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Llega la Navidad... ¿a todo el mundo?

¿Dónde estamos?

Punto de inflexión al comienzo de la época Prevost. ¿Se revertirá o se profundizará la tendencia a la baja?

231027 Sínodo IHU

Con la Navidad, los largos días del solsticio ponen punto final a 2025, año que podría marcar una inflexión en la marcha de la Iglesia, por varios motivos. Ha sido el año de cambio de pontificado, de Bergoglio a Prevost, de un papa latinoamericano a un papa norteamericano. Se atribuye a Marc Plank la frase de que «avanzamos de funeral en funeral»... También en la religión y en las Iglesias cada renovación de puestos es una oportunidad nueva.

Como a cualquier dirigente elegido, antes de juzgarle, había que dejar actuar a León XIV durante los 100 primeros días. Y ya han pasado siete meses. ¿Dónde estamos? Nadie hace diagnósticos ni predicciones claras. No pocos aseguran que no habrá pasos atrás -excepto los que ya ha dado en cosas menores, para conceder las condiciones que le impusieron los cardenales conservadores-, pero todavía menos observadores esperan pasos significativos hacia adelante. Ahí están, para marcar esa prudencia, el cierre «provisional» de la posibilidad del diaconado para las mujeres y, también, la celebración de los 1700 años de Nicea sin la más leve señal de revisión crítica, de relectura o de reconsideración (17 siglos son mucho más que 60 años).

¿Dónde estamos? ¿Estamos caminando realmente, estamos detenidos, quizá en un impase cultural, o en un cambio axial que no se puede cruzar con parches ni reformas? ¿Nos mantenemos, o estamos cayendo, quizá en caída libre? Las estadísticas no dejan de gritarnos, desde hace ya cincuenta años, y cada vez con más fuerza (me refiero obviamente a Occidente): en esta parte del mundo, el cristianismo no estaría «en vías de extinción», ni sólo de «exculturación», sino que estaría ya «en la extinción», en ese preciso momento epocal de cierre de ciclo y fin de experiencia. Los expertos franceses de sociología religiosa ya datan dentro de un horizonte próximo cuándo será la última misa, la última ordenación sacerdotal, el último bautismo... en la católica Francia, la «hija primogénita de la Iglesia».

La recuperada «sinodalidad» de los últimos cinco años tal vez se ha agotado. En algunas diócesis actualmente hay sólo un 10% de los grupos sinodales que hubo cuando comenzó Francisco, y en otras muchas diócesis ni el obispo y el clero apoyan. No logran entrar en el debate de sinodalidad las «grandes cuestiones pendientes» del cristianismo: igualdad de la mujer, reconversión ecológica del cristianismo y del misterio cristiano, recuperación de la liturgia perdida, una reconsideración radical de la sexualidad, los cambios de paradigma necesarios para recuperar los siglos de atraso cultural en el patrimonio simbólico cristiano; la descolonización espiritual de la Iglesia respecto al espíritu imperial canónico romano; la deshelenización de la teología y de la doctrina; un cambio radical de epistemología que nos permita entendernos en diálogo con el mundo cultural hodierno; el abandono de simbolismos religiosos milenarios hoy indescifrables; el abandono de toda actitud de poder y dominio sobre la sociedad; la recomprensión no mítica de la revelación, de la Biblia, de las religiones, y de la religiosidad misma; la apertura a lo que las ciencias nos están diciendo sobre las bases neurológicas y biológicas de la religiosidad humana; la urgencia de «cambiar de relato», abriéndonos al new cosmological story que la ciencia viene revelándonos (sí, con valor ‘revelatorio’)... Son algunas de esas grandes cuestiones pendientes. Totalmente alejadas del campo de la Sinodalidad que conocemos. Incluso vetadas: ni están, ni se las espera, ni se las recibiría.

Como Kant nos preguntamos: ¿qué podemos hacer, qué podemos esperar? Cientos de millones de cristianos y excristianos en Europa sobre todo han tirado la toalla ante una Iglesia incapaz de reformarse y actualizarse en estos 60 años. La nueva coyuntura de Prevost, ¿permite pensar que «ahora ya sí», o que todo va a continuar como hasta ahora, y que no vamos a ver resueltas ni siquiera planteadas esas grandes cuestiones pendientes...?

Son multitud los hombres (y sobre todo mujeres) que no creen que las grandes preguntas pendientes se resuelvan... en esta Iglesia sinodal en la que ni siquiera pueden ser planteadas, mucho menos abordadas, con libertad y sinceridad. Creen que todo va a seguir igual, de sínodo en sínodo, de documento en documento, y de comisión en comisión (elegidas endogámicamente entre los de siempre). Y se preguntan, ¿merece la pena continuar? Ahí estamos.

Merece la pena pensarlo bien, porque uno tiene derecho a vivir con sinceridad ante Dios, y es precisamente la institución Iglesia, tal como la hemos configurado, lo que más le impide vivir este derecho fundamental. Amicus Plato, sed magis amicus Veritatis, amigos para con la Iglesia, pero más amigos todavía de la Verdad, y la Libertad.

¿Dónde estamos? Pues aquí, y ahora, en esta coyuntura del inicio efectivo de la época Prevost. 60 trabajosos años después del Concilio, sin conseguir aplicarlo y desarrollarlo, ¿merece la pena seguir dando patadas al aguijón, o es mejor cambiar de trinchera, para seguir luchando libremente por las mismas Grandes Causas Pendientes?

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