Hazte socio/a
Última hora
Carta abierta a monseñor Argüello

Hospitalidad narrativa

Quien escucha regala la propia persona al otro, su interés por él sin condiciones. Quien escucha acaricia y reconoce la dignidad de quien tiene ante sí.

La escucha es el arte de ejercer la humildad en relación al propio criterio o percepción del otro, la posibilidad de descubrir algo nuevo, de poner luz en algo tenebroso, de nacer o renacer en el otro, para el que podemos volver al ser o empezar a ser alguien.

Hospitalidad narrativa

Sobre la importancia de la escucha, aún no hemos hablado suficientemente. Es un ejercicio noble, de densidad humana. El ser humano se narra y, en particular cuando sufre, tiene sed de “hospitalidad narrativa”. Anhelamos decir-nos en el lenguaje del otro y decir al otro en mi lenguaje, y al mismo tiempo esperar que ese esfuerzo también sea hecho por el otro.

Escucharse es una forma de cosmopolitismo narrativo, donde los encuentros no se dan en ninguna parte, sino en espacios de reconocimiento constituidos en el intercambio de narrativas terapéuticas, de construcción de biografías.

Decía Unamuno: El cuerpo canta; la sangre aúlla; la tierra charla; la mar murmura; el cielo calla y el hombre escucha.

El ser humano necesita ser escuchado también por personas expertas en hospedar el corazón de quien busca libertad, alivio, consuelo. Hacemos todos esfuerzo por reinventarnos, ser acogidos, en medio de los achaques de la vida.

También te puede interesar

Abuso y dignidad: un camino pendiente

A vueltas con los abusos

El riesgo de ayudar sin límites

La ayuda que autodestruye

Humanismo médico: razón, dignidad y compasión

Humanismo médico

Lo último

«Ésta será la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre»

Silencio divino, por Navidad