Los belenes del nazareno, ¿cuento o realidad? Benjamín Forcano: "Jesús sigue siendo fuente del vivir y pensar de multitud de pueblos"

Las claves del belén
Las claves del belén

"Solo después de la resurrección, los seguidores de Jesús creyeron que no era uno de tantos"

"En la primitiva cristiandad pasaron años y años sin que nadie se preocupase por celebrar el nacimiento de Jesús"

No se conoce personaje alguno de la historia que la humanidad lo recuerde con gran fiesta después de 2000 años. Que existiera tal o cual personaje, sí; pero que se le venga recordando a lo grande, no.

Ese personaje, al que alude la fiesta de la Navidad, existe: se llama Jesús, nació en Nazaret, en una aldea judía de unas 300 casas, tuvo como padres a José y María, y fueron hermanos suyos Santiago, José, Judas y Simón, y algunas hermanas cuyo nombre no se menciona.

Este personaje ha configurado la vida y cultura de gran parte de la humanidad, ha marcado calendario en el planeta tierra, ha sido fuente del vivir y pensar de multitud de pueblos. Se lo conoce como Fundador del Cristianismo.

Pero, visto hoy, tras los adelantos insospechados de la filosofía, de las ciencias, de la tecnología, de la industria, del consumismo deificado, este personaje aparece desvanecido, controvertido, marginado y hasta casi excluido del escenario de la historia.

Hoy priman otros horizontes y opciones, para los que el pasado no cuenta, o cuenta  como algo ilusorio y mitológico. Perspectiva que afecta al cristianismo histórico y alcanza a Jesús de Nazaret, lo cual tiene que ver con la fiesta de la Navidad.

Celebrando la Navidad
Celebrando la Navidad

Surge entonces la pregunta: ¿En qué queda todo lo que por siglos se ha venido celebrando en torno a este personaje? ¿Lo dejamos a un lado como elemento alienador  o lo sometemos a una crítica que nos permita separar lo que de infundado se ha dicho sobre él y recuperar lo que de verdad es? La cuestión nos la puede aclarar el nuevo conocimiento que sobre este tema hemos ido adquiriendo.

1. Relato del nacimiento de Jesús. “Así nació el Mesías: María su madre, estaba desposada con José, y, antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

Su esposo, José, que era hombre justo y no quería infamarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas tomó esta resolución se le apareció en sueños el ángel del Señor, que le dijo:

José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte contigo a tu mujer, porque la criatura que lleva en su seno, viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás de nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados. Esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el profeta: Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán de nombre Emanuel (Is. 7,14) (que significa Dios con nosotros). Cuando se despertó José, hizo lo que le había dicho el ángel del Señor, y se llevó a su mujer a su casa”.

Cristo
Cristo

Solo después de la resurrección, los seguidores de Jesús creyeron que no era uno de tantos.  Los contemporáneos de Jesús esperaban a un Mesías, a un Salvador. Muchos de ellos escucharon, admiraron y creyeron en Jesús. Pero al ver que su vida acabó como acabó, se apoderó de ellos la decepción, la tristeza, el miedo. Y se vinieron abajo. El Mesías esperado resultó ser un fracasado.

Ellos tuvieron noticia de Jesús cuando ya era adulto, unos 30 años. No sabían nada de la infancia de Jesús, ni de su vida adolescente ni juvenil. Pasó inadvertido entre los quehaceres cotidianos con sus paisanos de Nazaret.

Era uno más. Y en la primitiva cristiandad pasaron años y años sin que nadie se preocupase por celebrar el nacimiento de Jesús. Hasta el siglo IV no se comienza a celebrar el Adviento. Más de cuatro siglos sin palabra sobre  la Navidad de Jesús.

Pero todo cambió de arriba abajo con la resurrección. A partir de ahí, la pasión de sus primeros seguidores fue dar a conocer a Jesús, su mensaje y su  proyecto de vida. Su mira estaba puesta en el anuncio de su vida y mensaje, en el proyecto que anunció para saber vivir y convivir.

Cristo apresado
Cristo apresado

Nosotros lo sabemos: el Mesías llegó, conocemos su proyecto

A diferencia de los contemporáneos de Jesús, nosotros ya no esperamos al Mesías. No vamos a su encuentro. Sabemos cómo fue su venida, qué anunció, cómo lo espiaron, lo difamaron y lo persiguieron, cómo lo sentenciaron a morir crucificado y cómo resucitó. Su vida no se repite cada año y su resurrección ocurrió una sola vez.

Nosotros celebramos un hecho real, único en la historia de la humanidad, y que a muchos, muchísimos, nos encandiló: el anuncio de la Buena Nueva, de la llegada del reino de Dios, de un proyecto de vida nuevo, que fue la pasión de Jesús. 

Pero, en la Cristiandad de hoy, al contrario de los primeros tiempos, comenzamos a centrar nuestro interés en la particularidad del nacimiento de Jesús. De un nacimiento que nos lo describieron con un lenguaje que apenas entendemos.

Los primeros seguidores, transformados por la resurrección, tenían necesidad de anunciar que Jesús no era un cualquiera, y que su entrada en el mundo no ocurrió de una manera normal y ordinaria. Lo ocurrido en él demostraba que no era posible sin Dios. Y que fue Dios quien se manifestó en su nacimiento portentosamente al margen de lo normal y ordinario. Y para ello montaron no un relato histórico, sino una narración teológica, en la que se anuncia el cumplimiento de lo anunciado por los profetas en el Antiguo Testamento.

Resurrección
Resurrección

Pese a todo, nosotros hemos seguido entendiendo lo narrado por Mateo y Lucas, como si fueran hechos históricos, dejando en la penumbra lo más importante de Jesús: su vida y  mensaje.

Nuestra forma de celebrar la Navidad de Jesús

Sabemos que dentro de la cristiandad, la costumbre de celebrar el Adviento y la Misa de la medianoche no comienza hasta el siglo IV.

Y sabemos que la tradición de los belenes se remota al siglo XIII con San Francisco de Asís. En ella se inspira nuestra actual forma predominante de celebrar la Navidad.  Francisco pretendía resaltar algo inimaginable, que sería escándalo para  los judíos y para los sabios, de entonces y de ahora: Dios, siendo infinito e inabarcable, aparece encarnado en Jesús, un niño débil y tierno, en una forma humana sumamente frágil y vulnerable.

Un hecho como éste desentona en un mundo como el nuestro, que trata de realizarse a base de acumular poder y dinero, prestigio y placer como si fueran la clave para la grandeza, el bien y la felicidad.

Ante el Crucificado
Ante el Crucificado

En toda persona, hay un primer día, sin el cual nada se habría podido realizar. Pero lo importante es lo que ha venido después, cómo ha evolucionado y desde qué principios y valores ha ido construyendo su vida. Jesús anunció un proyecto que servía para salvaguardar la dignidad y felicidad de todos.

2. Una interpretación acorde con los hechos reales

El silencio de los evangelistas acerca de la infancia de Jesús indica que en la vida de Jesús mientras vivió en su pueblo no pasó nada relevante, nada especial. Sabemos que aprendió un oficio, el de constructor, que trabajaba con diversos materiales. Era como un jornalero que buscaba trabajo casi cada día.

Nos llega como dato importante y singular el de que no se casó. Lo cual era enormemente chocante para la mentalidad judía que tenía una visión positiva de la familia y del sexo. Una de las sentencias de las escuelas de los raboni afirmaba que “hay que condenar al hombre que no tiene mujer”.

Jesús renunció a casarse, pero no por los motivos que guiaban a los esenios, a los terapeutas de Egipto u a otros grupos. Jesús no es del desierto, no es un asceta, anuncia la cercanía de un Dios Padre perdonador, come con pecadores y publicanos, trata con prostitutas, frecuentas las amistades femeninas…

"Le llamaron de todo: comilón, borracho, amigo de pecadores, samaritano, endemoniado y se burlaron de él llamándolo eunuco"

Él se consagra con toda su vida a algo que se apoderó de su corazón: el reino de Dios. Es su pasión, su causa, anunciar la Buena Nueva. Le llamaron de todo: comilón, borracho, amigo de pecadores, samaritano, endemoniado y se burlaron de él llamándolo eunuco. A lo cual respondió: “Hay algunos que se castran a sí mismos por el Reino de Dios”.

El no se casa con nada ni con nadie que pueda distraerlo de su misión. Su celibato brota de su pasión por el Reino de Dios y por sus hijos e hijas más pobres.

Los relatos “de la infancia” de Mateo y Lucas, no son crónicas de sucesos, no son biografía, no son “historia”. Son teología narrativa. Marcos, que fue el evangelista que primero escribió, no sabe nada de la infancia de Jesús. Su evangelio empieza con la predicación del Bautista. Pero es que Juan, que fue el último, tampoco quiere saber nada de esas historias.

Por otra parte, los relatos de Mateo y Lucas, no se parecen el uno al otro en nada. Su intención no fue hacer una crónica de sucesos. Pensemos un poco. El interés por la figura de Jesús empezó con la muerte-resurrección. Antes de eso, nada extraordinario sucedió en él que se pudiera descubrir desde el exterior.

Partiendo de la experiencia pascual, se intentó explicar cuál era el significado de ese hombre. Hablar de las maravillas de su infancia, fue una necesidad de comunicación, para hacer creíble lo que ellos habían descubierto con tanta dificultad.

Belenes en el Vaticano
Belenes en el Vaticano Vatican News

Tanto la intención, como el modo de hacerlo eran lógicos para aquella época. Ellos no quisieron engañarnos al contar estas historias. Nos engañamos nosotros al darles un sentido completamente distinto al que ellos le dieron.

Antes y después de Jesús, se ha intentado explicar la grandeza de algunos personajes, tanto religiosos como civiles, contando historias sobre su nacimiento portentoso. De más de cuarenta personajes anteriores a Cristo, se dice con toda tranquilidad, que han nacido de madre virgen. Desde Buda, pasando por Pitágoras hasta Alejandro Magno.

Es ridículo pensar que todos estaban equivocados menos nosotros. En todos los casos se trata de explicar que su grandeza les viene de Dios. Es una manera de hablar que todos entendían perfectamente y que no causaba conflicto alguno. Los primeros cristianos razonaron: si eso se puede decir de personajes famosos, de Jesús mucho más.

Procede, a este respecto, señalar cuán distantes de esta visión están ciertos escritos, como es el de la periodista Nieves Concostrina publicado en El País (3-diciembre -2019): “Puede que llegue el siglo en que toda esa tropa de predicadores, la mantengan solo los que compren el cuento que pregonan… Entiendo que esa pareja con el niño que crearon como modelo social son, en realidad, un mal ejemplo: eso es una familia desestructurada en la que la esposa se la pegó al marido con otro. De ahí, el recurrente chiste que comienza a circular  estas fechas en redes sociales:

-José, …que el niño necesita zapatos.

-Pues que se los compre el Espíritu Santo.

A mí, me rechina esa familia inmoral en la que el padre biológico ha volado  y le toca cargar con el crío a Pepe”.

En busca del Jesús histórico
En busca del Jesús histórico

Aparece  el regodeo de Concostrina al escribir estos parrafitos, como si finalmente, ella  nos sacara de la gran mentira que envolvió a la humanidad. 

Pero hay motivos para congratularse por lo que dice, pues no toca ni de lejos la real historia del niño-hombre que en tanto enriqueció a la humanidad. No celebramos, pues, la Navidad como si hoy fuera a ocurrir. Ya ocurrió. Nosotros somos convocados para celebrar la vida de un niño-hombre que abarca más de 2.000 años.   

El aniversario de este niño-hombre hace que nos preguntemos: ¿Celebramos su aniversario acordes con el proyecto que él vivió y nos enseñó? ¿Actúa en nosotros como camino y norma de la convivencia humana? ¿Cómo podemos honrarle en su aniversario si seguimos alimentando políticas militares, económicas y sociales fraudulentas?

Es una locura que unas naciones se crean superiores a otras y persistan en invadirlas, explotarlas y gobernarlas. Horroriza comprobar que la diferencia entre ricos y pobres aumenta cada vez más. Desconcierta que los grandes y sabios de este mundo no acierten  a prescribir lo que todos –personas y pueblos- deben hacer para quererse y convivir como hermanos, sabiendo que el Dios Amor es Padre de todos y en especial de  los más marginados y empobrecidos.   

Nuestra orquestada Navidad es una demasía en ruidos, luces, comercio, escaparates llenos, publicidad inconmesurable, que esclaviza haciéndonos robots de consumo y haciéndonos creer que la grandeza, el éxito y la felicidad aumenta cuanto más aumenta nuestro tener y nuestro consumo.

Muchas declaraciones, muchos pactos, muchas reuniones y promesas, pero hemos olvidado que la dignidad y derechos de cada persona son inviolables, que el hombre es hermanos no lobo para el hombre, que una sola vida humana vale más que el oro de todo el mundo.

La Navidad es una fiesta cristiana. Y jamás se la podrá eclipsar en lo que de verdad es, porque la sociedad, en la medida en que conoce al Jesús histórico, vuelve a él. Científicos y teólogos que estudian el tema concluyen que la figura de Jesús es respetada cualquiera que sea la edad, condición y creencia de los que a él se acercan: “La personalidad de Jesús, su mensaje, su impacto histórico  plantean cuestiones que a nadie dejan indiferente. Y es, por eso, y con toda razón, patrimonio de la humanidad” (Rafael Aguirre).

Los pobres, con el Papa
Los pobres, con el Papa

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