Una lectura desde Brasil del Mensaje del Papa para la LIV Jornada Mundial de la Paz La cultura del cuidado de Francisco frente al búscate la vida de Bolsonaro

Bolsonaro
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Frente a las palabras de alguien que se ha convertido en uno de los grandes líderes mundiales, dedicándose en cuerpo y alma a encontrar caminos de solución a una de las mayores crisis de la historia moderna, nos encontramos con la actitud de otros líderes que desde el principio se han desentendido ante el sufrimiento de la gente

El Papa Francisco destaca en su mensaje, “la importancia de hacernos cargo los unos de los otros y también de la creación, para construir una sociedad basada en relaciones de fraternidad”, un camino totalmente diferente a la del presidente brasileño, claro exponente de “la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día”

“No hay paz sin la cultura del cuidado”, lo que demanda “caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas”, cada vez más abiertas en Brasil, donde se han ido abandonando los sentimientos “de fraternidad y solidaridad, de apoyo mutuo y acogida”

Papa Francisco 27 de marzo

Un verdadero constructor de puentes, un pontífice. Así podríamos definir al Papa Francisco, algo que una vez más expresa en el mensaje para la celebración de la LIV Jornada Mundial de la Paz, a celebrarse el 1 de enero de 2021, que tiene como título “La cultura del cuidado como camino de paz”. De entrada, el Papa desea “progresar en este año por el camino de la fraternidad, la justicia y la paz entre las personas, las comunidades, los pueblos y los Estados”.

Lo hace en un momento en que el mundo vive “la gran crisis sanitaria de COVID-19… que agrava las crisis fuertemente interrelacionadas, como la climática, alimentaria, económica y migratoria, y causa grandes sufrimientos y penurias”. En sus palabras dice pensar “en primer lugar en los que han perdido a un familiar o un ser querido, pero también en los que se han quedado sin trabajo”. Se acuerda de quienes se han esforzado especialmente en este tiempo de pandemia y llama a garantizar el acceso a las vacunas, denunciando que “lamentablemente, junto a numerosos testimonios de caridad y solidaridad, están cobrando un nuevo impulso diversas formas de nacionalismo, racismo, xenofobia e incluso guerras y conflictos que siembran muerte y destrucción”.

Frente a las palabras de alguien que se ha convertido en uno de los grandes líderes mundiales, dedicándose en cuerpo y alma a encontrar caminos de solución a una de las mayores crisis de la historia moderna, nos encontramos con la actitud de otros líderes que desde el principio se han desentendido ante el sufrimiento de la gente. Los ejemplos más claros de esta actitud los encontramos en Donald Trump y su fiel lacayo Jair Bolsonaro. El primero ya está recogiendo sus cosas para irse de la Casa Blanca, en cuanto el segundo, si nada lo impide, continuará al menos durante dos años como presidente de Brasil.

Trump y Bolsonaro

El presidente brasileño desde un primer momento fue contrario al aislamiento social, diciendo abiertamente que no tenía nada que ver con las muertes, que todos tenemos que morir algún día, hizo todo lo posible por reducir la cuantía del auxilio a los más pobres, que no van a recibir a partir de enero, vislumbrándose una grave crisis social en un país donde el trabajo informal, dificultado en este tiempo de pandemia, es la principal fuente de ingresos de buena parte de la población.

La misma postura está mostrando en relación a la vacuna, algo en cuya universalidad ha insistido el Papa Francisco. Desde hace varias semanas, la vacuna ha sido motivo de disputa política entre el presidente brasileño y gobernadores de diversos estados del país, también con el Supremo Tribunal Federal, que ha decidido su obligatoriedad. Ante la postura de Bolsonaro, que se niega a vacunarse y ha dicho que no entiende las prisas con la vacuna, pues en Brasil la pandemia ya está llegando a su fin, lo que niegan los números, que amenazan con una segunda ola más letal. Brasil es el país con el tercer número mayor de contagios, con más de 7,2 millones, y el segundo en muertos, con previsión de superar los 200 mil en los primeros días de 2021.

El Papa Francisco destaca en su mensaje, “la importancia de hacernos cargo los unos de los otros y también de la creación, para construir una sociedad basada en relaciones de fraternidad”, un camino totalmente diferente a la del presidente brasileño, claro exponente de “la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día”. De hecho, desde su llegada al poder el 1de enero de 2019, Brasil se ha convertido en un país fuertemente polarizado, creando un clima social de enfrentamiento, que complica todavía más la grave crisis por la que pasa el gigante sudamericano.

A pesar de que existen grupos católicos claramente alineados con el actual presidente, la postura de la Iglesia es de oposición a las políticas que han aumentado la brecha social tradicionalmente presente en la sociedad brasileña. En agosto fui publicada una carta, firmada por 152 obispos, que posteriormente recibió un gran apoyo de otros grupos eclesiales, en la que se criticaba abiertamente las políticas del actual gobierno, al servicio de una economía que mata.

Mons. Walmor Oliveira de Azevedo

La semana pasada, el presidente de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil – CNBB, Monseñor Walmor Oliveira de Azevedo, denunciaba que, ante la pandemia, “la gravedad fue subestimada, y las medidas adoptadas por las instancias gubernamentales ignoraron las preciosas contribuciones del campo científico”, algo que puede ser visto como un juicio ante la postura adoptada por el presidente del país, a quien también le hacía ver “la necesidad de un consistente programa de vacunación, exigiendo la superación de desgobiernos y politizaciones abominables”.

El mensaje del Papa Francisco destaca la necesidad del cuidado de la Creación y de los hermanos, algo que fue quebrado por Caín, pues, como afirma en Laudato Si, “el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás”. La destrucción de la Amazonía ha llegado a límites inaceptables en los dos últimos años, a lo que se une la persecución abierta a los pueblos indígenas, a quienes el presidente brasileño quiere imponer el modelo occidental capitalista. Alguien que usó como lema de campaña “Dios por encima de todo”, debería asumir la tradición profética, recordada por el Papa en su mensaje, que promueve “la justicia para los pobres, quienes, por su vulnerabilidad y falta de poder, eran escuchados sólo por Dios, que los cuidaba”.

Cuidar del otro es algo que fundamenta el ministerio de Jesús y que tiene que estar presente en la vida de sus seguidores, nos recuerda Francisco. En su reflexión, que tiene como punto de partida la doctrina social de la Iglesia como fundamento de la cultura del cuidado, destaca la necesidad de la promoción de los derechos humanos, algo que es constantemente atacado por Bolsonaro, del bien común, lo que contrasta con la destrucción del aparato del Estado y de las políticas públicas, especialmente en el campo de la educación y de la sanidad, que se está queriendo instaurar en Brasil.

julio Lancellotti

Lo mismo se puede decir sobre la solidaridad, que “nos ayuda a ver al otro —entendido como persona o, en sentido más amplio, como pueblo o nación— no como una estadística, o un medio para ser explotado y luego desechado cuando ya no es útil, sino como nuestro prójimo, compañero de camino”, en palabras del Papa Francisco. La indiferencia del actual presidente brasileño ante las víctimas de la pandemia es un claro ejemplo de una actitud contraria a lo que es defendido por el pontífice. Lo mismo se puede decir en referencia al cuidado y la protección de la creación, pues los incendios de la Amazonía, la deforestación o la minería legal e ilegal, son situaciones ante las que el gobierno brasileño no hace nada, por no decir que apoya e incentiva.

Ante esa situación, el Papa habla de “la brújula para un rumbo común”, que permita “apreciar el valor y la dignidad de cada persona, actuar juntos y en solidaridad por el bien común”, con el objetivo de “superar tantas desigualdades sociales”, una necesidad más que urgente en un Brasil cada vez más desigual. Por eso, la necesidad de “educar a la cultura del cuidado”, en la familia, en las religiones, algo que contrasta con la denuncia que los 152 obispos hacían en su carta, pues en Brasil, "la religión también se usa para manipular sentimientos y creencias, provocar divisiones, difundir el odio, crear tensiones entre las iglesias y sus líderes". No olvidemos que “no hay paz sin la cultura del cuidado”, lo que demanda “caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas”, cada vez más abiertas en Brasil, donde se han ido abandonando los sentimientos “de fraternidad y solidaridad, de apoyo mutuo y acogida”.

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