Contradiciéndome.

En los artículos anteriores parece adivinarse un panegírico hacia la labor social, escolar y asistencial de la Iglesia. Es preciso, por seguir la línea de los miles de artículos aquí aparecidos, poner las cosas en su sitio. Si nos situamos únicamente en la visión social y política de la obra realizada por la Iglesia, sería cortés reconocer su legado cultural y asistencial.  Pero también hay que valiente para poner en su lugar a esta enorme sociedad que aúna a sus fieles por el rezo.

Y hay preguntas que no se solventan con análisis quizá someros o voluntariosos, porque hay más mar de fondo del que parece.  ¿Por qué el odio visceral de las masas? ¿Por qué reacciones tan virulentas? ¿No puede haber otra explicación que la que remite a personas perversas, depravadas,  resentidas o simplemente  hostiles al pensamiento cristiano?

Respecto al odio de las masas, podríamos contestar con otra pregunta: ¿por qué los cristianos han perseguido desde sus inicios a los judíos? Lo simple es decir  “porque asesinaron a su Maestro”. Eso se sostiene mal porque, bajo el punto de vista humano, no fueron ellos quienes lo juzgaron legalmente y lo condenaron al suplicio; el “título” de la cruz lo pone bien claro,  “Iesous jristós zeú üios” (en griego) por lo que los romanos lo condenaron por “lesa maiestas”;  y, por último,  bajo la perspectiva creyente ¿no debía morir Cristo si quería salvar al género humano?  

Es más bien la necesidad social de tener siempre a mano un colectivo que sirva de chivo expiatorio. Estamos viendo cómo ahora los “sudacas” y “moracos” están asumiendo un tanto el papel de chivos expiatorios de nuestros males. Y eso es injusto de toda injusticia. Otro tanto pasaba con los judíos.

¿Por qué la persecución de curas y frailes? En parte por eso, por el odio acumulado durante siglos viendo cómo vivía el estamento clerical frente a la penuria del pueblo.  Pero hay otra consideración relacionada con el chivo expiatorio: eran un colectivo indefenso,  presa fácil…

Se suele decir que eran aliados de los facciosos, defendían sus ideas e incluso las alimentaban. La respuesta es congruente, es una acusación “post actum”: ¿cómo no, si los otros les masacraban? Pero eso fue “después”. ¿Detentadores de riqueza? ¿Y los nobles y casas señoriales? ¿Y no  eran más productivas las haciendas monacales y obispales que las de los nobles?

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