I Comunión, ritos de paso y voracidad religiosa.
Los meses de mayo y junio han sido tradicionalmente meses de Primeras Comuniones. Mayo por ser mes de las flores, mes de la Virgen, mes de la pujanza de la naturaleza... mes del despilfarro en fenomenología superficial. Y Junio por ser del Corazón de Jesús, del amor, del Corpus... Y me ha tocado el próximo 24 en Orense nada menos.
Algo profundo subyace en esa compulsión a celebrar la I Comunión como fiesta-dispendio familiar-exaltación principesca del niño.
Las etapas de la vida no pueden pasar de forma banal, hay que prepararlas y, sobre todo, celebrarlas: nacimiento, uso de la inteligencia y del pensamiento, adolescencia, matrimonio... Son hitos importantes en las primeras etapas de la vida, de las que dependerá el futuro adulto.
La I Comunión celebra el paso de una etapa a otra, celebra la nueva situación del niño. Se podría hablar del paso de la infancia a la niñez, compleción de la primera infancia. En este paso hay una serie de hechos mentales y físicos importantes: paso del niño a la pre-adolescencia, la conclusión del proceso de adquisición de los valores morales, el uso pleno de las facultades racionales, acceso al uso eficaz del lenguaje, formación de las representaciones del universo, de la causalidad y el azar, comprensión de la interacción social, el papel de los afectos...
En resumidas cuentas, que en la celebración de la I Comunión hay "algo más". Y como en tantas ocasiones, de nuevo nos encontramos con ese afán proselitista, acaparador y rapacero de la Iglesia --de todas las Iglesias y religiones-- respecto a la infancia.
No en vano hay algo que tienen bien claro los próceres eclesiásticos: El que controla la infancia controla la juventud, primera madurez y, posiblemente, toda la vida.
Todo cambio lleva una connotación psicológica y festiva a la vez. El "paso" de una situación vital a otra lleva aparejada una "crisis" de la persona que implica cambios en la estructura de la personalidad y en los hábitos de vida. ¿Es necesario regularlos o simplemente el conocimiento y la prevención bastan para su control?
Como hecho social el cambio ha supuesto siempre un hecho cultural, que se ha traducido en "fiesta". La fiesta es, pues, algo "connatural" al hombre que siente de este modo la alegría de vivir (más filosófico sería decir "la alegría de estar vivo").
La celebración de tales "pasos" se realiza según un rito que establece el tiempo preciso de la pertenencia del individuo al estadio inferior y el comienzo de una nueva vida en el superior.
Hablamos de "pasos", la mayor parte coincidentes actualmente en las sociedades avanzadas con etapas escolares. Se suelen entender como tales son los que siguen:
• El nacimiento, la imposición del nombre y la incorporación a una sociedad determinada
• El paso de la sociedad familiar al grupo primero, hacia los 3 ó 6 años
• El tránsito del nivel infantil al nivel racional, hacia los 7 y 8 años
• El paso de la niñez a la adolescencia, hacia los 12 años, uno de los más importantes en la vida de la persona
• Un paso intermedio que celebran algunas culturas y otras no, sería el de la adolescencia a la juventud, bien hacia los 16-18 años o hacia los 21-23 para el largo periodo de la madurez productiva.
• Hay otros pasos no tan claros para el psiquismo y no "celebrados", como pueden ser el que ronda los 60 años, cuando comienza a decrecer la vitalidad madura o se produce el paso a la "soledad" con la pérdida de los padres.
• Es el paso de la madurez a... (Aquí parece que prima la corrección tonta, no queriendo llamar a las cosas por el nombre que tuvieron sin tener por el momento otro mejor: 3ª edad como podría ser la 5ª o la 7ª, tópico ridículo que sustituye a la vejez y a la senectud), marcado por la finalización de la edad laboral y el de ésta a la senectud.
• El fallecimiento, como paso sin continuidad. Es éste el que más ha acaparado la religión, dado que el único consuelo que le queda a la familia, además del recuerdo, es la pervivencia. Sin embargo la sociedad debiera "solemnizarlo" de otra manera y despojarlo de cualquier sentido trascendente. Fundamentos de su celebración debieran ser el enaltecimiento de sus virtudes y trabajos, la pervivencia de su huella, la perpetuación de su memoria, la continuidad en sus hijos, incluso erigiendo en un lugar oportuno –pueblo, casa, documento, archivo...— una señal física de su paso por este mundo.
Dentro de la rutina del vivir diario es preciso caer en la cuenta de la importancia que pueden llegar a tener estos ritos de paso. Sin ellos, por ejemplo, el muchacho no admite que todavía siga siendo lo que es ni exija por "status" que ya pertenece a otra etapa nueva.
El refrendo social en determinadas épocas de la vida es un valor determinante en la formación de la personalidad. Sin estos ritos la sociedad occidental asiste a la grave situación de la "quema de etapas".
Un muchacho de 16 años, tratado como un niño o como un adolescente por sus padres, no como un joven, tiende a crear formaciones reactivas adoptando "costumbres" de adulto, generalmente viciadas, pero sin la responsabilidad del adulto: borracheras, lazos amorosos impropios, uso de vehículos, amistades heterogéneas, promiscuidad sexual anticipada, etc.