La religión promueve un nivel de vida más humano

Las conquistas logradas por el ser humano son signo de la grandeza de Dios. El progreso temporal interesa en gran medida al reino de Dios.

Dios promueve humanidad. Lejos de ser el rival del ser hombre es su mejor aliado. Más aún: es el que le constituye desde su más profunda raíz, de modo que cuanto más humano es uno, más divino es; y cuanto más embargado está uno por Dios, más pleno de humanidad está. Desde la encarnación, Dios y la persona humana van en la misma dirección.

En esta línea van estas afirmaciones del Vaticano II: “la santidad suscita un nivel de vida más humano, incluso en la sociedad terrena”; “eleva la dignidad de la persona, consolidando la firmeza de la sociedad y dotando a la actividad diaria de la humanidad de un sentido y de una significación mucho más profundos”; “no hay ley humana que pueda garantizar la dignidad personal y la libertad del hombre con la seguridad que comunica el Evangelio de Cristo” (LG, 40; GS, 40 y 41).

Y estas otras: “las conquistas logradas por el hombre son signo de la grandeza de Dios… El mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación del mundo ni los lleva a despreocuparse del bien ajeno, sino que, al contrario, les impone como deber el hacerlo” (GS, 34). El Espíritu de Cristo “alienta, purifica y robustece los generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la tierra este fin” (GS, 38). La esperanza cristiana “no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo”. De ahí que “el progreso temporal, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios” (GS, 39).

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