Los mitos en el Siglo de Oro

En las artes en general y especialmente en la la literatura del Siglo de Oro español se da una simbiosis artística estrecha entre cristología y mitología.

Los motivos por los que la Iglesia consintió tal asimilación son claros, primero porque toda la mitología es un amontonamiento de fabulaciones que ya nadie tomaba en serio; segundo porque eso redundaba en un mayor enaltecimiento de la figura pareada, Cristo. Incluso podían alegar cómo Cristo ya fue anunciado por medio de símbolos y figuras paganos, lo mismo que las Sibilas preanunciaron su llegada.

Según el razonamiento, consentimiento o dejación doctrinal de la Jerarquía eclesiástica, primero fueron los mitos, trasunto de “la verdad” y luego llegó “la verdad”. Se tolera jugar con los “mitos” para que resplandezca  la auténtica verdad salvadora.

Parece que los escritores sienten y viven en toda su profundidad los sacratísimos misterios cristianos –conocen los relatos bíblicos al dedillo-- pero no tienen reparo en ponerlos en parangón con elementos concomitantes de la mitología grecorromana. Ahí están obras de teatro e infinidad de cuadros que pueblan todos los museos del mundo.

Veámoslo bajo otro punto de vista y con tintes irónicos. Se podría pensar, mentes agudas como eran, que tal relación la fijaban al revés, haciendo sibilinamente a Jesús uno más de las leyendas, bien que el más excelso de todos los héroes y dioses cotejados; que su juego literario no dejaba de ser sino un escape al férreo control sobre sus vidas, una forma tolerada de evadirse, una modo ladino de venganza, montados en el jaco interior de la increencia.

Cristo prefigurado, decían. Y añadían que las demás religiones eran, son, "adelanto" y "prefiguración" de la religión cristiana y que todos los "modelos" anteriores anticipan a Cristo. Pero en su cabeza –seguimos con la ironía— bullía una duda que no podían explicitar.

Apliquemos el sentido común: ¿No es lógico pensar que en todos los aspectos de la vida --sapiencia, ciencia, filosofía, literatura, artes plásticas en general...-- lo que viene después perfecciona, completa, resume o desarrolla ideas anteriores siendo, a la vez, copia, concreción o explicitación de lo anterior?

¿No es factible y lógico aplicarlo también a la religión? ¿Era obligado pensar lo contrario, porque así lo querían mentes interesadas que blandían espadas bien afiladas, haciendo que todas las profecías fueran "a posteriori"? Puede no ser así.

Cuando Calderón pone en moldes dramáticos el mito de los argonautas, introduce un demoledor argumento precisamente en contra de la fe:

Jasón es Cristo; Medea la Humanidad; la nave de Argos el Amor divino; los argonautas, los Apóstoles; el Vellocino de Oro, la Eucaristía; la espada, la cruz... Todos los mitos griegos –Andrómeda, Perseo, Orfeo, Ulises, etc.-- son símbolos, dicen, de Cristo y su misterio salvador.

¡Pero los mitos fueron anteriores! ¿Símbolos de lo venidero? ¿Copias adelantadas que prefiguran la más hermosa realidad, Cristo? La sospecha surge con la pregunta: ¿no será al revés? ¿No será Cristo un Jasón redivivo y no Jasón "prefiguración" de Cristo? Con la conclusión inevitable: ¿por qué es más real Cristo que Jasón? ¿Sólo porque así se cree?

A veces la chispa comienza a prender por el sitio más insospechado, como es mi caso. En su momento esta idea de mitos griegos versus mitos cristianos provocó en mí un ligero incendio conceptual que derivó en reflexión cultural y luego en chamusquina vital. Me sucedió al tener que escribir un trabajo universitario sobre los “Misterios de Eleusis”.  

Los cristianos se han defendido diciendo que cualquier mito encierra una revelación de la Gran Verdad para quien sabe que Dios está en todo por esencia, presencia y potencia. Ellos mismos, jerarquía y clerecía, en el fondo de su nesciente y auto convencida sabiduría, perciben que pisan las arenas movedizas de la incertidumbre y el desconocimiento.

En conclusión, la misma verdad hay en decir que “todo” conducía a Cristo --Antiguo Testamento, leyendas, figuras míticas precedentes, etc.-- que en decir que Cristo es un elemento más de la panoplia mítica, del Olimpo o Monte Carmelo de los dioes.

Volver arriba