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SUSPIROS Y CUENTOS

Al menos un par de veces al año –“o antes si esperas peligro de muerte” tal y como adoctrinaba en su Catecismo el padre Astete, de la Compañía de Jesús -, nuestro buen amigo José Luis Martín aparece con puntualidad y esmero en las páginas itinerantes de esta sección de RD. , ofertándonos la docta posibilidad de que leamos un nuevo, libro nacido de su fecunda imaginación literaria. Esta reconocida capacidad de invención le viene de los gloriosos y difíciles tiempos periodísticos e informativos en los que nos correspondió vivir, así como de su recio compromiso con cuanto es y significa estudio y trabajo.

Y, por si alguien no estuviera todavía al corriente de la “vida y milagros” de nuestro amigo José Luis, vaya por delante que, aún sin haber sido abuelo , ya cultivaba su faceta de cuenta cuentos -que no de “cuentista”- en el largo y ancho listado de su bibliografía propia e intransferible. Estrenada y ejercida ya la condición “abuelista”, los títulos de sus libros dedicados a la temática de los cuentos se multiplican de manera ciertamente ejemplarizante.

Y a esta visión de la vida, de manera de ser y de contemplarla, responde la publicación de su último libro, bellamente editado por “Liber Factory, con sus 236 páginas, de tan fácil y cómoda lectura.

Y conste que a su autor no suelen definirlo los “suspiros” o “expresiones de alivio, pena, deseo o dolor”. Lo definen de verdad y substantivamente los cuentos. José Luis se queja muy pocas veces y se apaña sobradamente con lo que es y con lo que tiene, por lo que su escritura está exornada de temas y expresiones que parten y llevan al pueblo- pueblo, con comprensión, amabilidad y ternura. La fórmula ideal de la vida – la “áurea mediocritas” de los latinos-, es para los privilegiados, entre otros, para nuestro autor.

Además del prólogo y el “a modo de epílogo”, el resto de las páginas son portadoras de cuentos de los que vive y hace vivir el pueblo y que él recopila con fruición, veracidad y tenacidad.

En estos tiempos en los que la relación entre nietos y abuelos es tan notoria y tan singular, contribuir a equipar a estos últimos con mochilas de cuentos nuevos, es tarea educadora de relevancia y agradecimiento familiar, social y también religioso. Los cuentos educan. Administrados y aplicados a su tiempo, por los respectivos abuelos/as, nietos y nietas son, y serán más ”personas” el día de mañana, en gran parte y proporción, a lo que fueron y les enseñaron a ser las escenas y las palabras transmitidas por el feliz y despejado camino de los cuentos…

Como de alguna manera, todos, o casi todos, seguimos siendo niños “por la gracia de Dios”, pedirle a José Luis que no nos falten cuentos –sus cuentos- es lo mínimo que se exige por mor –“a causa de “- la educación recibida, con tan sacrosantos nombres y adjetivos.

Y ahora, una pregunta ”indiscreta” al autor de “Cada suspiro, un cuento”, ¿En qué fuente, además de su docta experiencia abulense, encuentra José Luis, los nombres rarísimos, impertérritos, sugerentes, originales e inverosímiles, de los, y las, protagonistas, a quienes de alguna manera él les confiere vida, movimientos, verbos y adverbios en sus narraciones?

¡Enhorabuena, y a seguir con los cuentos, siempre que estos no sean “chinos”, o “de embustes”, tal y como reza la RAE.¡

Y es que, en definitiva, “el hombre es un cuadro pintado por un aficionado”, tal y como podría aseverar, -y asevera- por ejemplo, el “joven científico don Pristiliano Rua de la Reguera”, de cualquiera de las narraciones de este libro abierto de cuentos…

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