El olvido de este mundo bajo presupuestos falseados.
| Pablo Heras Alonso.
La Teología inspira y sugiere meditación reposada; la praxis de buenas obras, ritos y plegarias lleva la meditación a la vida diaria. Ambas se mueven en una triple dialéctica que, en su afán de abarcar y salvar cuanto de humano hay en la vida, encubre una práctica torticera. La pura contradicción asumida. Así es la fe.
a) Por una parte, un permanente huir del mundo, darle de lado, no saber de sus penalidades, no caer en su dialéctica, definirlo como “lo malvado”, hacerle “enemigo del alma”.
b) Pero a la vez es un buscar desesperadamente incardinarse, vivir “en” el mundo, constituirse en levadura, fermento, grano de sal que le dé el sabor de lo divino. Un mundo al que hay que salvar.
c) Y como “tertio non excluso”, presupone la necesidad de vivir “del” mundo, acaparando bienes mundanos con el pretexto de, con ellos, servir a Dios. Nada habría que objetar al hecho de recibir un pago por prestaciones realizadas, pero la complicidad de los dos presupuestos primeros desvirtúa tal dialéctica.
El primer presupuesto, incluso los otros dos, no son sino platonismo en pastillas. El primer presupuesto, Dios cristiano, origen y sede del amor. No por cierto del amor “completo”, el humano, el que engloba erótica y amistad, sino el sublimado, el que ellos propalan como la quintaesencia del amor, el amor de Dios a los hombres. Un amor que necesariamente “desconoce” lo que el amor humano encierra de biología y, menos, cuantas guerras hay o ha habido en el mundo, como Platón “olvidaba” las crueles Guerras del Peloponeso.
Asimismo, por no deducir según sus presupuestos, también da de lado las desgracias “naturales”. Éstas también son “parte” del mundo. En buena lógica las grandes pestes que en las postrimerías de la Edad Media arrasaron pueblos enteros deberían considerarse obra del Dios providente, también previsor.
¿O estamos asistiendo al juego macabro de un escondite donde unas veces aparece el terror y otras la piedad, donde hay embrujo por lo desconocido que se mezcla con el rechazo, donde “timor et tremor” se dan el testigo en una siniestra carrera de relevos?
¡Hay tanto “hombre” filosofando en la esencia del cristianismo! Al final, cuando no se encuentra explicación, cuando la pared del mundo es tan gruesa que no admite más agujeros de credulidad, se vive como si no existieran las cosas porque no se quieren conocer: el fanático, el ayatollah, vuelve a sus teologías, a su vida del espíritu, a la felicidad que le embarga, al equilibrio personal, a revolver siempre en lo mismo para más convencerse de que está en el buen camino... O la teología que citábamos al principio.
La afirmación "Dios es", es un “suppositum” permanente, es decir, una hipótesis jamás confirmada, donde ya no existe ni la protohistoria ni la postmodernidad. Christus heri et hodie, dicen y creen, pero localizado ahí arriba como objeto final del deseo nunca satisfecho.
¿Cómo no reconocer en las múltiples matanzas ocurridas en nuestro mundo presente las palabras de Tucídides sobre los horrores de la Guerra del Peloponeso que Platón jamás haría suyas?
(Refiriéndose a la peste) Daba igual mostrarse piadoso o no, ya que se veía perecer a todo el mundo de manera parecida y, en caso de actos criminales, nadie contaba con vivir lo suficiente como para que tuviese lugar el juicio y cumplir la condena... ...antes de verla abatirse sobre uno [la peste], se consideraba normal disfrutar un poco de la vida.
¿Es el pasado? ¡Es el presente, es nuestro mundo de ayer y de hoy, un mundo presente en la vida de cada uno, un mundo que sigue desquiciado! Y hay muchas formas de huir de él, la más perniciosa e inútil confiar en Dios. Cuando el mundo se desangra y disgrega, como sucedió en la primera mitad del siglo XX, Dios es algo que pilla muy lejos, porque es un concepto o una preocupación humana de tercer orden, bueno para cuando el hombre no tiene otra cosa en que pensar.