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José Carlos Bermejo nos recuerda que la pandemia provocó un cataclismo en el modo de vivir el acompañamiento al final de la vida y el duelo.
Hemos tomado mayor conciencia del dolor del duelo al hacerse más cruel en tiempos del COVID-19. Que algunos de nuestros seres queridos hayan muerto sin nuestra compañía, que no hayamos podido hacer ritos según la tradición y la fe, nos ha dejado desolados.
Y con esta ocasión, hemos tomado más conciencia de la bondad de los ritos, de la importancia de socializar la muerte. Quizás hemos echado de menos al cura, aunque vivimos tiempos de desilusión por el modo cómo algunos de estos ritos fúnebres son presididos, no siempre con el calor humano que debería nacer de la solidaridad del creyente, del que confía en Dios.
Tenemos una oportunidad ante nosotros: humanizar el duelo, dar un poco de calor a los ritos, animar a nuestros pastores a repensar el modo como acompañan, el modo como acompañamos.
Porque perder a un ser querido duele y el apoyo de los demás lo necesitamos todos. Tener fe, en el duelo, es un recurso más que refuerza el dinamismo de la esperanza.
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