Hoy toca hacer una loa de Joseph Ratzinger – Benedicto XVI

Es triste tener que aceptar el hecho de que el tiempo se lleva tras sí tanto a personas excepcionales como a familiares queridos.  Una de esas personas extraordinarias ha sido Joseph Ratzinger o Benedicto XVI.

Podríamos decir que el primer nombre responde a una persona con ideas renovadoras que se sustentaban en criterios intelectuales suficientemente asentados;  el segundo nombre responde a la necesidad de preservar tanto doctrina como institución. Una persona consecuente con un pensamiento ilustrado.

Oímos o leemos demasiadas tonterías sobre B16, precisamente por desconocimiento de su trayectoria profesional y su gran poder intelectual. No merecen la pena comentarios como los de un desconocido señor llamado Monedero o un periódico en quiebra, el País. ¿Quién en vida tan dilatada como la suya no puede presentar luces y sombras, claroscuros discursivos las más de las veces mal interpretados?  

Nada más saber que había fallecido, y dejando de lado celebraciones propias de estos días, la mayor parte pasadas en naderías televisivas o reuniones afectivas pero anodinas, me he dedicado a repasar textos anteriormente leídos, como aquella Encíclica de 2005 “Deus cáritas est” o el Diálogo entre Joseph Ratzinger y el filósofo Jürgen Habermas, además de datos biográficos de personaje tan digno de recordar.

Podemos discrepar de lo que determinadas personas piensan, pero cuando éstas fundamentan su pensamiento en una solidez intelectual que sus palabras y escritos manifiestan, no podemos por menos de admirar, respetar y atender a lo que dicen, precisamente porque “saben lo que dicen”, no son voceros de pensamientos ajenos. Incluyo aquí no sólo al gran intelectual y profesor que fue J. Ratzinger sino también a algunas intervenciones que leo en este blog.

Causa admiración el volumen tan enorme de escritos salidos de su pluma.  Lógicamente responden a presupuestos previos, confesión de fe, pero es enormemente variada la panoplia de ideas que muestra sobre temas puntuales y la disección que realiza sobre temas concretos.

Insistimos en algo en lo que se puede disentir de él,  el principio del que unos y otros parten, la fe en la revelación y el proyecto salvífico de Dios por su parte, frente al pensamiento centrado en lo humano, los valores del hombre, sus proyectos, su desarrollo y el poder de la razón por la otra.

Un ejemplo es el que he citado,  el “Diálogo de Jospeh Ratzinger con Jürgen Habermas”, que más que diálogo parece una exposición dual sin posible coincidencia más que en lo que se refiere a lo humano, al concepto y realización del Estado y algo relativo a las consecuencias del poder que puede tener tal o cual religión. Por eso, coincido tanto con Ratzinger como con Habermas, precisamente porque cada uno parte de concepciones previas de la realidad, sea ésta factual o intelectual, es decir, los principios de que cada uno parte.

En su momento me impresionó una frase de Benedicto XVI cuando visitó el campo de concentración de Auswitch-Birkenau en 2006. Dijo : "Sólo se puede guardar silencio, un silencio que es un grito hacia a Dios: ¿Por qué, Señor, permaneciste callado?, ¿cómo pudiste tolerar todo esto?"

Me impresionó porque sospeché que allí se dio cuenta, decía yo, de que Dios desapareció del horizonte humano cuando el horror, la muerte, se esparció por la tierra. ¿Realmente dudó Ratzinger de Dios? ¿Cómo no pensarlo?

En fin, una persona admirable que pasó por este mundo iluminándolo. ¡Necesitamos tanto de personas como él, aunque sea para repensar aquello en lo que no coincidimos!

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