“Por la mañana, cuando Jesús volvía a la ciudad, sintió hambre. Vio una higuera junto al camino y se acercó a ella, pero no encontró más que hojas Entonces dijo a la higuera: ¡Nunca vuelvas a dar fruto!” (Mt 21, 18-22).
Este pasaje de la higuera que Jesús maldice nos invita a reflexionar sobre nosotros mismos.
Si al fin de nuestros días el Señor viene a buscar el fruto que él tiene derecho a esperar de nosotros por los muchos beneficios recibidos de él y encuentra que solamente tenemos hojas, es decir aparentamos pero estamos vacios de buenas obras, nuestra situación será como la de la higuera. Ya nunca más vamos a dar fruto. Se terminaron para nosotros las ocasiones de dar suculentos frutos de buenas obras, es el momento de la cosecha. No será porque el Señor no nos ha brindado un sinfín de gracias para que nosotros las acogiéramos y las hemos, no diré despreciado, pero no las hemos sabido aprovechar, o hemos sido indiferentes ante ellas.
Si hubiéramos dado fruto, muchos de nuestros hermanos cercanos o lejanos se hubieran aprovechado de ellos, y de este modo ellos hubieran podido crecer espiritualmente. Texto: Hna. María Nuria Gaza.