"Soy yo quien decide si se mantiene o no en el camino" Los venenos del alma, Ira, Vanidad, Avaricia, son las tentaciones en el desierto

"Los venenos en el alma humana: ira, vanidad y avaricia. El Maestro es conducido por el Espíritu al desierto"
"En esa experiencia, movido por el Espíritu en la existencia, en la que se encuentra con la presencia del Padre, es tentado por el demonio; es decir, es tentado a desistir del camino del Espíritu, y su alma está tentada a fracturarse, a romperse"
"Esos son los demonios, que aparecen en el alma, también de todo discípulo, que quiere seguir al Maestro"
"¿Cómo responde el Maestro? Repitiendo una palabra: 'solo a Dios adorarás'"
"Esos son los demonios, que aparecen en el alma, también de todo discípulo, que quiere seguir al Maestro"
"¿Cómo responde el Maestro? Repitiendo una palabra: 'solo a Dios adorarás'"
Los venenos en el alma humana: ira, vanidad y avaricia.El Maestro es conducido por el Espíritu al desierto. Es una manera de decir que la vida del Maestro, toda su existencia, es guiada bajo el soplo del Espíritu, y va descubriendo su existencia como el espacio de la experiencia de Dios, de la unión con el Padre; a eso se le llama desierto.
En esa experiencia, movido por el Espíritu en la existencia, en la que se encuentra con la presencia del Padre, es tentado por el demonio; es decir, es tentado a desistir del camino del Espíritu, y su alma está tentada a fracturarse, a romperse. Esos son los demonios,que aparecen en el alma, también de todo discípulo, que quiere seguir al Maestro.

Las tres tentaciones hablan de lo que las tradiciones espirituales dicen sobre los venenos del Alma. Los venenos del alma son unos dinamismos en el alma humana que le pueden generar ruptura de su camino, ruptura con la presencia divina, y lo pueden llevar a su propia desgracia. Esos tres venenos aparecen en las tentaciones al Maestro en el desierto.
Evoquémoslas en este orden: primero la ira. La ira que es la que genera el ánimo de conflicto con los demás, es la que genera el deseo de poder, de dominio, de sometimiento, de imponerse a los demás; es la tercera tentación que tiene el Maestro en el desierto: “te daré poder, poder sobre los demás”, El veneno de la ira es un veneno que a todo cristiano y a todo aquel que hace su camino espiritual siempre le acechará; estará tentado a ser dominante, a imponer su punto de vista, e incluso, anular a los otros.
En la Iglesia hemos tenido muchos signos de ese veneno cuando queremos imponer nuestra forma de ver, de vivir nuestro cristianismo. Hemos hecho a lo largo de la historia mucho por anular otras formas, que podrían enriquecer el cristianismo; pero también dentro de la Iglesia; anular a la mujer. La mujer no cuenta, son los varones. Es el veneno de la ira, del conflicto, del poder.
El veneno de la vanidad. Cuando no se sabe lo que se es, se hace necesario buscar algo para que de algún modo me genere identidad, y me dé felicidad. Si yo no sé quién soy recurro a elementos diversos para hacerme sentir. Si tengo un poco más de dinero, si tengo un cargo que se me ha confiado, si tengo objetos, si tengo estudios, si tengo posibilidades, entonces aflora en mí ese sentido de hacerme creer que ahí es donde está mi identidad.
Y por eso muchos se identifican solo con el dinero que tienen o con los objetos que poseen o los títulos que han recibido o los cargos y las responsabilidades, y quieren identificarse allí. De tal manera que puedan sentirse satisfechos y felices; es el veneno de la vanidad. Aquí en las tentaciones aparece con esto de la tentación de darnos gloria; dice el demonio: "Te daré gloria." Y las personas caemos en eso. Es el segundo veneno.

El tercer veneno, -que es la primera tentación que aparece en este pasaje del Evangelio de Lucas-, el tercer veneno es la avaricia: “convertiré estas piedras en pan”, tendrás, tendrás… Hoy estamos asistiendo a una guerra mundial comercial. Unas personas encargadas temporalmente de gobernar unas naciones están buscando generar, no solo espacios de poder, sino espacios para tener más y más y más… Quieren ir más allá de sus fronteras y apropiarse de terrenos de naciones, de personas, de recursos, de dinero.
Pero no nos vayamos tan lejos; si bien esos son unos ejemplos precisamente que podemos ver, de un modo muy concreto en nuestra vida buscamos poseer más, no solo objetos; buscamos también poseer personas, poseer reconocimientos. Queremos más, queremos más… La avaricia entonces se presenta como un veneno que me dice que, teniendo más puedo ser feliz. Si bien todos necesitamos para nuestro sustento, necesitamos un dinero para pagar asuntos de nuestra existencia, el veneno de la avaricia nos acecha continuamente.
¿Cómo responde el Maestro? Repitiendo una palabra: “solo a Dios adorarás”; y con eso se va librando de la vanidad. “No solo de pan vive el hombre” con eso se va librando de la avaricia. Y cuando es tentado al poder, está claro para él que el único culto verdadero es hacia Dios, que él superará cualquier conflicto manteniendo la palabra divina en sus manos, en sus labios en su corazón: “no tentarás al Señor”.
Esa es nuestra práctica. Ante las tentaciones de la avaricia, de la ira, de la vanidad, nos sentamos en contemplación, tomamos la palabra sagrada y la repetimos a ritmo respiratorio en una actitud contemplativa. Allí, simplemente me libero, de todo aquello que quiere obstaculizar el camino del Espíritu que llevo en este desierto de mi existencia, en el que descubro continuamente la presencia divina.
Soy yo quien decide si se mantiene o no en el camino; soy yo quien decide si se deja guiar por el Espíritu o en las tentaciones sucumbe. El Espíritu siempre estará soplando, pero yo también debo mantenerme firme en el camino. Dice que el Maestro duró 40 días con sus noches en el desierto.
Cuarenta, que simboliza todo un tiempo, como lo es nuestra existencia, un tiempo para poner de manifiesto que, si bien hay tentaciones, seguiremos el soplo del Espíritu. Que la ira, la vanidad y la avaricia, que son como el IVA, Ira, Vanidad, Avaricia, no obstaculizarán mi camino de encuentro con Dios.
Vamos entonces a nuestra práctica contemplativa, a abandonar los venenos del alma: la ira, la vanidad y la avaricia, el IVA del alma.

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