Hacerse pequeño COMO UN NIÑO 2

Hacerse pequeño COMO UN NIÑO 2
Hacerse pequeño COMO UN NIÑO 2

Y Dios se olvida de cerrar la puerta

José Luis Ortíz de Lanzagorta, en su amplia antología de la poesía religiosa andaluza “El Dios del mediodía” (BAC), ha escrito de Carlos Murciano, el autor hoy aquí homenajeado: “Poeta de amplios valores humanísticos y religiosos, buen narrador y, al igual que su hermano Antonio, experto conocedor de los cantes flamencos”. Si queréis conocer más del popular poeta de Arcos de la Frontera, accederéis a ocho enlaces de versos suyos, pulsandoaquí.


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MURCIANO, CARLOS (Arcos de la Frontera, Cádiz, 1931). Destacado poeta de honda raíz cristiana, traductor, musicólogo, crítico de arte y literatura. Ha sido premiado en numerosas ocasiones; entre otros, ha recibido el Premio Nacional de Literatura y el Premio Boscán. Autor de más de ochenta libros, le fue otorgado también el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (1982). Figura en antologías de Poesía religiosa: la de Leopoldo de Luis y Ernestina de Champourcin, y las de Hombre y Dios I (BAC), Dios del Mediodía...



ME ARRASTRAN, NIÑO YO, DE LA MANO

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En su Diario de Familia, anota Carlos Murciano un "18 de noviembre" cuando, mientras escribe versos, le asaltaron tres niños, o tres ángeles, le declararon prisionero y le llevaron, de la mano, al Salón de la Reina... Es otoño en la calle, pero dentro se desperezan ya las flores. Sugerencia: ¿Y Dios? Quedó dentro, entre nosotros, por el pasillo de la alegría. Quedó fuera, entre los árboles, por la llovizna de las hojas. ¡Qué bueno sería tener en el cielo un Padre así de juguetón, así de niño! ¿Y por qué no conocerlo mejor, si lo tengo a mi lado?

18 DE NOVIEMBRE

Ellos son enemigos del silencio
y de la sombra. Con sus voces torpes
encienden una luz en el pasillo
e inventan la canción, la estrenan. Vienen
hasta mi puerta, empujan, abren, entran,
irrumpen en mis versos, interrumpen
mi soledad y al suelo la derriban,
trepan hasta mis piernas, me arrebatan
la pluma, los papeles, acarician
mi palidez, mis ojos tan cansados,
y sobre un verso a medio hacer dibujan
con un lápiz azul sus alegrías.
María de las Nieves, casi vuelo,
Antonia, con un mirlo en las pestañas,
y oliendo a mar y a sol, Carlos María,
me arrastran luego, niño, de la mano
hasta donde ella cose, digo sueña.
Otoño ha puesto gris, cerrado el cielo,
amarillos los árboles del parque
y un pájaro no canta ya su dicha
tras el cristal. La tarde se desploma
y se deja morir. Mas aquí dentro
la primavera inicia su murmullo
y Dios se olvida de cerrar la puerta.

DIOS PADRE SUS MILES DE MUNDOS MECE SIN RUIDO

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Impresionante Canción de Cuna de Gabriela Mistral que muestra, en sus tres estrofas, un ritmo cadencioso que sugiere, con expresividad, la acción de mecer. En los primeros versos se escucha, como hilo musical para dormir, el oleaje del mar. Protagonista de la segunda estrofa es el viento. La tercera y última nos habla de Dios Padre meciendosus miles de mundos. No hay ahora sonido. Sólo movimiento y silencio (así se acunan los judíos frente al Muro de las Lamentaciones). Movimiento, silencio... ¡Y sensación! Gabriela Mistral está orando, y ya siente, en la sombra de su sensibilidad, la mano de Dios como una caricia, como una presencia. Sugerencia: ¿Imaginamos ahora que, mientras “mece sin ruido” Dios Padre el Universo, sintiendo su mano en la sombra, estoy meciendo yo, estás meciendo tú, a nuestro niño interior, a nuestra niña íntima? Facilitaría la experiencia de vaivén acompañar el movimiento del cuerpo con rítmica respiración.

MECIENDO

El mar sus millares de olas
mece, divino.
Oyendo a los mares amantes,
mezo a mi niño.

El viento errabundo en la noche
mece los trigos.
Oyendo a los vientos amantes,
mezo a mi niño.

Dios Padre sus miles de mundos
mece sin ruido.
Sintiendo su mano en la sombra
mezo a mi niño.


SED EN MIS MANOS VIVAS ARMAS DE LUZ

Meditando el Salmo 127, quedó fascinado Cintio Vitier por el espíritu y la letra de algunos versículos: "Son los hijos regalo del Señor / y el fruto del vientre, premio suyo. / Como flechas en la mano del héroe / son los hijos tenidos cuando joven. / Feliz el hombre que con tales flechas / ha llenado su aljaba..." Y se puso a transcribir líricamente, casi, casi a copiar, versos del Salmo, que le hablaban, claro, de sus propios hijos, saetas de luz que lanzar al infinito, disparos de amor al corazón de la Vida... Reflexiona:somos flechas proyectadas a la felicidad por el Padre del cielo y los padres de la tierra. Pero el sentido que demos a nuestra existencia depende de nosotros. El creyente, en comunicación con el Espíritu, explora direcciones y caminos...

 HIJOS MÍOS, SAETAS

¡Hijos míos, saetas
de rectitud,
cuando mi flor la siegue
la honda segur,

sed en mis manos vivas
armas de luz,
lanzadas de Dios al eterno
abismo azul,

y por sobre el despojo
de oscuro augur,
clavad en lo infinito
mi juventud!

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ÍNDICE de ENLACES: pulsar el título de un Enlace

Hacerse pequeño COMO UN NIÑO
1.   El que se hace pequeño como este niño…
REGALO, de Ángel Sanz
LIMOSNA, de Ramón de Garciasol
2.  Y Dios se olvida de cerrar la puerta
18 DE NOVIEMBRE, de Carlos Murciano
MECIENDO, de Gabriela Mistral
HIJOS MÍOS, SAETAS, de Cintio Vitier
3.  Verte jugar es como ver la luz del cielo
VERTE JUGAR, de Susana March
SI LIBRES SON LOS PÁJAROS…, de Jesús Mauleón
REQUIEM POR UN HOMBRE, de Carlos Murciano
y4Vuelvo a los días rosados
AGRANDA LA PUERTA, PADRE, de Miguel de Unamuno
ORACIÓN DE ABANDONO, de Carlos de Foucauld

En el amor del CANTAR DE LOS CANTARES
1.  Dios es amor. El hombre y la mujer son amor.
POESÍA COMPROMETIDA, de Enrique García-Máiquez
LA PAREJA, de Leopoldo de Luis.
2.  Amaneciendo cada día a romper mi oscuridad
LA AMADA INNUMERABLE, de Bartolomé Mostaza
LA ESPOSA, de Jorge Carrera Andrade
EL PAN DE CADA DÍA, de Ángel Urrutia Iturbe.
3.   Un velo de sueño y de ternura
LA ORACIÓN DE LA NOCHE, de José María Valverde
ORACIÓN DEL ESPOSO, de Juan Ruíz Peña
INVIERNO, de Luis Felipe Vivanco.
4.  Como en las manos de Dios
A MI ESPOSA, de Cintio Vitier
ESTOY MIRANDO TUS MANOS, de José Bergamín
MOMENTO, de Carlos Murciano.
y5¿Qué son esas trompetas?
JUICIO FINAL, de Agustín de Foxá
AVISO PREVIO A UNOS MUCHACHOS
QUE ASPIRAN A SER CÉLIBES, de Casaldáliga

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