La carcajada primera fue de órdago entre los eclécticos romanos: “¿Un Dios encarnado? ¿Un Dios hecho hombre? ¿Un hombre al que “nosotros” hemos crucificado por agitador de masas? ¡Vamos, anda allá!”.

Hoy los que se ríen son los fieles creyentes porque ésa fue la gran novedad que el populacho aceptó: Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros. Eso sí, adobada con un mensaje consolador, de perdón, de liberación del sufrimiento, de glorificación de la pobreza, de hermandad, de loa de la esclavitud... (Ilegalizada la esclavitud, encontramos formas edulcoradas en “esclavas de María Inmaculada”, “del Santísimo Sacramento”, “de la Misericordia”, “del Corazón de Jesús”, “de la Caridad”)

A falta de otros descubrimientos poco probables, los documentos primeros sobre doctrina “cristiana” son las Cartas de Pablo de Tarso. Entre esas cartas, las primeras aportaciones al cristianismo naciente fueron las dirigidas a los fieles de Tesalónica, con referencias precisas a lo que en ese momento embargaba a los seguidores de "un tal" Cristo: la inminente parusía.

No por lo que dice sino por lo que deja de decir, las Cartas de Pablo de Tarso son verdaderamente esclarecedoras. ¡El elemento histórico, la referencia vital, el dato anecdótico humano... ausentes!

Como no podía ser menos, se libra muy mucho de discutir el fondo histórico, lo da por supuesto. Pero apenas si esboza algunas referencias a la vida real de Jesús. Hablan exclusivamente de un “ente” espiritual muy similar al de los gnósticos. Un “ente” que coincide con otros que culturas de muy distinta catadura “conocían” cientos o miles de años antes.

A Pablo de Tarso no le interesa la historia sino el recubrimiento de la historia. Él fue quien creó a Cristo. Él fue el fundador del cristianismo. Gran personaje. Hay un pasaje sumamente esclarecedor de la retorcida argumentación de Pablo de Tarso para “demostrar” o presuponer la divinidad de Cristo. En su primera Carta a los habitantes de Corinto, ciudad que está en el Istmo de su mismo nombre, en el Peloponeso, dice:

“Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe”.

Es decir, si Cristo no es Dios, si Cristo no es hombre y Dios... Es la retórica al revés, es el retorcimiento de la razón, la quiebra de la inteligencia. Es una argucia que todavía funciona: “Como tenemos fe, todo aquello en lo que creemos tiene que ser real”.

Es por otra parte el argumento que, aunque no explícitamente, siempre han “sentido” los cristianos:

-- Como tenemos fe, es decir, sentimientos, creencias, credos, presentimientos, supersticiones, mitos, fantasías religiosas... Cristo ha resucitado.

--Como hay millones de personas... Dios es y vela por nosotros.

--Como hay cientos de miles de iglesias... Dios habita entre nosotros.

--Como existe el Estado Vaticano... ¡he aquí el Reino de Dios!

¿Y cuál es la defensa de Pablo frente a la irracionalidad evidente que él mismo percibía en sus paridas mentales? Pues atribuir esta irracionalidad a un designio divino: la Sabiduría de Dios “gusta” de la ignorancia humana.

Bien sabía Pablo a quién se dirigía: a los necios, al populacho, a los esclavos, a los que no piensan por sí mismos, a los incultos... ¡porque todas esas carencias son benditas para Dios! Lo mismo que la pobreza como bendición de Dios, lo mismo que la enfermedad, que nos hace semejantes a Cristo crucificado... ¡Qué gran retorcimiento! ¡Y cuánto daño ha hecho al progreso de la Humanidad!

Recordemos el célebre pasaje de Pablo, I Cor. 1.19–25, rechascado por su expulsión del ágora griega cuando quiso poner su pica retórica en Flandes hablando de ese “Dios desconocido” precisamente a gentes saturadas de tanto Olimpo y tanto Hades:

Como dice la Escritura: "Haré que los sabios pierdan su sabiduría y que desaparezca la inteligencia de los inteligentes." ¿En qué pararon el sabio, y el maestro, y el que sabe discutir sobre cosas de este mundo? ¡Dios ha convertido en tontería la sabiduría de este mundo! Puesto que el mundo no usó su sabiduría para reconocer a Dios donde él ha mostrado su sabiduría, dispuso Dios en su bondad salvar por medio de su mensaje a los que tienen fe, aunque este mensaje parezca una tontería. Los judíos quieren ver señales milagrosas, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros anunciamos a un Mesías crucificado. Esto les resulta ofensivo a los judíos y a los no judíos les parece una tontería; pero para los que Dios ha llamado, sean judíos o griegos, este Mesías es el poder y la sabiduría de Dios. Pues lo que en Dios puede parecer una tontería, es mucho más sabio que toda sabiduría humana; y lo que en Dios puede parecer debilidad, es más fuerte que toda fuerza humana.

Retórica admirable y discurso bien trabado. Fácil de leer, bueno para el sentimiento, pero dañino, hasta el fondo del tuétano, para el progreso humano. Prohibido pensar, prohibido investigar, prohibido deducir, prohibido opinar: es mejor "lo otro".

Y ésa ha sido la lucha secular entre la cultura grecorromana, la que ha configurado el Occidente racional, y el cristianismo, el que ha querido sumir a ese mismo Occidente en la ignorancia de la verdad y de la ciencia que procura el pensamiento.

He ahí triunfante la venganza de Pablo de Tarso: los cimientos de la ciencia griega quedaron cubiertos por la arena del desierto mental cristiano durante siglos.

Algo similar que me hace pensar repetidas veces en ello. El mundo musulmán, con países que se bañan todas las mañanas en espuertas de dólares y euros y que, cuando se les antoja, recaban la celebración de una super-copa: Arabia, Irán, Emiratos… En otros tiempos vehículo de la ciencia greco romana, de la medicina, de la filosofía, de las letras… ¿qué ciencia aporta hoy al mundo? ¿Qué inventos lega a la humanidad? ¿Cuántos pensadores o científicos de su entorno descuellan en el universo de la cultura mundial? ¿Qué universidades destacan?

Pero, ah, su fe es inquebrantable.