Entre lo racional y lo irracional.

Me surgen estas reflexiones al hilo de una lectura relacionada con los elementos irracionales que impulsan la conducta humana. Hay excesiva simbiosis entre lo que consideramos racional e irracional. ¡hay tantos elementos en el psiquismo humano que escapan de la razón! O quizá no, porque la razón los entiende y hasta los puede llegar a digerir y controlar. 

Pero también me pregunto si algunas derivaciones de lo irracional no estarán controladas o ¡aprovechadas! por lo racional. Y aquí entra de lleno la organización que organiza la credulidad. ¿O no? Las sociedades y los estados son creaciones racionales, creadas y dirigidas por la razón. Si no, ni nacerían ni perdurarían.

Y, por otra parte, un vasto campo de la cultura tiene su fundamento cuando no su origen, en lo irracional. Y en lo referido a sentimientos que llevan a creer, lo irracional arraiga en las profundidades del espíritu, parecen afirmar quienes buscan sustento a la fe y a la organización de la fe.

¿Sí? Es una afirmación excesivamente rotunda que no tiene base más que en la propia afirmación. Puede ser irracional el instinto, el sentimiento, la emoción... en el sentido de que escapan al control previo de la razón, pero sí pueden ser elementos sometidos “a posteriori” a la razón. En este sentido, nada de lo que “hay en el hombre” es irracional. Y sobre todo, sentimientos entendidos. 

Lo verdaderamente irracional es que surja toda una caterva de dioses, estos sí, bien filtrados por la razón, de un sentimiento primerizo de terror ante lo desconocido.

Y más irracional todavía que “lo juro por Dios” sirva para dar veracidad a las palabras;  y que “creo en Dios Padre Todopoderoso” sea el fundamento de los pactos entre personas, intervenga en el proceso de curación de una enfermedad, santifique el matrimonio válido y los deberes familiares y que la vida diaria en general se someta a su manto protector.

Lo aberrantemente irracional es que ser felices o infelices dependa de ese Dios que evolucionó a partir del grito de terror de un primitivo Pitecántropo; un Dios que come en la misma mesa de los deseos humanos; un Dios que, después de comer en nuestra mano, participa del mismo bienestar que el hombre; un Dios que encamina destinos e historia...

¡Por más que sean miríadas los que así lo han dicho, no es posible digerir tal pensamiento, aunque se encuentren millones de moscas crédulas adheridas a tal pastel!  

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