no la llaman, que no hable de política, de economía, de relaciones sociales, de cosas que no entiende. La iglesia se tendría que limitar a rezar y punto. Frente a esta postura el Papa es claro: “Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos” (Evangelii Gaudium 183).

  • Renuncia creadora. Hemos pensado a veces que podíamos hacer todo. La modernidad nos ha dicho “atreveos y conquistad”, y nos hemos atrevido, hemos conquistado, hemos creado formas nuevas de ciencia y de técnica, que nos han permitido conquistar todo el mundo, pero con el riesgo de “perder el alma”. Pues bien, ahora descubrimos que no podemos conquistarlo todo, ganar todo, pues al hacerlo podemos secar las raíces personales de nuestra vida, la armonía de la tierra, la convivencia y paz entre todos.

En el día en que queramos comer la “manzana del bien y del mal”, haciéndonos dueños del mundo entero por la fuerza terminaremos matándonos unos a otros. Por eso tenemos que atrevernos a renunciar, no por renunciar sin más, sino para conseguir, cultivar y disfrutar unos bienes más altos, en línea de humanidad, de valores de conocimiento, de arte, de amor, de equilibrio vital. Si no renunciamos a un tipo de violencia atómica, de manipulación genética y de lucha social (con el deseo de tenerlo cada uno todo), acabaremos matándonos todos.

La Palabra se hizo carne | Centro Bíblico Verbo Divino, Editorial Verbo ...

Más justicia, aprender a convivir. Hemos querido conquistarlo todo, dominar a los indios y a los negros, imponer sobre el mundo la razón de los vencedores, como si lo importante fuera poseerlo de un modo egoísta, cada vez más cosas, en un mundo de ricos contra pobres, de un gran capital sobre todos, manipulando así la tierra, al servicio de nuestro poder, es decir, del poder de algunos grupos ricos, mientras se extiende y domina sobre el mundo la pobreza de muchos.

En esa línea, si cada uno de nosotros, cada uno de los pueblos y grupos humanos, busca únicamente su triunfo y razón, el despliegue de su propia verdad particular, aunque los otros tengan que morir, acabaremos matándonos todos. Necesitamos un tipo de sabiduría distinta, una sabiduría que no sea de poder propio y de dominio sobre los demás, sino de riqueza moderada y gozosa y para todos, de diálogo, de pluralidad y enriquecimiento mutuo, en la línea de un despliegue múltiple de la vida. Necesitamos descubrir que nuestro mayor gozo sea el gozo de los otros, que ellos puedan también, que tengan, que disfruten, para así colaborar todos

La ayuda de tradiciones religiosas. Corremos el riesgo de perder nuestras raíces culturales y religiosas, miles de años de aprendizaje para convivir. Pues bien, en este momento, es necesario que recuperemos los modelos religiosos antiguos, pero no tomados al pie de la letra, sino desde su mensaje más profundo, en la línea de un budismo compasivo, de un Islam respetuoso ante Dios y buscador de paz, de un cristianismo abierto al amor al prójimo, etc.

Los hombres de las grandes tradiciones religiosas y culturales han ido explorando caminos de vida muy valiosos, que hoy estamos en riesgo de olvidar. Pues bien, ante los nuevos retos de esta humanidad en riesgo tenemos que recuperar y recrear los recursos religiosos, y en especial los del cristianismo, para aprender de nuevo a renunciar y a crear, a vivir y a convivir, aprendiendo los unos de los otros.

Conversión de corazón, ecológica y de paz  al servicio de la vida

Como he dicho, el problema de fondo es militar (guerra), social (lucha de grupos contra grupos), personal (cansancio, suicidio), pero también ecológico (corremos el riesgo de destruir la vida de la tierra). Por eso, la conversión que Jesús nos pide (Mc 1, 14-15) tiene que ser también una conversión ecológica, como ha dicho el Papa Francisco, Laudato sí (2015):

Un tema científico, conversión de la vida. Sabemos que la vida es limitada y que sólo puede mantenerse y avanzar en el mundo si se asumen, respetan y potencian los diversos equilibrios vegetales y animales, térmicos y climáticos etc. Pues bien, en los dos últimos siglos, la ciencia no ha tenido en cuenta esa exigencia, como si sólo importara un tipo de progreso material, aunque con ello destruyéramos el mundo.

Por eso es necesario un cambio científico, un conocimiento, una ciencia que nos enseñe a respetar la vida: no podemos hacer y deshacer a nuestro antojo el orden del mundo; no podemos cambiar y destrozar a nuestro capricho los tejidos del conjunto de la vida. Sencilla y progresivamente, cada vez con más hondura, la ciencia ecológica tiene que convertirse y convertirnos, al servicio de la vida, en un mundo donde se respete el clima, la naturaleza, la conexión de los diversos sistemas minerales, alimenticios, etc.

La ecología  de la vida es un tema de acogida y producción, de uso y distribución de la energía que está vinculada a las fuentes de la vida. Es preciso que los hombres asuman una actitud positiva de respeto por la vida, con lo que ello implica en los aspectos políticos y económicos, sociales y personales. Actualmente nos hallamos ante un problema de degradación: el consumo egoísta de las energías y formas de vida del presente lleva el riesgo de romper los desarrollos y posibilidades del futuro: la contaminación de la atmósfera, degradación de los mares, polución de las aguas.

Hay un problema de distribución de energía, unos consumen y gastan casi todo, otros carecen de los medios básicos de vida: agua, electricidad, medios de cultivo de la tierra. En ese plano es necesaria una intensa conversión, en línea de justicia y fraternidad. Sólo así podremos orientar la energía, poniéndola al servicio de la vida de todos. Hasta ahora estábamos en manos de la sabiduría de la naturaleza, que nos parecía infinita y pensábamos que podíamos utilizarla de una forma depredadora (cazando y matando sin más animales, manipulando sin conciencia aires, tierras y mares). Ha llegado el momento de orientar el uso de la energía (del agua al carbón, de la electricidad al átomo…) al servicio de la vida de la tierra.

Un tema de política y educación. Escuela ecológica. Para que esto cambie tiene que cambiar de un modo radical la política de la humanidad. No basta la función y empeño de unos pequeños partidos “verdes”. Ha llegado el momento de que todos partidos políticos, todas las naciones, asuman de una forma decidida los valores de la vida, y de la vida para todos, por encima de opciones ideológicas, de formas de organización cultural.

No se trata de un problema de simples ideales estéticos particulares, de gustos o emociones, sino de simple y radical supervivencia. O renunciamos todos al estilo de dominio, al ansia de poder y de consumo… o la llama de la vida que un día recibimos de la evolución cósmica (de Dios), terminará por apagarse en nuestras manos.

En esa línea no basta el cambio energético y político. Es necesario un intenso cambio educativo, que nos lleve a sentir y a querer de un modo nuevo, aceptando a los demás y buscando juntos un futuro de equilibrio sano y de salud física y mental, aprender a querernos, amando y gozando del mundo, en su pluralidad.

Hace falta una escuela ecológica, no de pura renuncia, sino de transformación de los valores de la vida, en la línea de un nuevo Jesús de Nazaret, de un nuevo Juan Bosco. Éste es en el fondo un problema y camino de amor: de disfrutar y compartir la vida, para todos y con todos. En esa línea, amar a Dios significa amar y agradecer su creación. Amar al prójimo significa querer ofrecerle lo mejor, un mundo bueno, con agua limpia, un mundo en el que se respete la belleza y el orden de la naturaleza, al servicio de la vida. 

Tres peligros de muerte, abrid la puerta de la vida

 Estamos en un mundo de mal mercado, donde todo se compra y vende, como sabía el Apocalipsis de Jn 17-18. Este mercado nos pone en manos de tres muerte

-Muerte por bomba. En otro tiempo, la violencia parecía limitada en su espacio y posibilidades, de manera que resultaba difícil (casi imposible) que los hombres acabaran destruyéndose todos. Ahora se ha globalizado de modo que formamos un único mundo, con un potencial de destrucción casi inmediato (bomba atómica). Han sido necesarios muchos milenios para nuestro surgimiento; pero somos capaces matarnos en unas breves horas, si algunos (dueños de la bomba), lo deciden. Sólo podemos sobrevivir si queremos (nos queremos) y pactamos (dialogamos, nos respetamos), superando la pura violencia del sistema, buscando formas de administración económica y política al servicio de la humanidad, sobre el terrorismo de los poderes globales y de la respuesta violenta de los marginales o marginados.

-  Muerte por manipulación genética (hombres artificiales). Hasta ahora parecíamos nacer de un modo como inmediato, pues los padres nos han transmitido la vida de forma generosa, gratuita, por amor, en un lenguaje personal, en el cuerpo a cuerpo, cara a cara, palabra a palabra de la comunicación. Pero la ciencia ha puesto en nuestras manos unas posibilidades insospechadas de manipulación e influjo genético y educativo, que parecen capaces de cambiar nuestra forma de concepción y nacimiento. Ciertamente, es buena también en este campo la ayuda de la ciencia. Pero ella podría llevarnos a «fabricar» hominoides en serie, un tipo de híbridos humanos, no sólo condicionados, sino también manejados, dirigidos, controlados desde fuera, como instrumentos al servicio de sus amos. Si así hiciéramos eso nos destruiríamos a nosotros mismos.

- Muerte por angustia, cansancio vital. Hasta ahora, hemos vivido porque nos gustaba, porque en el fondo de la aventura humana (engendrar y convivir) habíamos hallado un estímulo, un placer, vinculado al mismo Dios. Habíamos vivido por gozo y deseo, porque la vida era un don y una aventura, un regalo sorprendente que podíamos agradecer a Dios. Pero muchos sienten ahora que no merece la pena, negándose a engendrar o incluso a vivir. De esa forma emerge un tercer tipo de «suicidio humano»: Tras la bomba y la manipulación genética, puede alcanzarnos la falta de deseo, el cansancio de una vida que parece sin Dios y sin futuro, sin sentido sobre el mundo. El problema ya no es la Voluntad de Poder de Nietzsche, sino la ausencia de una Voluntad de Ser: Que nos falte el Dios del gran deseo de vivir y transmitir la vida, ahogándonos todos,  unos en medio de riquezas materiales (asfixia interna), otros por falta de medios (asfixia externa). Es aquí donde viene a planearse con más fuerza el tema de Dios, el deseo de vida y la resurrección.

 Estos riesgos conforman nuestra forma de vida y determinan el tiempo posmoderno.  Un Dios en general no basta, ni basta una razón entendida en forma de sistema. Necesitamos entrar por la puerta estrecha de la vida en amor, de la que hablaba Jesús… Esa puerta es el Dios de la vida, la Vida que es Dios encarnado en los hombres del mundo, en todos los hombres y mujeres, no en los míos solamente

Dios, la puerta de la vida

Un Dios al que vemos en cada niño que nace, haciéndonos capaces de saltar de gozo y deseo de vida, de amor y de encuentro personal, pues por pura ley de sistema los hombres no viven. En este contexto podemos formular, en un orden inverso, los tres momentos del esquema anterior.

Dios como es amplitud de Vida, contra el cansancio y angustia  de aquellos que piensan y sienten que su vida carece de sentido.

 Dios como origen y latido de vida,  contra de la bomba,  que puede destruirlo todo… un Dios de pan para los hambrientos de Gaza, a la sombre de Jerusalén, Dios de diálogo y camino para todos, a la sombre de Moscú o de USA, mostrarse como puerta de futuro (pueerta estrecha que tenemos que ensanchar con amor y palabra de vida, camino de resurrección. De esa forma definimos a Dios como Don enamorado de la vida (en gratuidad y perdón, en nacimiento y muerte esperanzada.  

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